Hace algunas semanas, se estrenó en Salta “Secrets in their Eyes” (“Secretos de una obsesión”, en español), la adaptación estadounidense de la película argentina “El secreto de sus ojos”. Ya el cine norteamericano intentó en 2004 una remake de “Nueve reinas” con el film “Criminal”. Esta versión contó con Juan José Campanella como productor ejecutivo y el director/guionista fue nada menos que Billy Ray (conocido por Captain Phillips y The hunger games).
A Chiwetel Ejiofor le tocó el protagónico que hiciera Ricardo Darín, Nicole Kidman se lleva el papel de Soledad Villamil, Pablo Rago en este caso tiene en la remake un reemplazo femenino, precisamente el de Julia Roberts. Y Dean Norris quien hace un buen aporte como la contraparte norteamericana del rol que consagró a Guillermo Francella.
Tremendo elenco. En ambas películas. Si bien es cierto que las comparaciones son odiosas, no es menos cierto que es inevitable hacerlo. Por muchos motivos. No se trata de cualquier film argentino sino de uno que ganó un Oscar a la Mejor película extranjera, ello sin contar la impecable actuación de los protagonistas y el excelente guión, pero sobre todo porque el público comenzó a pensar en el cine argentino de otra manera. Descontemos la gran repercusión que obtuvo Campanella a nivel profesional y la darinmanía que fue in crescendo después de esta película. Generó cosas, movió a los espectadores y de un tiempo a esta parte, debe ser uno de los films argentinos más vistos en nuestro país. No pasa, aún hoy, desapercibido en la historia de la cinematografía argentina. Tuvo un efecto a corto, mediano y largo plazo. Llegó para quedarse. Se instaló entre nosotros. Se convirtió en un hito del cine nacional.
La cuestión de “Secretos de una obsesión”, desde mi punto de vista, es que los climas han variado. Básicamente el contexto histórico y socio-cultural son diferentes. Campanella situó el desarrollo del film en la Argentina de los años 70′, mientras en la remake, Billy Ray lo traslada a los Estados Unidos del post 11 de septiembre, momento en que la lucha contra el terrorismo era un punto central en esa sociedad y el trabajo de las agencias de inteligencias estaba concentrado en terminar con la red de terroristas de Osama bin Laden.
La película transita alrededor del homicidio de la hija de la agente Jessica Cobb (Julia Roberts), compañera de trabajo de Ray Kaster (Ejiofor) y que al momento de producirse, quedó como un caso sin resolverse, aunque se tuviera pistas del asesino. Ray regresa a Los Ángeles tres años más tarde, para pedirle a su antigua amiga, la fiscal de distrito Claire Sloan (Kidman), que reabra el caso porque ha dado con la identidad del asesino.
Es aquí, en la búsqueda del asesino, donde esta adaptación comienza a parecerse a la película realizada aquí, pero sin el drama necesario, envuelta en un ámbito frío, salvo por la actuación de Julia Roberts, y en algunos tramos, por la voluntad puesta en su rol por parte de Kidman. La escena casi crucial sobre el “secreto” que se descubre a partir de la fotografía está tan mal armada que cae en la obviedad. Por si nadie se dio cuenta que el asesino miraba a la víctima en una foto de una cena, los ojos aparecen casi dibujados para alentar la imagen que detenta. Los flashbacks con idas y vueltas al pasado y al presente no logran distinguirse y devuelven escenas confusas. Claire y Ray tienen momentos de diálogos desapasionados en los que se pierde ese amor oculto que los vincula. Y el resto es predecible si viste el film argentino, pero el final se guarda una pequeña variante de su historia original.
En síntesis, esta versión no convence ni atrapa. Si bien puede resultar atractiva la idea de una realización hollywoodense sobre uno de nuestros films, su realización pasó desapercibida salvo por la participación de un importante elenco. La historia se volvió secundaria y el largometraje no tuvo éxito en los cines norteamericanos, donde su original, además, es prácticamente desconocido.
