La obra es una notable adaptación del brevísimo cuento de Kafka. Utiliza con rigor la base “anecdótica”, la amplifica, la trasciende. La clave de «Comunidad» podría leerse en esa inflexión: un cuento difícilmente adaptable (si uno lo lee de antemano) logra una versión escénica fiel y al mismo tiempo autónoma, puesto que su “clave” es un plus: podría desconocerse, y sin embargo está allí, y funciona.
– Publicado en el Blog de I. Apolo: «La diosa blanca» (martes 21 de octubre de 2008)
El domingo fui a ver la última función de Comunidad , de Carolina Adamovsky, al Espacio Callejón.
Pierre Menard y el absurdo de los 60
La trama del célebre cuento “Pierre Menard, autor del Quijote”, de JLB, es conocida: un escritor francés de principios del siglo veinte se propone volver a escribir, palabra por palabra (en el castellano del siglo diecisiete que utilizó Cervantes), el mismísimo Quijote. No copiarlo: volverlo a escribir. A duras penas, en un esfuerzo descomunal, Menard logra escribir algunos fragmentos. El texto de Borges los compara, palabra por palabra, y concluye en la genial paradoja: dos textos aparentemente iguales no pueden no diferir y contrastar más entre sí que el de Cervantes y el de Menard.
“El texto de Cervantes y el de Menard”, escribe JLB, “son verbalmente idénticos, pero el segundo es casi infinitamente más rico. (Más ambiguo, dirán sus detractores; pero la ambigüedad es una riqueza.)Es una revelación cotejar el Don Quijote de Menard con el de Cervantes. Éste, por ejemplo, escribió (Don Quijote, primera parte, noveno capítulo):
… la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir.
Redactada en el siglo diecisiete, redactada por el “ingenio lego” Cervantes, esa enumeración es un mero elogio retórico de la historia. Menard, en cambio, escribe:
… la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir.
La historia, madre de la verdad; la idea es asombrosa. Menard, contemporáneo de William James, no define la historia como una indagación de la realidad sino como su origen. La verdad histórica, para él, no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió. Las cláusulas finales —ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir— son descaradamente pragmáticas.”
Comunidad , de Carolina Adamovsky, es una obra teatral concebida, producida y estrenada en Buenos Aires a fines de la primera década del tercer milenio utilizando, curiosamente (talentosamente), el exacto lenguaje y artificio del antiguo absurdo de los 60.
La diferencia
Como bien escribiera Borges, es una revelación cotejar los procedimientos de hace cuatro décadas con los de la directora contemporánea y su equipo. En su versión precedente, los personajes superficiales, detenidos en la delicada línea de lo impersonal, reducidos al gesto plano y la energía básica, su lingüística deliberadamente restringida a pequeños restos morfológicos –conectores, pronombres, desinencias–, implicaba una rebelión y un recorte, una contradicción con la hegemonía del significado, del sentido –incluso del personaje, del texto, de la trama, del contenido–; una confrontación al teatro entendido como comunicación y, si se quiere, al teatro como propagación y adoctrinamiento.
En su versión post milenio, estos recursos no pueden ya ser portadores de ninguna de sus premisas ni sentidos de origen. Lo curioso, a mi juicio, es que tampoco son su parodia. Son otra cosa, más ajena, más distante, más disimulada… quizá más triste (virtud 1). Más carente (virtud 2). Más particular (virtud 3). Más solitaria (premisa del milenio).
Kafka y sus precursores: la clave del cuento y la clave de Comunidad
La obra como lenguaje y textualidad puede ser leída a sabiendas de la clave, o desconociéndola. Veamos qué sucede antes de saber:
Un grupo de grises personajes concebidos como homogénea continuidad expulsa a un miembro, sutilmente extraño, y resiste hasta las últimas consecuencias, sus ansias de incorporación.
Sabiendo:
La obra es la adaptación escénica de un cuento de Kafka. En el cuento, un grupo de grises personajes, concebidos como homogénea continuidad…
La obra es una notable adaptación del brevísimo cuento. Utiliza con rigor la base “anecdótica”, la amplifica, la trasciende. La clave de Comunidad podría leerse en esa inflexión: un cuento difícilmente adaptable (si uno lo lee de antemano) logra una versión escénica fiel y al mismo tiempo autónoma, puesto que su “clave” es un plus: podría desconocerse, y sin embargo está allí, y funciona.
La múltiple vitalidad de la escena en Buenos Aires
Es evidente que no hay un modelo hegemónico de teatralidad en la vasta producción porteña; ni dos en pugna, ni lo “nuevo” abriéndose paso, aporreando y escandalizando a lo “viejo”. Conviven yuxtapuestas, levemente superpuestas, en contagio o ignorantes la una de la otra, lo que Dubatti micropoéticas en el contexto del “imperio de la multiplicidad” .
[1]. La obra C. Adamovsky (las obras de C.A. -puede verse en este blog las reseñas de su puesta en escena de Elsa, de Jürgen W. Berger, y de su actuación en Los últimos felices, de Paco Giménez–) es un ejemplo de la vitalidad de este paradigma.
Y el cuento de Kafka
Somos cinco amigos.
Una vez salimos, uno tras otro, de una casa.
Primero salió uno y se colocó al lado de la puerta de calle; después el segundo salió por la puerta, o, mejor dicho, se deslizó con la misma suavidad con que resbala una gota de mercurio, y se ubicó no lejos del primero; después el tercero; después el cuarto; después el quinto. Finalmente, nos pusimos todos en una línea, parados. La atención de la gente empezó entonces a centrarse en nosotros, nos señalaban y decían:
“Los cinco acaban de salir de esa casa”.
Desde entonces vivimos juntos.
Sería una existencia pacífica si no viniera siempre un sexto a entrometerse.
No nos hace nada, pero nos resulta fastidioso, y eso ya es bastante.
¿Por qué se mete por la fuerza donde no se quiere saber de él?
No lo conocemos, y no queremos aceptarlo con nosotros. Tampoco nosotros cinco nos conocíamos antes, y, si se quiere, tampoco ahora nos conocemos unos a otros; pero lo que entre nosotros cinco es posible y se admite, con ese sexto no es posible y no se admitirá.
Aparte de todo esto, nosotros somos cinco y no queremos ser seis.
¿Y qué sentido tiene, en definitiva, este permanente estar juntos? Ni siquiera para nosotros tiene sentido alguno. Pero nosotros ya estamos juntos, y continuamos así; pero no queremos una nueva unión, en razón, precisamente, de nuestras experiencias.
Pero ¿cómo puede uno hacerle entender esto al sexto? Darle largas explicaciones significaría ya casi una aceptación en nuestro círculo. Preferimos no aclarar nada, y no lo aceptamos.
Por más que saque trompa lo alejamos a codazos; pero por más que lo alejemos a codazos él vuelve.
[1] Conceptos extraídos de su artículo: “Poéticas y fundamento de valor en el nuevo teatro de Buenos Aires“ , Jorge Dubatti, (para ampliación de los conceptos, el libro Micropoéticas . Teatro y subjetividad en la escena de Buenos Aires , investigación realizada como coordinador del Área de Artes Escénicas del Centro Cultural de la Cooperación (2001).
– La diosa Blanca http://la-diosablanca.blogspot.com
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