Tranqui, tranqui… es parecido a lo que piensas pero no exacto. El docente es un actor social que no pasa desapercibido para nada. Lo podemos constatar desde las noticias diarias y desde la cotidianeidad de nuestros hijos en la escuela donde intentan “asimilar” y desarrollar el proceso de enseñanza aprendizaje.
Ahora bien, para saber si logró aprender o no, se deben realizar “mediciones” con ciertos criterios: ¿logró el alumno alcanzar las expectativas mínimas propuestas en el programa de enseñanza (currículo anual), coherentes con los contenidos mínimos de saberes que demanda la sociedad y que esta considera para que un alumno sea competente como ciudadano y trabajador? Esta evaluación se realiza durante todo el proceso en sus distintos niveles redefinidos por la nueva Ley Provincial de Educación: en el inicial, primaria, secundaria y superior (cronológicamente equivaldrían los dos primeros a la niñez, luego a la adolescencia y a la juventud cosa que no siempre coincide coherentemente ya que las etapas evolutivas están trastocadas: el niño no es tan niño, el adolescente lo es largamente y el joven de repente es un adulto en condiciones paupérrimas.
Bueno, ¿a qué viene toda esta introducción? El docente maneja un tremendo poder delegado por el Estado (que es quién fija los Contenidos Básicos Curriculares): La acreditación del alumno, decir si llegó o no llegó, si sabe o no, si es competente o no a la medida de las ”exigencias sociales”, y aquí está el drama de siempre: el ejercicio del poder…
No pocas veces hemos experimentado, como alumnos o como padres de alumnos, la desazón y la injusticia frente al criterio de evaluación de algunos docentes, realmente de terror.
Analicemos el tema un poco a través de los distintos niveles educativos.
Quizás el inicial se salve en gran parte de este terror por la precariedad, lo básico y fundamental del aprendizaje. Aquí el horror viene por el lado de la desidia y el descuido de algunos.
En el nivel primario y secundario (ex EGB 1,2,3 y polimodal) se empiezan a sentir no pocas veces las garras de este terrorismo docente (sobre todo cuando se avanza en el nivel) ya sea por medio de una concepción “conductista”, o cuando no se hace contacto con el alumno (descontextualización) o sencillamente se acude a una postura cuasi- automática y por supuesto des-humanizante en la relación docente alumno. Es decir, sólo se evalúa desde el producto que se quiere lograr y en realidad hoy el alumnado está lejos de un perfil predeterminado de ciudadano y esto es un verdadero “indicador” de la incoherencia del sistema que pretende una calidad con materia prima y maquinarias en estados deplorables.
La escuela está lejísima de lograr calidad educativa ya que tiene que lidiar fuertemente con la inclusión, la incontrolable variable situacional (entre otras cosas) provocando una insuficiencia en el proceso de enseñanza aprendizaje y por ende el rechazo de la demanda social del alumno y la consecuente frustración de este expresada en su desinterés por aprender.
Y así llegamos a los tumbos al nivel superior en el cual no pocas veces y desde su orgulloso y soberbio status es “exigente” al punto de subestimar tremendos esfuerzos por parte de los alumnos en su lucha por posicionarse mejor ante el futuro. Mentiroso argumento es la pretensión de un alto perfil profesional que se quiere obtener del alumno.
Esta situación aporta a los porcentajes de deserción en los distintos niveles: de los que comienzan por allá, en sus cinco añitos de vida, el título profesional será conseguido por el 10% , el secundario por un 30% y el mismo primario por un 85% más o menos y con generosidad. Claro, algunos responsables de estos pasos en el proceso de aprendizaje se lavan las manos echándose culpas mutuamente.
Aquí llegamos a la inflexión de la crítica al sistema educativo ¿Dónde está la falla? ¿En qué instante del proceso se produce? ¿En las decisiones políticas? ¿En los “pedagogos” con su lectura de la demanda social hacia la escuela? ¿En el docente con su didáctica ineficiente o con su vocación endeble? ¿En la incapacidad de los alumnos?
A decir verdad la cuestión es Salomónica. Desde el Estado, en todas sus formas, las decisiones políticas son venerables pero al mismo tiempo manchadas por la corrupción y la ineficiencia burocrática que terminan provocando daños muchas veces irreparables en generaciones enteras de Argentinos. Una justicia que se prende a este proceso demodelor con su obsecuencia a no se que poder. Un Ejecutivo rodeado de una atmósfera demagoga y autoritaria y una Cámara Legislativa poco representativa, ya que ejercer un acto libre para votar una ley significa un sufrimiento de parto. El sistema Republicano de nuestro País aún hace agua, tiene muchos parches y ataduras de alambre.
Algunos “Pedagogos” en su miopía realizan una lectura social fuertemente ambigua y esquizoide de la demanda. El sujeto de sistema escolar es el alumno y su objetivo es la formación plena e integral del alumno para ser feliz y no un mediocre, vagabundo o mendicante existencial. El sistema social, hoy por hoy alimenta una cultura ambiente que beneficia millonariamente a unos pocos y liquida despiadadamente a la mayoría. El Estado debería de apuntar a mejorar esta cultura ambiente si se dice defensor del pueblo y no alimentarla con la demanda social requerida al perfil de nuestros alumnos (¿inclusión social o cambio social?)
Muchos docentes en medio de sus desbordantes exigencias laborales (manera contemporánea de esclavitud) terminan con la vocación a la deriva cayendo en automatismos y autismos didácticos y muchas veces se ven desesperanzados y lo expresan en la cotidianeidad del “sálvese quién pueda” o en el mejor de los casos “salvemos a quién podamos y como podamos”.
Pero todo esto no justifica la activación de potencias sádicas con los alumnos al momento de evaluar. El poder que maneja el docente (que no le es propio y que es importantísimo y mucho) es para edificarlo y no para destruirlo. Baste pensar en las exigentes carreras de la UNSa (carreras como Industrial, Contador o Lenguas) donde en nombre de la calidad se masacran estudiantes dia a dia.
Realmente algunos docentes de esta “Alta Casa de Estudios” ejercen un especie de terrorismo Stanilista-Fundamentalista-Pedagógico.
No se quedan atrás en algunos Profesorados que en “nombre de la calidad profesional de los futuros docentes” tienen sus aulas vacías y su porcentaje de éxito ronda el 5% en el mejor de los casos.
Ahí está el abuso del poder siempre silbándonos al oído como el zumbido de una serpiente para confundirnos y hacernos creer que es buena la pseudo-exigencia en nombre de la calidad educativa, de la competencia social y hasta del perfil de Argento al que aspiramos.
Finalmente, siempre las víctimas son los más débiles… El sistema y todos sus actores deben velar desde todos sus ámbitos por la persona del alumno, todo lo demás acompaña o favorece la conquista del objetivo antes mencionado: la formación integral como un componente del camino hacia la felicidad de nuestros hijos.
No a la demagogia educativa
Es verdad que hay docentes mediocres que hacen un repudiable ejercicio de poder intimidando al alumno y humillándolo. En todas las profesiones hay personas así. Sin embargo hay que aclarar que más allá de cualquier humanitarismo no se puede dar el título de médico a quien no tenga nociones de anatomía y farmacología, que no se puede habilitar como arquitecto a quien no tenga conocimientos básicos de física y manejo de materiales. Los docentes cumplimos con un deber no sólo legal sino moral cuando no promocionamos a un alumno que no tenga los conocimientos mínimos. Y eso no es terrorismo. Al contrario, es civismo. Como docentes tenemos que estar dispuestos, en lo posible, a volver a enseñar y a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que el alumno adquiera los conocimientos necesarios. Pero si el estudiante no quiere aprender o sus padres pretenden que apruebe sin saber ¡eso sí que es de terror!. Que haya estudiantes que crean que la Logia Lautaro fue la madre de San Martín no es gracioso: es patético. Echarle toda la culpa a los profesores del fracaso educativo es un error.
Trigo y cizaña
Así es, hay de todo en la viña del Señor. Mi inquietud va por el lado de la injusticia que se manifiesta no pocas veces cuando se trata de promocionar en algún contenido a los alumnos. Repito, el nivel superior es el que más afecta en este sentido ya que es fácil constatar matriculas versus promociones finales. Es aterrador el fracaso de los proto profesionales.
El sistema educativo Argentino es recontrapiramidal de exprofeso y muchos docentes s e prenden en esta concepción sádica sin medir las consecuencias causadas al alumno: cubican diferencias sociales. Quizás en este sentido es más edificante el sistema de EEUU donde los jóvenes tienen su lugar de realización a medida que vanzan en los niveles de educación. La evaluación y la autoevalución en mutuo consenso dan pie a que el alumno no cargue de por vida con la frustración de «no haber podido con el sistema educativo» provocando esto una mayor marginalidad y en el mejor de los casos no se sentirá un analfabeto( pero esto de verdad no sirve para incluirse ni social ni laboralmnete).
Como ejemplo puse, entre otros, la carrera de Ing. Industrial de La UNSa ya que en esta si no promocionás una materia quedás libre y cada instancia posterior(alternativas a la promoción)son más duras para aprobar la materia, es decir no te tiran un salvavidas, te atan un yunque.
Insisto, el sujeto del sistema educativo es el alumno y este debe de realizarse como una medida de la calidad, sino estaremos gastando pólvora en chimangos en un futuro que no promete nada, solo más dominación, injusticia y esclavitud.
Atte Hugo Luis Daher