Los tres, músicos formidables: Freddy Varela Montero, Stanimir Todorov y Paula Peluso. Son instrumentistas de altísimo nivel. Opus Trío es uno de los muy buenos grupos de cámara de nuestro país, que ya han adquirido merecido renombre.
Salta, jueves 29 de mayo de 2014. Teatro de la Fundación. Opus Trío; Freddy Varela Montero (violín). Stanimir Todorov (violonchelo). Paula Peluso (piano). Trío para piano y cuerdas en re mayor op. 70 nº 1 “El Fantasma” de Ludwig van Beethoven (1770-1827). Trío Elegíaco nº 1 en sol menor de Sergei Rachmaninoff (1873-1943). Trío para piano y cuerdas nº 2 en do mayor op. 87 de Johannes Brahms (1833-1897). Ciclo del Mozarteum Argentino Filial Salta. Aforo 65%
Freddy Varela Montero, concertino de la Orquesta del Teatro Colón y Director Concertino de la “Camerata Bariloche”, Stanimir Todorov, solista adjunto de la Orquesta del Teatro Colón y primer violonchelo de la Camerata Bariloche. Paula Peluso, pianista argentina de intensa actividad musical. Todos conocidos de nuestra ciudad. Los tres, músicos formidables sobre los que ya hablé antes. Desde hacen apenas dos años formaron el Opus Trío y, al menos en nuestro país, ya han adquirido merecido renombre.
El recuerdo de una frase atribuida a Beethoven “¿Por qué escribo? Escribo porque es necesario que salga a la luz lo que tengo en el corazón” se corresponde exactamente a lo que sentí con este magnífico trío. Es de la época en la que el autor ya tenía una hipoacusia acentuada y sin embargo escribe una pieza de cámara profunda y significativa. Su “allegro vivace” termina con un inolvidable tema de ocho notas de verdadero atractivo. Luego el ánimo se convierte en sombrío, pesaroso, lindando con lo triste para cerrar con un “presto” que pareciera ser alegre y sin embargo no pierde su lenguaje dramático. La interpretación fue cuidadosa, sensible, y el sonido equilibrado con cada solista preocupado no por lo suyo sino por el todo.
Rachmaninoff vivió setenta años, pero su pieza elegíaca es de sus diecinueve. El instrumento del compositor fue el piano y está dedicado a él con el acompañamiento del violín y el violonchelo. Es posible decir que encabezados por Peluso, el Opus Trío consiguió una ejecución lograda donde la belleza estaba fácil para ser escuchada. La versión voló en la búsqueda de mover el alma con sus emociones. Eso es el “romanticismo”.
Finalmente media hora de excelsa música de cámara. El trío de Brahms está cargado de belleza en sus melodías que denuncian un ligero tinte gitano perteneciente a ese particular espacio del territorio húngaro donde ellos se afincaron. El hecho de poseer cuatro movimientos, con tanta inventiva temática, con tantos efectos sonoros como su particular “scherzo”, con ese andante preparatorio y un final pleno de humor solo son detalles de una construcción impecable. Es el Brahms de casi medio siglo de edad, con su intelecto ampliamente desarrollado que por momentos deja su carácter hosco para convertirse en un bonachón alemán del norte. La ejecución es de alta calidad y de tal nivel que los músicos no se permitieron ningún agregado. ¿Para qué más? Estaba todo dicho.
Se podrá encontrar interpretaciones mejores o no tanto, pero el Opus Trío tiene nada para envidiar. Son instrumentistas de altísimo nivel y su “affectio societatis” es más que evidente. Afuera el clima destemplado no ayudó a tener la sala llena. Una lástima. Esta excepcionalidad no es frecuente.