“Al final, yo era un viejo titiritero”- dice el profesor enamorado de su alumna Cecilia, de 17 años. Un duelo entre belleza e inteligencia por alcanzar el amor de una chica que juega con la ilusión de un cincuentón y sacia sus instintos con un joven.
Cecilia también enamoró a Roberto Cossa, tanto, que adquirió cuerpo en la segunda versión de su dramaturgia donde esta vez, la idealizada Lolita muestra sus encantos “reales” y desarrolla un personaje.
El Teatro Nacional Cervantes apuesta a una obra de Roberto Tito Cossa consagrada en Buenos Aires, señalada como un hito en el teatro argentino. El elenco constituido por Manuel Callau (profesor), Martín Slipak (Antonio) y Anahí Gadda (Cecilia) son los artistas que desenrollan el triángulo amoroso con notable ductilidad – esto es capacidad rítmica para llevar adelante el drama, mantenimiento de climas, cualidades interpretativas combinatorias, buena dicción, manejo escénico y trabajo actoral que delinea el prototipo buscado-, quienes se llevan un sostenido aplauso del público reunido el sábado 3 de setiembre a las 21 hs. en la Sala Juan Carlos Dávalos.
En la dramaturgia hay mucha tela para cortar, puesto que el análisis se puede llevar por diversos carriles, entre ellos, la disputa generacional entre un hombre viejo y un hombre joven por una mujer, el interés de una niña en la intelectualidad de un hombre grande, la necesidad de admiración por parte de la enamorada para sentir apasionamiento, el interés del joven en marcar el triunfo del macho más fuerte, el enfrentamiento entre la literatura y el deporte, el papel de la filosofía frente al pragmatismo, la pérdida de la inocencia en la obtención del placer sexual, la histeria femenina, el deseo del otro como motivación del deseo propio, la inteligencia versus la belleza, hombre mayor en crisis de edad buscando satisfacción en un cuerpo joven, etc.
Estructuralmente la obra es redonda en su dramaturgia, con fuertes planteos lingüísticos que terminan por desarrollar una poética que más que realista es impresionista, que más que aplanar el sentido a un único significado abre puntas a su desarrollo, que juega con los extremos y los vértices, y permite la satisfacción que se encuentra en un lenguaje de singularización y de poeticidad desde un lugar donde la metáfora como recurso se vuelve estrategia de presentación y de cierre. Una genialidad a nivel compositivo escriturario. Preciosa obra.
Citas a obras clásicas de la literatura en la voz de autores como Shakespeare, Proust o Chéjov le permiten al protagonista encuadrarse en un tipo casi “irreal” y de existencia extinguida, atributo que vence en atractivo al joven deportista. Planteos éticos en el transcurso son asfixiados por el deseo real hacia la adolescente, en cambio, sí puede más la creciente amistad que va forjando el profesor en sus encuentros con Antonio, el novio de Cecilia, quien trata de convencerlo para que se aleje de su noviecita. “Viejo degenerado es un elogio a esta edad”, argumenta el profesor que escribe una novela en donde Julia está enamorada del tutor pero hace el amor con el teniente. Al tiempo que vive su historia amorosa, escribe en paralelo la ficción como especie de novela autorreferencial si se quiere. “¿Para qué escribirle un poema si podés hacerle el amor?”– le dice el escritor a su cuasi rival al tiempo que destruye esas burdas líneas carentes de belleza estética.
El profesor (Yepeto) basado en una tesis de Marcel Proust por la que “lo que nos gusta del otro es su lado oculto”, halla la explicación del interés perdido por Cecilia hacia él, una vez que ella leyó los manuscritos de su próxima novela.
“Cagáte en el sentido”, recepta Antonio, porque en verdad, el maestro se ha convertido en una guía por la que el joven intenta dejar de lado su aparente frivolidad y animarse a romper esquemas para demostrar su amor.
No le importa a Yepeto ser un viejo ridículo si la forma es válida para expresarse porque un síntoma de la vejez – para él- es tratar de buscar la lógica de los actos previsibles. Tener sentido es una aberrante forma de ser viejo.
¿Qué valía más? ¿La belleza del joven quien se desnuda frente a Yepeto o la belleza de las palabras? Porque el planteo es que las palabras seducen. Sin embargo, Cecilia termina siendo seducida por el cuerpo del joven. Ambos, de alguna manera, se desnudan frente al otro. Cada cual juega con las armas que tiene.
La fantasía sexual de Cecilia es develada por un recurso metonímico por el que vemos de manera constante a ella en la cama del profesor. Experimenta un sufrimiento pero lo resuelve. En cambio, Yepeto se deshace entre sus palabras y se convierte en víctima de su propio personaje. El director Jorge Graciosi le agrega un condimento sonoro a la tensión ejercida por el conflicto.
Final con lirismo: Lolita hace el amor con Antonio mientras termina el escritor su novela. La ficción dentro de la ficción se revela como excusa para el drama. Excelente.
http://www.salta21.com/Yepeto-por-el-Teatro-Nacional.html