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domingo, noviembre 24, 2024

Zubin Mehta en el Colón: Y el público fue cautivado de nuevo

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Vino la gente motivada por una variedad de causas…

Buenos Aires, miércoles 15 de agosto de 2012. Teatro Colón. Orquesta del Maggio Musicale Fiorentino. Director Maestro Zubin Mehta. Sinfonía nº 8 en Fa mayor op. 93 de Ludwig van Beethoven (1770-1827). Variaciones Concertantes op.23 de Alberto Ginastera (1916-1983). Sinfonía nº 9 en Mi menor op. 95 “Del Nuevo Mundo” de Antonín Dvorák (1841-1904). Aforo 98%. 2º Ciclo de la temporada 2012 del Mozarteum Argentino en su 60º Aniversario.

Ver la platea, los palcos, la cazuela, la tertulia, las galerías y el paraíso del Teatro Colón colmados de oyentes, es sencillamente espectacular. Vino la gente motivada por una variedad de causas: el sexagésimo aniversario del Mozarteum, la presencia de su legendaria presidente Jeannette Arata de Erize, la llegada de una orquesta de renombre internacional, un repertorio singularmente atractivo con la música eslava de Dvorák; sí, todo éso, importante, es cierto, pero de pronto apareció la admirada y querida figura de Zubin Mehta y en ese momento, el público explotó. No importaba ya si su trabajo iba a ser bueno o no, importaba su concurrencia, su figura en el escenario, su andar cansino pero glorioso de sus setenta y seis años. No es fácil para nadie, en ninguna actividad humana, reunir reconocimiento por el trabajo bien hecho y sincero cariño por ese quehacer. Bien, me consta, lo he visto y escuchado más de una vez y en esas oportunidades fue igual que en la noche del miércoles. Saludo sobrio y llegó la música.

Con la infrecuente colocación de los contrabajos detrás de los primeros violines, ubicación para toda la noche, comenzó la octava sinfonía de Beethoven. Todo el mundo sabe que sus sinfonías impares son, cada una en su estilo, piezas memorables, más que las pares con la excepción de la sexta, totalmente descriptiva. La número ocho fue dicha con cierta amabilidad, con la notable orquesta poseedora de una madera buenísima y metales de macizo bloque sonoro. Mehta condujo con economía gestual, como quien avisa que está sólo en una “entrada” de circunstancia. Luego del “allegro” inicial, el breve “allegro scherzando”, un esquicio maravilloso por su ligereza y sus referencias rítmicas. La sinfonía tiene un aire despreocupado más allá de los dolorosos estados de ánimo que sufría el autor durante su construcción y es justamente ese espíritu el mostrado por la orquesta Fiorentina.

La música fue tornándose mas introspectiva con la presentación del tema de la “Variaciones…” de Ginastera anunciado por el estupendo dúo de violonchelo y arpa. Fina respuesta de la cuerda con una expresión transparente y a partir de allí nueve imaginativas variaciones de ese tema, de diferentes caracteres: jocoso, canónico, dramático, pastoral, entre otros a cargo del elevado rango de los atriles solistas: flauta, clarinete, viola, oboe y fagot, trompeta y trombón (sublime dúo), violín, corno y contrabajo. Ginastera compuso sus “Variaciones…” por encargo y a contrario sensu de lo que a veces se piensa, el autor hace gala no solo de natural concentración sino de un enorme lirismo donde juegan tonos y ritmos distintos en medio de una hermosa orquestación.

Para el final, el plato fuerte. La nacionalista música del checo Dvorák. Escrita en los años vividos en Nueva York, en verdad no tiene nada de la música del país que lo albergaba. Es bohemia de punta a punta. Tal vez represente la nostalgia de su lejana tierra en sus acentos, su acervo popular manifestado en el magnífico lenguaje de la música clásica, culta, etc. Apareció todo el vigor de una batuta fenomenal. Mehta fue un prodigio de precisión. No hubo mirada, gesto, indicación del notable conductor que no fuera respondido por la orquesta. Con musicalidad, con color, con volumen sonoro exacto, revelando una sabia preparación previa. Interpretar la sinfonía “Del Nuevo Mundo” tiene los riesgos de la rutina. Está tantas veces hecha que la gente la conoce mucho y cuando eso sucede, conformar no es fácil. Sin embargo este veterano y gran artista que es Zubin Mehta la hizo de manera irreprochable. El “adagio” inicial tiene un instante en que los violines lamentan la lejanía checa, hay melancolía en el “largo”, los poderosos golpes de timbal en el “scherzo” que marcan el paso de la danza bohemia, la magnificencia del “allegro” final. Todo fue un disfrute musical. Y entonces el público, ya de pié, aplaudió extensamente lo vivido. El ilustre Mehta solo dijo: “más Dvorák” y entregó una de sus Danzas Eslavas.

Este grupo sinfónico fue creado por el maestro Vittorio Gui en 1928 y desde 1933 es la orquesta de uno de los festivales más prestigiosos del mundo y el mas importante de Italia, el Maggio Musicale Fiorentino al que asistí hace unos años. Mehta fue su conductor muchas temporadas y hoy es su Director Honorario. El músico oriundo de Bombay, tiene en su haber una carrera jalonada por el éxito y recibió una inmensa cantidad de importantes premios a lo largo de su vida. Es notorio que nunca perdió el lado común del ser humano. Con notoria sencillez y emoción, a viva voz, le contó a la gente su amistad de tantos años con Jeannette y de lo que ésta hizo por el desarrollo de la música en nuestro país. Con tal motivo le ofreció una versión para orquesta de la página de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera “Por una Cabeza”. Como el aplauso seguía sostenido, Mehta recurrió a Verdi y ofreció una inmejorable versión de la dramática y vibrante obertura de “I Vespri Siciliani”.

Hay músicos que llegan a ser considerados como “venerables”; hay músicos que tienen un particular modo de fraseo, de enfoque artístico en lo que hacen; son esos músicos que con el paso de los años y el despliegue de su arte adquieren estas características tan significativas. Mehta está en ese espacio.

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