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domingo, noviembre 24, 2024

El voto es libre (y no secreto, entre los amigos)

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No sólo eso, también, lo es poderosamente contradictorio. Hay conductas individuales muy disparadas de sus orígenes de clase, enajenadas de su condición original, escamoteando escandalosamente su referencia de clase social.

Históricamente este fenómeno, el Marxismo lo definía como “enajenación” (o alienación): La noción de alienación ayuda a explicar qué se entiende por enajenación. Se trata del fenómeno o la circunstancia que priva al individuo de su propia personalidad y que anula su libre albedrío. El sujeto enajenado (o alienado) no puede actuar por su cuenta sino que se encuentra dominado por aquello que ordena una persona o una organización). En última instancia, la enajenación mental puede producirse por la presión que un individuo siente respecto a los mandatos de la sociedad en general. Convengamos que si hay hoy algo preeminente es la fuerza de los mandatos sociales, epidérmicamente asociado a la sociedad de consumo. Los jóvenes de la época no se avienen a procesos, por el contrario, sus tiempos son inmediatos y perentorios, de lo cual los adultos mayores, también, están impregnados de estas presiones.

El resultado visible es la conducta, generalizada, de las hordas consumidoras, patético cuando esos consumos se refieren al comportamiento electoral. La población, se inclina a votar y a elegir, masivamente, a los PATRONES, renunciando (grotescamente) a su condición original de clase. Parafraseando a Giovanni Sartori (1924), digamos que estamos viviendo un cambio de la genética humana radical, estamos pasando del homo sapiens producido por una cultura escrita basada en palabras, a un homo videns en la cual la palabra es destronada por la imagen. Se está desplazando la capacidad del pensamiento humano abstracto-conceptual, la esfera de las concepciones mentales (mundo inteligible), por el impacto creciente del telever, del video ver: Así se atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella el concebir y toda la capacidad de comprender. Como diría el filósofo español, Rqafaél Argullol, vivimos una extraña esquizofrenia gráfica. Nuestra vida pública reproduce nuestros comportamientos privados: seguramente sería completamente diferente si los ciudadanos eligieran, no según las consignas y los anuncios, sino tras una cuidadosa lectura de los diversos programas. De nuevo G. Sartori, no estamos a la altura de los retos de estos tiempos, es palmaria la carencia de grandes cerebros, de guías intelectuales, de inteligencia.

Auto Referencias y Los Otros

Vuelvo a la fuente. C. Marx expone cómo el trabajo en la economía capitalista se vuelve externo al trabajador. El obrero no se desarrolla plenamente en su trabajo, todo lo contrario, se siente fuera de sí. El producto de ese trabajo no pertenece al obrero sino al patrón. El producto del trabajo se vuelve contra el trabajador. El obrero es esclavo de su propio trabajo, solo posee su fuerza de trabajo. Pero lo que no debe perder el obrero (el pueblo obrero) jamás, es su conciencia de clase, su referencia de origen, su extracción de clase, lo que mamó en la cuna.

Empiezo por mi caso personal. Viví una infancia de carencia e insatisfacciones límites. Conocí la pobreza desde el patio de tierra y las casas alquiladas, pero mi viejo me inculcó la aceptación digna (con orgullo) de nuestra condición de pobres y, fundamentalmente, que ello no es despreciable, menos aun cuando mi abuela remarcaba con vehemencia que solo el robar es repudiable, no así el trabajo que siempre engrandece. Para mis compañeras jubiladas, ya es otra cosa. Arranquemos por Andrea, profesional exitosa y laburante inclaudicable, que transpira la camiseta sin descanso. Admiro su vehemencia laboral, no así su tendencia electoral, puesto que siente admiración y casi devoción por Mauricio Macri, personaje retrógrado si los hay, cuyos planes pujantes es retroceder en todos los avances sociales (YPF/Aerolíneas/Ferrocarriles, etc). Andrea, apuesta al autoritarismo de este Sr., por eso (y nada menos) quiere ponerle su adhesión. Me olvidé aclarar, que el padre (y la madre) de Andrea son laburantes rasos de servicios.

Sigo con otras apreciadas compañeras jubiladas. Luisa, perteneció al servicio de enfermería del San Bernardo. Es de esas personas para quienes la Presidenta es de la categoría de la especie equina, con el agregado de no soportar que ni la nombre (en mi euforia por este placer). Su voto fue para la lista completa de Romero y socios (Durand Cornejo, otro Macrista). Pegadita, está Cristina, también enfermera, con varios viajes de la clase pasiva, incluido La Patagonia (¿Chúpate esa mandarina!), que me reprocha cómo puedo ser del detestable FPV. María ya es un caso de chaleco, porque su odio es incontenible. Trabajó como instrumentista (y de eso se jubiló). Todos votos Macristas, lo que no me enoja, porque la Democracia es libre, pero no encuentro explicación que estas simpáticas compañeras, que son hijas y resultado del peronismo, pero curiosamente y contradictoriamente, ¡anti partido y anti K?

Dejo por extenso (y por qué no, monótono) que el lector ensaye sus propias razones, de lo que para mí es inexplicable.

2 COMENTARIOS

  1. El voto es libre (y no secreto, entre los amigos)
    Tala, reconozco que la corrupción polílitica no es un fenómeno nuevo, incluso la piratería de los funcionarios no es ajena la sociedad toda; pero también me consta que de todos los intentos por embarrar a La Presidenta y sus hijos, salieron aireosos y descubiertos las operaciones de los Medios. Por citar el último, en que intentaron involucrar a Máximo con supuestas cuentas bancarias. Todo quedó en ventiscas. Aun así, me deprime cuando un obrero (en este caso Ennfermeras), deniegan de sus orígenes de clase, pero también admito que el voto es libre y esta democracia lo avala. Atte. Manghera

  2. El voto es libre (y no secreto, entre los amigos)
    Manguera, si tu abuela te remarcaba con vehemencia que solo el robar es repudiable, como es que te identificás políticamente con una Presidente y funcionarios que no han parado de enriquecerse en la función pública. Una banda de millonarios que dicen ayudar a los pobres, pero roban sus recursos.

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