El maestro Suárez, pasó por las tablas de Salta con aplausos y encandiló a su público. Es que la vida del protagonista o de los múltiples protagonistas de “Lágrimas y risas” nos llevan como una partitura armoniosa a su Relato de un actor del subdesarrollo. Panoramas de una Latinoamérica sufrida, que se vuelca hacia ese gesto cualquiera, de anécdotas profundas pero con ecos acordes.
Gabriel García Márquez, entre los autores del realismo mágico, habló de América Latina desde su sangre, desde la profundidad de su espacio, desde ese “otro” que transita las venas abiertas de nuestra gente, desde una idea única y sublime de un lugar insólito, hecho ficción pero que nos envuelve en el hálito de un ser latinoamericano.
No soy quien mejor pueda definir el rumbo y los trazos de su maestría, pero su impronta, carga al mundo de su poética. En “Lágrimas y risas”, hay mucho de esa imagen conjugada con el lirismo propio de la narrativa oral. Los textos de Ernesto Suárez, director, autor, actor, fundador del Teatro El juglar de Guayaquil y El taller de Mendoza, conmueven hasta los huesos. Infinitamente doloroso y magistralmente alegre, como la vida quizá, apenas en una aparente sonrisa que conlleva tristeza de antaño, se mueve por los vértices de un teatro popular.
Un actor del subdesarrollo que ha virado su ruta cual navío de rumbo certero, muestra la congoja del pobre, la humildad de los de abajo, la voz que se alza para gritar y la súplica no escuchada por los dioses. Un recorrido por relatos que se abren hacia Quito, Perú, Chile o hacia Colombia y que conducen hasta la historia de una generación del exilio. El compromiso de Ernesto Suárez con el teatro se expresa a través del juglar: ese actor, recupera la historia latinoamericana con la visón del “destierro” y vuelve a Argentina a recuperar sus raíces desde la mística del arte. Subyugado por la fuerza del espíritu o al arbitrio de las soledades del artista, emerge este unipersonal compuesto con textos del propio Suárez, de Calderón de la Barca, de Dragui Lucero, de Darío Fo, de Juan Rulfo y del ineludible García Márquez.
Profesor de la Universidad de Cuyo, imparte las cátedras de Improvisación I y II y Teatro en la Comunidad. En Salta, desde la UNCUYO, dicta la cátedra de Actuación en la Licenciatura de Gestión y producción teatral.
La presentación del unipersonal “Lágrimas y risas” el viernes 14 y sábado 15 en el Salón Auditórium, no es casual sino que coincide con su llegada para el dictado de su cátedra. Se estrenó en el 2003 en el Teatro Municipal de Mendoza y ha sido representada en Argentina y en el exterior.
La anécdota del actor del subdesarrollo, cuenta sobre su exilio, sobre la pérdida de la tierra y el dominio del patrón, sobre ese Macario que silencia a las ranas para que su ama descanse; sobre aquel que murió para ser libre, sobre el hambre… pero con esa simpleza del que acepta su historia, desde este lugar que nos identifica con la tierra y la necesidad de justicia, y se toma con humor que alguna vez, no había nada para comer.
De la lágrima a la risa, nos invita a mirarnos sin la tristeza de costumbre, parafraseando a la vida que no es más que esa magnífica conjunción de lo uno y lo otro, tan tragicómica como absurda. Ernesto Suárez volvió a su país en 1984, después de ocho años de exilio.
La vida se comprende con esa cotidianeidad del que sufre la pérdida de algo: de la tierra, del amor, de los hijos, de la patria. Pero a su vez, se hace parte de un todo más perfecto, ese mundo nuestro superado por la realidad misma.
Ernesto Suárez, El Flaco, conquista el escenario con lenguajes certeros, maneja el gestus, la actitud, la energía, la pasión. Estudioso de los maestros del teatro, toma lo que le viene a su acontecer como artista y en esa confluencia, revive el sabor de la esencia de esta Sudamérica. De su Mendoza habló desde “El aluvión” (un hecho que cobró varias vidas), obra que marcó su notable giro hacia el teatro popular.
Con un humor cálido, propio de un personaje despojado, habitado por la historia de su infancia en la pobreza, de sus padres, de sus amigos desaparecidos, de su militancia en lo social, nos habla de la condición de ser artista y de su llegada al teatro.
Ernesto, como el juglar cuyano, nos trae a la memoria sus aventuras de antaño y las riquezas esenciales de su presente. El maestro, talla cada personaje con escasos elementos donde el cuerpo y el lenguaje se potencian en un talento que de tan natural, está metido en la piel del actor. Así, logra la química con el público y nos queda ese resto para llorar en soledad, no de pena sino de tanto pasado, puesto a vivir desde su teatro.
– Ficha técnica:
– Obra: Lagrimas y risas. Relato de un actor del subdesarrollo (Unipersonal)
– Textos: E. Suárez, y fragmentos de Calderón de la Barca, D. Lucero, Darío Fo, Juan Rulfo y G. Máruqez.
– Actor: Ernesto Suárez
– Producción: Amelia Flores
– Nota relacionada: Salta 21 propone al lector, la entrevista realizada al Flaco, como le llaman al maestro Ernesto.
http://www.fcp.uncu.edu.ar/index.php?tid=200&mid=443&itemaction=ampliar&M_Item=462
Ernesto Suárez pinta la aldea desde el subdesarrollo
La obra me pareció espectacular.Hace varios meses que no veía teatro por cuestiones de salud, pero como teatrera uno se siente mal por eso y me alegró y muchísimo el espíritu esta obra.
Ernesto Suárez pinta la aldea desde el subdesarrollo
Saludos Ernesto¡¡
Fuiste mi director de teatro en Mendoza cuando dirigías el Grupo de teatro de la Universidad y yo estaba en el secundario¡¡
Charo Sola González,
(hermana del Coco Sola González).
Hacíamos Ionesco y creo que por esas cosaas de la dictadura nunca llegamos a ponerla en escena¡¡tarde para verte
abrazo