Como lo hacen muchos y muchas de la televisión argentina de edades y procedencias diversas (sólo que algunos más de una vez como se dice se hacen los sotas), desde hace un par de años la actividad principal de Silvia Süller (en lo económico) la desarrolla como (por decir) figura mediática de presencia viva en Hippopótamus, un night club en el barrio de Recoleta, en Buenos Aires, donde la gente (sobre todo los varones argentinos y extranjeros con billeteras solventes) se divierten con mujeres que van de aquí para allá, entre caños y tragos, mesas donde estar, una pista donde bailar, un vip oscuro, reserva y discreción según la conveniencia del momento, luces azules penumbrosas y bolas e hipopótamos de espejos que sobrevuelan el techo. Hippopótamus (como Cocodrilo, Esperanto, entre otros) es la comunión digamos moderna de los míticas boites de los años 60 y 70 (Mau Mau, por ejemplo) con las discos de los 90 (Trumps, El cielo, Ku, por ejemplo), donde siempre explota y/o se encubre un escándalo que salpica para todos lados (sobre todo a la gente de la televisión y la política argentina).
En una entrevista a Anabela Ascar el año pasado Silvia Süller dijo que, “como es profesora de inglés y conoce dos idiomas más”, en Hippopótamus es una especie de relaciones públicas donde ella comparte una copa de champagne sentada a la mesa de quien, por 100 dólares la copa, requiera su compañía. También le dijo a la Ascar que menos whisky la copa de champagne puede mutar en un vodka con jugo de naranja (destornillador) con Speed o con Melón, y que en Hippopótamus no hace shows y que de hacerlos, los hace en privado.
Canción desesperada
Durante el primer menemismo Canal 7 no era la Televisión púbica sino ATC, Ahora También Competimos. Ahí, de noche, Antonio Gasalla hacía maravillas, las tardes eran de Nacha Guevara, Andrés Percivalle, Graciela Alfano y Mona Moncalvillo. Los mediodías eran de Mauro Viale, un pionero del enchastre actual aunque por entonces aún le faltaban unos años para su apogeo (que fue en Canal 2 –América-). Pero fue el mismo Mauro Viale quien le hizo una de las primeras entrevistas por decir “seria” a Silvia Süller. Aquella vez Mauro le preguntó: “Esto que usted hace, este papel que usted hace en las revistas, en los programas, qué sé yo, ¿esto es de verdad? ¿Ésta es usted o eso es un muñeco?”. Silvia, que es rubia de siempre pero andaba por entonces con peluca negra y corta (como su vestido), mal sentada a propósito en una butaca giratoria y maquillada en la transición del color de la línea recta al difusor entre los 80 y los 90, le respondió: “No, yo soy un personaje. Yo hago un personaje de televisión, en el teatro. O sea, soy un poquito así pero en televisión y teatro exagero más de lo que soy. O sea, tengo buen humor, tengo buen carácter, estoy siempre sonriente, siempre diez puntos, siempre esplendida pero en el escenario lo aumento, lo multiplico. Pero soy así, sí. Y yo no miento. Cuando hago una declaración la hago porque es verdad, sino no la hago”.
Silvia del Carmen muta
Lo más roto que tiene Silvia del Carmen Süller es su corazón. Por eso es Silvia Süller desde hace más de 20 años. El próximo 10 de febrero cumplirá 53 años y, aunque tarde o temprano todo y todos en la televisión se entregan al hartazgo, a la especulación financiera, a la publicidad no tradicional (PNT), a las actuaciones planas, a la timba de los mensajes de texto, a la velocidad casi irrefrenable de lo que sucede, a las pomadas que borran las várices, a las cremas que alivian el dolor de las hemorroides, a los aparatos que contraen los músculos con afán endurecedor y moldeador, y a la repetición de ciertas fórmulas de desarrollo y continuo (en ficción y no ficción) que renegocian lo que fue visto con lo que se está viendo, Silvia Süller sobrevive y sobrevivió televisivamente gracias a ella misma, usando a favor y en contra todo lo que sucediendo le estaba, todo lo que le sucedió y todo lo que está en su vida y en su entorno. Ese entorno también incluye a su familia, a uno de sus hermanos sobre todo, de nombre Guido y de sobrenombre “Guido Su”, que es cuatro años menor que Silvia y que merece crónica aparte a esta altura.
El corte y la quebrada
En los años 80 del siglo pasado Silvia Süller era (discontinua) modelo, y entre 1978 y 1986 estuvo casada con Jorge Graviotto y Miguel Ángel Zulli. Pero se separó de los dos y en 1987, recién salida del horno la ley de divorcio, quedó soltera de nuevo. Un año antes había nacido Marilyn, de padre con identidad confusa y de apellido materno entonces. Silvia ya participaba (serena, medio lánguida y sonriente siempre) como secretaria en Grandes valores del tango, programa ícono en cuanto a la difusión del tango y de sus mejores cantantes (todo el mundo recuerda a Jorge Falcón). El programa, conducido por Silvio Soldán iba Canal 9, propiedad de Alejandro Romay, a quien por esos tiempos le decían “el zar de televisión argentina”. Lo era y Soldán, por entonces, era una imagen televisiva digamos aceptada que formaba un trío (o cuarteto) con dos o tres conductores más del mismo canal que a mediados de los 80, cada uno en lo suyo y siempre haciendo mención a sus predecesores, marcaron una especie de estilo en cuanto a la actuación dentro del formato conducción de programas de audiencia masiva. Leonardo Simmons (Finalísima) y Héctor Larrea (Seis para triunfar) encabezaban con Soldán, pero Berugo Carámbula también se divertía a mares conduciendo en el 9 Venga y atrévase a soñar. Pero fue Silvio Soldán el que acaparó dos sectores de la teleaudiencia por entonces bastante dividida en cuanto a franjas, programas e intereses. Además de Grandes valores del tango, también, fue durante décadas el conductor de Domingos para la juventud, programa donde quintos años de la escuela secundaria se disputaban un viaje a Bariloche para todo el curso.
Silvia Süller (28 años en 1986) era secretaria en ambos programas cuando el amor entre el conductor (75 años hoy) y ella se hizo público, jovial y carne en ambos y en la tele. Se casaron después de un año de noviazgo y tuvieron un hijo (Christian Soldán). El matrimonio vivió en la casa de Soldán, donde también vivía (y vive) Tita, la madre de Soldán, una literal bruja según contó Süller años después. Pero en 1992 algo sucedió y fue Silvio Soldán el que decidió romper para siempre (se dijeron tantas versiones sobre el motivo que ya no importa). Ahí nomás empezó una verdadera guerra mediático-judicial que le costó a Silvia la tenencia de Christian, y la llevó a ser otra Silvia Süller, a abrir la boca, cosa que había hecho poco hasta entonces. Pero no sólo la boca abrió Silvia.
Pizza, champagne y chizitos
Afirmando siempre que Silvio Soldán fue el “gran” amor de su vida, a pesar que desde 1995 hasta 2005 estuvo en pareja con un tal Claudio Ponce, de paradero mediático desconocido hoy, y con quien no la pasó muy bien según ella misma contó (la quiso estrangular, al parecer), Silvia Süller dijo e hizo todo lo hizo para demostrarle quién sabe qué cosa a Soldán. El auge emocional del momento se podría llamar menemismo, la tendencia en la tele era lo festivo, la celebración de la risa idiota y la partuza como englobe general. Eso formó, deformó y hasta ayudó al personaje que Silvia empezaba a dejar ver. Lo hizo de golpe, a las risotadas y a los desbordes de llanto, desfachatada ante una farándula televisiva que, desde que no fueron más matrimonio con Soldán, la cobijó en casi todos sus programas, a toda hora, y que al principio la miró como víctima pero que siempre en el sentido único de la palabra y como dice de ella Jacobo Winograd (historia aparte), Silvia Süller es, fue y será una “flor de puta”. Pero entre la Süller y la televisión se generó un negocio que de alguna manera hoy, inundada la pantalla chica de expositores de una verdad que ni siquiera saben actuar, aún genera la inacción del zapping cuando aparece en la pantalla, aunque sea por un rato.
Más allá de lo económico, Silvia Süller nunca buscó como se dice “limpiar” o desmentir nada de todas las cuestiones y asuntos de los que habló y fue parte. Dijo ser la única en no acostarse con el ex presidente que dicen tenía un zoológico privado en Anillaco, dijo acostarse (un decir) con 8 de los 11 jugadores del club de fútbol San Lorenzo, que aceptó sexo por regalos, fue precursora en armar quilombo en vivo, llora y se le deshace la cara, fue la primera en mandar al frente a varios con una cuestión llamada “cocaína” y nunca se retractó de casi nada. Se quiso suicidar pero al parecer no fue cierto, almorzó con Mirtha, se sentó en el living de Susana, le dio besos secos a Repetto, se bajó a muchos, vive peleada y rejuntada con Rial y cía., no le interesa ni el teatro ni el cine y grabó un disco en 1997, Süllermanía , con 12 canciones (entre El beso seco, El chizito de Jacobo y La banana del amor, entre otras, hay una que se llama Canción desesperada y es para Soldán).
Dijo verdades a medias, mintió al aire como se le dio la gana, más de uno la fajó, embarró gente sinsentido y a otros con razón y más que guasa es ordinaria a veces, pero también hay cierta dosis de descarga prejuiciosa sobre ella. Jamás desmintió ningún rumor sobre su persona y/o personaje porque fue y es ella misma la que se encarga de difundirlos. Así entró a las pantallas chicas argentinas a principios de la década del 90 del siglo pasado, cuando dejó de ser la enamorada esposa de su por entonces marido Silvio Soldán y pasó a ser, simplemente, Silvia Süller. Y fue una novedad ella por entonces, cuando despechada y desorientada por el fin del amor de Soldán para con ella, decidió contarlo todo al aire. A partir de allí su por llamarla carrera se puso en oferta al cualquier formato que derivase de la impronta de popularidad venida de la tele. Como hacen todos hoy, pero con menos gracia a veces. En televisión, una vez separada de Soldán, estuvo en Matrimonios y algo más (1996), El Paparazzi, Increíble pero Rial (1997), Rumores (2002), Zap TV (2003), Odisea, en busca del escarabajo dorado (2005), Bailando por un sueño (2007), Gran Cuñado VIP (2009), entre otros, donde en la mayoría hacía las veces de opinóloga, panelista y simple contadora de sus andanzas. En teatro, llenó salas enormes de la calle Corrientes en espectáculos cercanos a las revistas y derivados del café concert. Estuvo en Tanga feroz (1994), La noche de las pistolas frías (1995), Ricos y fogosos (1997), Armatetón (1998), Corona al gobierno, Süller al poder (1998), Y dicen que somos aburridos, la joda continúa (2000), entre otras. Mientras tanto, y no por Silvia Süller, Silvio Soldán se las vio negra cuando en 2001, un mes antes de que en el país explotase todo, su pareja de entonces, Giselle Rímolo, fue descubierta, desenmascarada y enjuiciada mediante una cámara oculta de un programa que conducía por Canal 13 María Laura Santillán (Telenoche investiga). Había quedado al descubierto que Rímolo ejercía la medicina sin el título habilitante, que recetaba, que alguien había muerto y que la clínica (de belleza) que tenía la había abierto con dinero venido del bolsillo de Soldán, quien en 2003 pasó 61 días preso, pero que después quedó sobreseído de la causa. Giselle Rímolo pasó 6 meses en la cárcel de Ezeiza y salió bajo fianza y después de desembolsillar 300 000 dólares. Es probable que Giselle Rímolo este año sea una de las participantes de Bailando por un sueño, pero es sólo un rumor que circula aún. Entre tanto, Silvia Süller sigue al aire, deteriorada pero auténtica, al menos en la meta ficción o meta vida que es ella al aire, por la pantalla del televisor, a merced de cualquiera.
Leonel Giacometto
– El autor es escritor, director de teatro y periodista cultural. Durante el 2010, dictó en Salta un taller sobre Crítica teatral e integró el desmontaje de las obras participantes en la Fiesta Provincial de Teatro.
– Nota publicada en El Ciudadano- 9/02/11- Rosario. Santa Fe. Argentina
– Fuentes: PUTOS BREVES. Ficción jedionda
http://putosbreves.blogspot.com/
(en Fotolog: http://www.fotolog.com/jediondo)