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domingo, noviembre 24, 2024

Urtubey y Lara Gros, el estrés del poder

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El gobernador de Salta fue atendido en un centro de emergencias cardiológicas tras una intensa jornada de trabajo que terminó con una taquicardia. El intendente de Orán se desmayó en una conferencia de prensa. El estrés tras las mieles del poder.

Con sólo 38 años de edad, el de Salta es el segundo gobernador más joven de la Argentina. Casado y con cuatro hijos, ha estado habituado desde siempre a que los trajines y la presiones de la vida pública impactaran sobre su familia.

Su padre Rodolfo Urtubey fue un prominente miembro de la justicia provincial que llegó a ministro de la Corte (y a quien siempre se atribuyó ideas políticas de una derecha más que pronunciada). Su tío Julio Mera Figueroa, ya fallecido, fue un destacado político que, populista y progresista en su juventud, terminó navegando en las dudosas aguas del menemismo y el saadismo.

El mismo Juan Manuel Urtubey ha ocupado una serie de cargos importantes a nivel partidario, legislativo y ejecutivo antes de acceder al tope del poder político provincial. Pero claro, todo ese fogueo seguramente debe aparecer apenas como un ensayo en sordina frente al fragor de gobernar como primer mandatario una provincia en crisis, con un cúmulo de problemas de fondo, complejos y acuciantes.

Desde el inicio mismo de su mandato el gobernador Juan Manuel Urtubey le imprimió un ritmo frenético a su estilo gubernamental. Así es que apareció pintando edificios escolares, ayudando a entregar bolsones a los inundados en el Norte, en maratónicas jornadas de audiencias en el Grand Bourg (sede del Ejecutivo salteño), visitando hospitales, inaugurando obras, respondiendo a la prensa, renegociando en Nueva York créditos internacionales, respaldando a la presidenta Cristina Kirchner en Buenos Aires.

Esa hiperactividad no debe ser por cierto tan desgastante quizá desde un punto de vista físico para un gobernador joven que parece muy saludable. Justamente esa juventud y vitalidad fue uno de los aspectos que -conciente o inconcientemente- le jugaron a favor en su exitosa campaña hacia el Grand Bourg frente a un Walter Wayar algo demacrado tras una dura lucha por superar (o al menos controlar) una cruel patología que afecta su garganta.

Por eso la noticia -primicia absoluta de Salta 21– de la descompensación cardíaca de Urtubey sorprende. La tensión psicológica es, seguramente, el verdadero problema: las demandas sociales, las expectativas creadas de un cambio, los reproches de quienes exigen que se cumplan promesas electorales, las sospechas de un acuerdo secreto de impunidad para Romero, la dura interna con los socios del Partido Renovador, los problemas económicos y políticos de primera magnitud con los que debe lidiar a diario (como el rechazo de los intendes al recorte en el envío de fondos a los municipios y su exigencia de una mayor coparticipación), el impacto de la crisis del campo en la provincia, el enrolamiento junto a un poder K en baja; un cúmulo de preocupaciones que finalmente pueden, sumadas y potenciadas, generar un pico de estrés.

jpg_Alfonsinafiche.jpgEl cielo y el infierno del poder

jpg_Alfonso.jpgLas fotos de antes de acceder y después de caer de la cumbre del poder político argentino de presidentes como Raúl Alfonsín, Carlos Menem y el mismo Néstor Kirchner son elocuentes. Sin duda el poder halaga y atrae con sus mieles de privilegios, fama y glamour. Pero también se cobra esos placeres con una sobrecarga de estrés que termina resquebrajando los cuerpos.

El triunfo embriaga. Pero luego las responsabilidades pesan. Las cambiantes circunstancias políticas y económicas y el variable humor de los ciudadanos impactan en los gobernantes, que se hacen adictos a las encuestas y son sensibles a todo lo que los periodistas puedan comentar o revelar de ellos.

Tan pronto el gobernante se ve complacido con elogios y aplausos como agredido con insultos y expresiones de odio. Pasa de encarnar sueños y esperanzas a simbolizar el fracaso y la decepción.

Es que entre nosotros, los latinoamericanos, el poder se concentra demasiado en una sola persona. Y esto en todos los niveles. Gamboa es los docentes salteños en lucha, De Angeli el campo argentino agredido, Kristina la democracia nacional acosada, Urtubey la esperanza o el fracaso de la provincia de Salta. Es demasiado.

Y si la mente no lo reconoce, el cuerpo sí lo sabe.

Lara Gros y Tutankamón, ¿gajes del oficio?

Otro ejemplo cercano: tras la represión violenta y salvaje en un asentamiento de Orán el intendente Marcelo Lara Gros quedó en el centro de todas las miradas y de todos los reproches.

Poco después el jefe comunal de la segunda ciudad de la Provincia -un hombre que también es joven ya que tiene 40 años- se desmayó en medio de una conferencia de prensa. También se explicó entonces que se trató de una «descompensación por estrés».

jpg_Lara_Gross.jpgLos políticos parecen poderosos.Pero son seres tan frágiles como cualquiera a quienes a veces el cuerpo y la psiquis -sometidos a tensiones impresionantes- les dice basta. La taquicardia y el desmayo pueden ser tanto una consecuencia como una advertencia.

Por lo visto Juan Manuel Urtubey considera a estos percances de salud como «gajes del oficio». El viernes, pasadas las 23, el cardiólogo Sebastián Saravia Toledo le recomendó -en la guardia de emergencias de CENESA- que «bajara un cambio». Pero el gobernador volvió el lunes a sumergirse en una actividad tan intensa como la que la semana anterior lo llevó hasta los umbrales de una crisis cardíaca que causó preocupación en su entorno.

A veces los dioses verdaderos se enojan cuando los jefes de las distintas tribus humanas, que no son más que la transitoria expresión de los temores, anhelos y sueños de una comunidad, quieren identificarse con ellos.

Un anciano Carlos Menem, para aventar dudas sobre su salud en medio de su espérpentica reaparición en la pugna política nacional en un intento de volver a ocupar el sillón de Rivadavia, jpg_MenemTutankamon.jpg dijo que él gozaba de un estado físico excelente y que iba a vivir mil años, como Tutankamón, mítico faraón egipcio.

Y mientras lo decía su expresión adquirió el estupor de un zombie, su boca se torció en un rictus desencajado y su cuerpo comenzó a doblarse, a inclinarse. Se desplomó finalmente en un soponsio que pareció un castigo divino a quien pretendía aferrarse a un poder que parece eterno. Pero que en realidad es humano. Demasiado humano…

Nota relacionada:

http://www.salta21.com/spip.php?article871 ¿Qué le está pasando al corazón de Juan Manuel Urtubey?

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