La semana pasada Klara Min se lució con Mozart y allí surgió la inevitable pregunta: cómo será su tarea en páginas del Romanticismo? No podía ser diferente. Su personalidad se deja adivinar en un gesto elegante, de alta mirada que conoce su arsenal de posibilidades ante un público que no la conocía ni de nombre.
Salta, jueves 13 de junio de 2019. Teatro Provincial. Solista: Klara Min (piano). Orquesta Sinfónica de Salta. Director Titular maestro Noam Zur. Concierto para piano y orquesta nº 1 en si bemol mayor op. 23 de Piotr Ilyich Tchaikovsky (1840-1893). Obertura Ruslan y Ludmila de Mijail Glinka (1804-1857). Francesca da Rímini op. 32 de Piotr Ilyich Tchaikovsky. Ciclo del Mozarteum Argentino Filial Salta. Aforo 85%.
El apellido Rubinstein, en la Rusia de los siglos XIX y XX está muy ligado a la música de Tchaikovsky. Antón Rubinstein fue su maestro de música luego que el compositor romántico hubiera finalizado su estudio de leyes.
Nikolai Rubinstein fue el primer destinatario del concierto escuchado esta noche y Arthur Rubinstein fue el pianista cuya interpretación es modelo para todos los tiempos. Tchaikovsky fue una personalidad centrada y sensible cuya no muy larga vida está plagada de rumores y anécdotas que hoy no vienen al caso. Pero no cabe duda que se trata de uno de los autores más frecuentados en los escenarios sinfónicos del mundo.
Este concierto, escrito entre sus 34/35 años es una obra maestra. Está basado en melodías ucranianas de directa llegada a las emociones del oyente, que además reconoce la delicadeza de temas afrancesados.
La triple presentación de cinco acordes de gran fuerza entre el solista –la solista en este caso- y la orquesta dan inicio a un prolongado primer movimiento lleno de emotividad. Un sencillo “andantino” nos acerca a un poderoso “allegro con fuoco” final. La semana pasada Klara Min se lució con Mozart y allí surgió la inevitable pregunta: cómo será su tarea en páginas del Romanticismo? No podía ser diferente. Su personalidad se deja adivinar en un gesto elegante, de alta mirada que conoce su arsenal de posibilidades ante un público que no la conocía ni de nombre. Luchó y venció con un piano que creo está solo para ensayos –la provincia de San Juan compró tres Steinway de gran cola en estos últimos tiempos-. Su espléndida digitación, su tremenda seguridad reservada a las grandes figuras del teclado le sirvieron para una poderosa y vital interpretación que hasta disimuló elegantemente alguna escala poco limpia. Sus frenéticas octavas, la música generada por melodías del campesinado ruso del sur, los marcados ritmos fueron elementos compartidos por ella con el maestro Zur que llevó la orquesta a un trabajo sin manchas.
Con total autoridad Noam Zur enfrentó el poema sinfónico mencionado en el epígrafe. Siempre sentí que se trata de una fantasía orquestal por su llamativa estructura. Es música que describe un hecho real y que motivara la composición que lo recuerda por parte de cuatro compositores siendo la de Tchaikovsky la mejor. Se trata de una tragedia ocurrida en el siglo XIII, originada en el amor adúltero de la bella Francesca da Rímini (25) con Paolo Malatesta (38), hermano menor de Gianciotto (40) marido de aquella que descubre el episodio y asesina a quienes lo engañaron.
Dante Alighieri, contemporáneo de los personajes cuenta apasionadamente el drama que conmovió a Rímini y su región y describe los horrores del segundo círculo del terrible infierno al que están destinadas las almas de los adúlteros.
Noam Zur consustanciado con el desventurado infortunio llevó a la orquesta a espacios de alto nivel interpretativo. El maestro destacó el lirismo de un amor ciertamente impuro pero casi tangible; las emociones que despierta erizando la piel, esos pasajes de tremenda fuerza orquestal que muestra por momentos la intensidad de la pasión y la furia incontenible del engañado. La pregunta sin respuesta es: cuanto de similitud hay en esta obra con la vida real del compositor? No hay nada registrado y si lo hay no se ha encontrado aún. Pero los tramos de la obra: 1) la puerta del infierno, 2) la confesión de Francesca y 3) el inframundo de los muertos en pecado, tal vez se relacione con la depresión del compositor, su desastroso matrimonio de solo dos meses de duración con una alumna suya, etc. Zur impactó con su agradecimiento al Mozarteum por confiar en él y la dedicatoria del concierto al cumpleaños de su abuela.
En el medio de las obras comentadas, la obertura de Ruslan y Ludmila del creador de la música nacionalista rusa: Miguel Glinka. Fue un compositor que usó no pocos motivos populares de su tierra y los convirtió en lenguaje musical universal como lo hicieron antes o después, Smetana y D’Vorak en la antigua Checoeslovaquia, Albeniz y de Falla en España o Sibelius en Finlandia, para citar algunos nacionalistas.
En los tiempos actuales, la ópera, cuya historia trata de un héroe que salva a la doncella de las acechanzas de un malvado hechicero, casi no está en los escenarios del mundo pero su obertura es una breve página muy tocada en conciertos sinfónicos. Es enérgica, firme, altamente expresiva y en este caso fue mostrada por el maestro Zur, en irreprochable tempo.
Recordables los solos de Santiago Clemenz (flauta), Emilio Lépez (oboe), Eugenio Tiburcio (clarinete), Eugenio Bucello y Andriy Chornyy (violonchelos), notable la percusión, como así también la solidez de la orquesta.