Lo que quiero decir es que entre la producción literaria y la vida política-social de un autor (en este caso Vargas Llosa), no puede haber un abismo.
El escritor se resguarda en sus libros y, estoy convencido que piensa, siente y actúa a través de sus escritos.
No es el caso de Mario Vargas Llosa, cuyo producto literario no refleja su pensamiento social, repudiable para el contexto que lo abreva, a pesar de que los mismos están muy ensamblados con la ecología que lo sostienen. Por ej. Pantaleón y las visitadoras, se desenvuelve en plena Amazonía (lugar recurrente en sus obras), en tanto que El Escribidor y La tía Julia, retoma las calles limeñas (una vez más), lo mismo que en El héroe discreto, se empeña en recorrer los suburbios de la colonial Lima y los entremeses de una crónica policial.
Su Fiesta del chivo fue adaptada y llevada al cine. Muchas de sus obras están influidas por la percepción del escritor sobre la sociedad peruana y por sus propias experiencias como peruano; sin embargo, de forma creciente enuncia opiniones poco felices y discriminatorias para las condiciones de vida actuales y más cerca de la convivencia medieval. Ha residido en Europa (entre España, Gran Bretaña, Suiza y Francia) la mayor parte del tiempo desde 1958, cuando inició su carrera literaria, de modo que en su obra se percibe también una cierta influencia europea.. Pareciera que estos aires europeos y su nacionalidad española tiñeron sus pensamientos sociales.
Mi deseo y convencimiento es que el escritor “debería” tener una pátina colectiva de grandeza, toda vez que su audiencia lectora, es esencialmente popular; por el contrario, si bien la prosa Vargallosiana, refleja a las clases populares peruanas, es conocida su irritante (para muchos y para mí) adhesión al liberalismo, quizá producto de su posterior extranjerización europea. Al igual que otros autores latinoamericanos, ha participado en política, pero a diferencia de los anteriores latinos galardonados por la Academia Sueca, es defensor de las ideas liberales. Por supuesto que es dueño, pero no por eso deja de ser chocante, toda vez (que en sus escritos) trasunta la vida cotidiana y mundana de una ciudad y sus costumbres, contexto al que debe honrar. Como anterior aficionado a sus escritos, hubiera deseado (como la mayoría) que tuviera sus opiniones e ideales cercanos al progresismo y a la democratización de los pueblos. Por el contrario, sin esforzarse se entromete “groseramente” en los asuntos internos de la política sudamericana, siempre a favor de los intereses monopólicos.
EL PROGRESISMO
Es una ideología y doctrina que defiende y busca el desarrollo y el progreso de la sociedad en todos los ámbitos y especialmente en el político-social. Wikipedia: ”El Progresismo es una corriente política de centro-izquierda, formada por doctrinas filosóficas, éticas y económicas que persiguen el progreso integral del individuo en un ambiente de igualdad, libertad y justicia. Aunque el término tiene precedentes de la Revolución francesa, el progresismo contemporáneo nació de las luchas por los derechos civiles e individuales que dieron vida a movimientos sociales como el feminismo, el ecologismo, el laicismo, la sexo-diversidad, entre otros. El Progresismo plantea el ¨progreso indefinido¨ y la renovación de la sociedad, la economía, la política y el Estado. En ese sentido es totalmente opuesto al conservadurismo. Los Progresistas propugnan que deben ser las capacidades del individuo y no las condiciones al nacer las que determinen el límite de sus aspiraciones. Por lo tanto el progresismo propone que el Estado debe generar las condiciones para que sea el esfuerzo humano la única variable que determine la desigualdad social.”
En ese sentido, el autor debe guardar un mínimo de ética y coherencia con la realidad que su literatura transcribe. La ética y la estética gramatical no son secundarias en relación con el contenido y la vida diaria del que escribe. Suele postularse una distinción entre la forma y el contenido de las manifestaciones políticas. Dice el sociólogo Diego Litninoff: “Lo fundamental del acto comunicativo consistiría en transmitir un determinado mensaje, al que se le subordinarían los medios más óptimos para conseguirlo. Esa noción de la comunicación, hegemónica desde mediados del siglo pasado, ha sido objeto de cuestionamientos, cada vez más agudos”. Lo verdaderamente fundamental del acto comunicativo es el mensaje, (mío) y éste no es más que el medio para una comunicación más compleja, que involucra la transmisión de principios constitutivos, anclados en ciertas formas de expresión. Es referente a que Vargas Llosa presta, constantemente, su voz a los Medios (variados) para denigrar formas de relaciones democráticas (populares).
En definitiva, lo que quiero decir es que entre la producción literaria y la vida política-social de un autor (en este caso Vargas Llosa), no puede haber un abismo. La escritura y el compromiso con la sociedad de un escritor, no pueden estar tan escindidos (disociados), en tanto que la vida particular del escritor debe resguardar un mínimo de coherencia ideológica entre su literatura y su praxis social. Si pinta su aldea, me atrevo a creer, que preserva un mínimo de cariño por el terruño que describe y los habitantes con los que juega literariamente ( y no meras mercancías consumidoras) , testimoniando (permanentemente) el pulso de su tiempo (su época) y nuestra época repudia, considerablemente, las desigualdades económicas de todo tipo (educativas/de bienestar/sanitarias, etc.).
La sociedad actual aspira a que la composición de clases no sea tan abismal y las oportunidades de los grupos se equilibren y, esto, no es la aspiración de los sectores liberales (específicamente Vargas Llosa), que siguen poniendo los puntos en las discriminaciones y distanciamientos (diferencias/privilegios/Las reglas interesadas del mercado/La privatización despiadada, siempre en desmedro de las necesidades de la población/La disminución negativa del Estado, presentándolo como ineficiente, La aniquilación de la política como instancia liberadora; etc.). En este punto, también, se juega el decoro de los que construyen la cultura, ya que al estar por encima de los ciudadanos comunes, sus ideales y acciones deben ser encomiables.
Su conducta pública debe estar en el orden del ejemplo y, no por el contrario, develar sus miserias y mezquindades.