El domingo a las 21:15 se presentó cerrando la Fiesta Nacional de Teatro, junto a “Lo frío y lo caliente” en el mismo horario, la obra “Ser o No ser Hamlet” (Córdoba), en la Sala Mecano de Casa de la Cultura. Suscita un interés particular el inglés William: las entradas se agotaron días antes para las dos funciones de esta obra. Cuánta tierra hizo falta para ocultar el cuerpo del delito…
El juego del mal, típico del arte del consagrado dramaturgo, hace resurgir los nobles sentimientos. Sin este universo maléfico, no habría jamás tragedias…La grandeza humana reside en escoger el bien o el mal. El problema que Shakespeare llevó a la escena es el problema de toda la humanidad, su misma naturaleza. De allí, el interés en su obra.
Vivir o morir es el planteo del dramaturgo inglés: acción vs. inacción. En la dramaturga puntana, se puede traducir como hacer teatro o no hacer teatro, pero la autora y directora del elenco de Córdoba, le agrega un plus: cómo hacerlo.
El Hamlet de Shakespeare es un personaje filosófico, característica que no se pierde en la puesta de Eugenia. El existencialismo de Hamlet, príncipe de Dinamarca, representado por Martín Gaetán, conserva tal aspecto: “ya no sé quién soy, si soy Hamlet o Martín”.
Al escepticismo shakespeareano se le opone el optimismo exacerbado del Hamlet cordobés: se siente capaz de hacer el papel, usa en parte la soberbia del artista para anunciar que siempre tuvo papeles protagónicos. Sin embargo asesta: “No me gusta Santiago (Santiago San Paulo), pero me gusta Ofelia que es Santiago”. La ficcionalización de la ficción produce ese entrecruzamiento entre realidad y no realidad, pero apuesta a la verdad de la ficción: Santiago es Ofelia por eso no le gusta; lo que le gusta es el personaje, la resultante de ese fingimiento del actor. Mantiene el escepticismo frente a la realidad, pero conserva la verdad, la creencia en el arte. O cuando le dice al actor Rodrigo Gagliardino: “sé de donde venís, vos sos Claudio”. Y el actor se rebela a ser Claudio: “yo nunca maté a nadie”– exclama. Confusión y dualidad que son propias en Shakespeare
La obra ancla en un principio que gobierna el teatro de esta propuesta, “pretende” convertirse en un Hamlet postmoderno. El arte es artificio, simulacro. El arte se convierte en ficcionalidad de la ficción. Debe notarse que está haciendo ficción y para ello se emplea el efecto del distanciamiento: esto es un ensayo, pero es un ensayo de la obra, la obra es Hamlet, vemos Hamlet postmoderno, el hipertexto funciona de manera dialógica con este hipotexto; de allí la paradoja de la realidad virtual. Aparece la cámara que mediatiza. La cámara se vuelve un personaje más dentro de la puesta. Lo que parece un ensayo sobre Hamlet es una construcción derrideana basada en la deconstrucción. Es un teatro de la reversibilidad. El ensayo que supuestamente se está llevando a cabo antes de “representar” la tragedia es la forma en que este elenco conducido por su directora, halló para mostrar su propia representación postmoderna de Hamlet.
La imposible representación de Hamlet parece a priori la primera conclusión. Después de la tormenta llega la calma: después del ensayo los artistas presentan la obra como uno cree que debiera ser. ¿Querían ver la tragedia clásica o la postmoderna? – me imagino la pregunta. ¿Es un Shakespeare la fiel reproducción de un texto, además traducido?
En la puesta cordobesa hay un teatro de la complicidad en las sucesivas improvisaciones: “esta vez te salió bien” – le dice Martín a Rodrigo. “Ahora sólo se fueron dos”– agrega (por dos espectadores que se retiraron, no se sabe por qué). Nadir Medina y Agustín Albrieu Llinás continúan filmando, y manejan el sonido y los efectos que marcan una tensión por momentos exasperante. El olor a la tierra que cubre todo el escenario es cada vez más fuerte. La tierra puede considerarse como un principio de absorción: se muere (disolución), pero también se nace (creación), es ambivalente; es en la tierra donde se produce la degradación y también la siembra, el resurgimiento. Muerte y renacimiento.
No hay un sentido unívoco en la tragedia postmoderna: se critica el poder, la corrupción, la ambición, la traición, la falsa justicia, el amor impuro, la moral de alcobas, la impunidad, lo impío. Creo que la autora se apropia de un texto «serio» para presentarnos la carnavalización del mundo.
Se parodia lo consagrado en esta puesta. El tono orgiástico (realismo grotesco) con que se representa a Gertrudis acentúa su equívoco, aunque ella no fue cómplice de Claudio, pero cae en sus brazos y es condenada por eso. El incesto latente entre la madre y el príncipe también es puesto de manifiesto: el aire sexual de la obra de Shakespeare es ahora un huracán. El tono trágico se reserva para Ofelia, quien se lleva una escena sublime sobre su final.
En la obra cordobesa, Hamlet conserva su virtud de héroe que reflexiona en voz alta. Pero no es el único.
Durante la puesta, aparecen parodiadas las formas del hacer teatral. El director (durante el ensayo) les pide “moderación” al decir los parlamentos, entre otras cosas. Santiago se dirige a los espectadores: “tienen que ir resignificando”– aconseja o “hagan algo!” – reclama. Tiene que ver con cómo hacer teatro y cómo ser ese nuevo espectador del teatro postmoderno. Claro, en clave de humor, con parodia de situaciones que descomprimen el enrarecido clima.
Como espectadores, siempre veremos múltiples Hamlet y nunca veremos al Hamlet de Shakespeare. Las circunstancias han cambiado. Lo que se universaliza no es la “forma” sino el “contenido” de la obra inglesa.
Las obras de los grandes dramaturgos son clásicas porque el universo del mal no cesa. La respuesta sobre Ser o No ser Hamlet la tiene el público. ¿Era o no era Hamlet?
Muy buena la propuesta.
– Foto de portada tomada por Salta 21
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