Los smartphones y tabletas, entre otros dispositivos, cuentan con un gran número de componentes muy valiosos como el oro y el platino. Gracias a que el desecho electrónico es cada vez más grande, otras empresas buscan sacar de las montañas de tecnología muerta la materia prima más costosa.
Un celular de los primeros smartphones del mercado cuenta con elementos como oro, plata, platino y paladio, otros suman unas catorce materias primas más y todo para que sus circuitos funcionen a la perfección durante una vida útil que no pasará jamás los cuatro años, según lo asegura un post publicado en FastCompany.
Si contamos con que existen muchas personas que renuevan sus equipos móviles al menos dos veces durante ese plazo de cuatro años, y damos por sentado que los equipos que dejaron de usar los tiraron a la basura porque algún desperfecto los dejaba fuera de carrera, entonces sin duda tendremos como resultado una gran montaña de basura en un período menor a los diez años.
Pues este panorama no pertenece a una ficción, sino que es real y el estudio publicado en Renewable and Sustainable Energy Reviews da cuenta de ello. Según la investigación realizada, en el mundo se generan entre 30 y 50 millones de toneladas de basura electrónica al año, la que se ha apodado con la moderna denominación e-waste. Esta cantidad de basura crece todos los años entre un 3 y un 5%.
Los productos como teléfonos, notebooks, tabletas, paneles solares, entre otros, son reconocidos como residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE) y son los que mayor contaminación brindan gracias a que la gente consume muchos de estos dispositivos y se deshace de manera poco responsable de ellos.
Más equipos, más compradores, más basura
Marcas como Apple, Samsung y hasta los diferentes nichos de Google, entre otros, no paran de desarrollar equipos y familias de terminales que ven la luz del mercado una vez por año, o hasta dos veces al año. Por ejemplo, Samsung lanzó en el primer trimestre de 2015 los dos smartphones Galaxy S6 y S6 Edge, y hacia principios de septiembre ya salió a la venta el Galaxy S6 Edge Plus, que no es más ni menos que otro celular pero con mejoras y diferencias en las prestaciones.
Los usuarios que quieren estar al día con el producto tecnológico pueden hacerse de hasta diez celulares por año si quisieran y pudieran invertir en ello. ¿Qué pasa con los que no usan más? Un consejo casero para evitar la contaminación electrónica es regalarlos a otra persona si todavía funcionan, pero lo cierto es que ese circuito de mano en mano termina por lo general en un solo lugar: la basura.
Entonces cómo frenar el avance de montañas de chatarra. Aunque en este mismo portal hemos visto que existen 5 buenas ideas para reutilizar un celular viejo, en esta historia entra en escena un nuevo personaje que cada vez cobra mayor protagonismo: la minería de las basuras electrónicas.
Cada vez más empresas de la industria tecnológica empiezan a valorar lo que construyen y aún sabiendo que durará poco tiempo en manos de sus usuarios, desarrollan nuevos productos y reciclan los desperdicios. De los desechos sacan mayores ganancias que de las ventas de los mismos smartphones “insignia”, pero ¿sucede lo mismo con las minerías que explotan metales preciosos de las montañas? ¿Es conveniente también buscar en la basura electrónica?
El mismo estudio que mencionamos anteriormente realizó una especie de autopsia de los celulares y es allí donde se encontró con la presencia de numerosos elementos costosos para la extracción minera convencional, para el ensamblaje de los equipos y valiosos para su reutilización. Un detalle no menor, sobre todo mayormente costosos para el medio ambiente ya que no son biodegradables y en combinación con el resto de la chatarra produce un gran impacto medioambiental.
De esta forma, los investigadores que formaron parte del estudio hicieron pública su recomendación al respecto asegurando que esto se puede revertir. Cada material de un celular tiene un valor comercial por lo que se propusieron valuarlo con precios promedio del mercado.
Esto lo multiplicaron por la cantidad de terminales desechadas y como resultado se encontraron con que “Una tonelada de circuitos impresos antiguos puede contener hasta 800 veces más oro que una tonelada de mena. Si los smartphones en desuso fueran aprovechados en lugar de ser desechados en botaderos improvisados y no regulados, se podría evitar el costo ambiental y social de las minas como las que existen en la República Democrática del Congo”.
Hay oro en la basura
Nadie se encontró con esta receta casualmente, el hallazgo de minerales valiosos en las montañas de residuos electrónicos es un tema de estudio desde hace muchos años, antes de que se cambiara de equipo con tanta rapidez como en el actualidad. Pero quiénes se encargan de explotar la mina de oro.
Una reconocida empresa a nivel mundial es Umicore y su planta Hoboken en Bélgica, quienes trabajan con más de 300 mil toneladas anuales de 200 diferentes tipos de residuos de los que recuperan 17 metales diferentes como oro, platino, indio, cobalto. Además de estos, también separan los minerales perjudiciales como el plomo, entre otros.
Sin embargo, Indumetal Recycling asegura que hablar de las empresas que se encargan del reciclaje de e-waste es un “tema sensible” ya que no se puede saber a ciencia cierta cuánto es el costo por la extracción de esos minerales, cuánto ganan y a dónde van a parar los restos de metales que no se pueden separar.
Según un informe realizado por la ONU en el año 2014, con sólo 41 celulares reciclados se puede obtener un gramo de oro, a lo que Umicore agregó que una tonelada de teléfonos viejos conserva unos 300 gramos de oro, por lo que respalda el reciclaje de los mismos. Mientras que empresas como Genuine Solutions Group dijo en una entrevista a la BBC de Londres que no hay ganancia en ese tipo de minería.
Cada año se producen casi 3 mil toneladas de oro y para alcanzar ese número hay que reciclar unos 300 millones de celulares. Para Dave Holvell, “Si se hiciera eso a diario, los estimados 7.000 millones de celulares en uso activo en el mundo se acabarían en 23 días”.
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