¿Cómo son los minutos antes de morir? Frase, entre arremolinadas voces de la Merello, inician un espectáculo de poética exquisita y doblez de talento: voz y composición artística de sublime estrato. “Dijeron de mí”, unipersonal musical sin parámetros.
Con una carrera en constante ascenso, Virginia Innocenti es una dama de la pantalla televisiva, prolífica actriz de cine y teatro. Conocida por su participación en El hombre de tu vida, Vidas robadas, Mujeres asesinas, Infieles, Campeones, entre las últimas tiras, con este trabajo alcanza una veta artística que bien podría posicionarla en la cima.
Acompañada por Diego Vila, en un piano notable y de solvente musicalidad, Innocenti se desliza por la vida de la muchas veces cuestionada y quizá poco valorada Tita Merello en ciertos ámbitos. Lo hace desde la reclusión y la soledad de la actriz y cantante, desde la Tita admirada y comprendida como la mujer transgresora que fue, pero sobre todo, desde el mismísimo talento.
Habitación 924 del noveno piso de la Fundación Favaloro, su casa, en un 24 de diciembre de 2002, allí nos situamos para ejercer una retrospección cuasi divina sobre su vida, amores, desencantos, éxitos y fracasos, tan amada como abandonada desde pequeña, tan artista y tan olvidada, con una vida de novela que Innocenti sabe “retratar” con una sugestiva mística.
El hilo conducente de la obra podría ser la razón para no suicidarse, de ahí la dramaturgia establece una conexión con la muerte de Favaloro como una sinrazón. El amor, es en la vida de Tita Merello una ilusión, como lo efímero de la belleza y del éxito, tópicos de la literatura escrita en nuestro idioma. Nacer milonga, llamarse la Pipistrela, ser del mismo arrabal… canciones con historia en un contexto exclusivo que cobra sentido, carnadura, poesía. Qué más pedirle a Innocenti que diga de la Merello, si lo ha evocado absolutamente todo. Qué más pedirle a la Merello si lo ha dado todo, porque ella es así. Un “Cambalache” que cobra la fuerza del presente, porque sigue dando lo mismo… Qué más pedirle a Discépolo… “Tranquilo viejo tranquilo”.
Amores de juventud y amores de senectud, entremezcla de luz y de sombras, un ocaso a plena luz del día. Esto es “Dijeron de mí”, qué más se le puede pedir. Un verdadero Tributo a Merello desde la belleza, una cosa que invade el espíritu, una bocanada de oxígeno contra la muerte, aún y pese a la noche. Noche que resplandece en el escenario, iluminada noche que revoca y trastoca, “barcos carboneros que jamás han de zarpar…”
Es cierto, la Merello iba de contramano. Innocenti lo refleja pero también la reivindica, por qué no; la revaloriza, la compone, la construye. Aquella muchachita de 16 años que subió al escenario se transforma en una anciana durante la puesta, pero fue una niña envejecida.
Bravo por las dos. La noche del viernes 2 de setiembre en el Teatro del Huerto, había una actriz en el escenario. Sin embrago estaban las dos, cantando y sintiendo, un clima intimista, dos voces al mismo tiempo, dos cuerpos en uno. Qué más podemos pedir.
Virginia Innocenti en «Dijeron de mí»
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