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sábado, noviembre 23, 2024

YPF durante el Gobierno kirchnerista, el colapso del sistema energético nacional y el Tarifazo

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El Ministro de Energía habla de un aumento del 400% máximo, que aún así apenas cubriría los costos. El problema, otra vez, es que a todos, acostumbrados durante años a una boleta bimestral más barata que el abono del teléfono celular que usan nuestros hijos, nos parece demasiado.

YPF en la década ganada

A principios de 1998 en la Dirección de Exploración y Producción de YPF había festejos. Luego de muchos años la Argentina volvía a alcanzar el autoabastecimiento de gas y, con los agradecimientos del caso, le pedía al Gobierno de la República de Bolivia que cerrara la válvula del gasoducto a través del cual nos proveían de este preciado hidrocarburo. El logro era resultado de la gestión agresiva y eficiente de la empresa emblema del país -con mayoría accionaria estatal a ese momento- bajo el liderazgo del Ingeniero José Estenssoro. El Yacimiento Loma La Lata –el mas grande del país, descubierto en la década del setenta en tierras neuquinas- había incrementado su producción; se producían en el país nuevos descubrimientos como el de los pozos profundos gasíferos San Pedrito-x1 y San Antonio-x1 en la provincia de Salta, que se sumaban al ya existente Yacimiento Ramos y otros más chicos, por lo que la Cuenca del NOA se colocaba como segunda productora nacional detrás de la enorme Cuenca Neuquina.

A mediados del ’99 el grupo español Repsol compra el 99% de YPF y el Estado Nacional y las provincias petroleras, aunque conservan la acción de oro, dejan de tener el manejo político de la Empresa; la producción de gas y crudo se mantiene como durante el liderazgo del “Pepe” Estenssoro, pero las inversiones en exploración (esto es la búsqueda de nuevas reservas) comienzan a decrecer.

Desde su llegada al Gobierno Nacional Néstor Kirchner comenzó a presionar al grupo español para que revirtiera su política de exportación de gas a Chile y destinara mayor inyección al mercado interno, que empezaba a consumir más debido principalmente a la reducción del precio final como consecuencia de la política de subsidios que se había implementado. Las divisas que producía el campo con el precio internacional de la soja por las nubes daban para todo. Ahora, los que contábamos con red de gas domiciliario podíamos calefaccionar toda la casa y los ricos la piscina climatizada con muy poco dinero, pero la nueva política económica no tenía en cuenta que el congelamiento de las tarifas y el nuevo rumbo económico producirían también menores inversiones de las compañías privadas.

La presión de Kirchner sobre los españoles terminó a fines del 2007 cuando estos aceptaron incorporar como socios en YPF a los viejos amigos de Néstor, la familia Eskenazi, la misma a la que el líder santacruceño les había transferido en los noventas el Banco Provincial de Santa Cruz. Primero Repsol cedió a los Eskenazi el 15% del paquete accionario de YPF y luego un 10% más, con lo que el Grupo Petersen -tal el nombre del holding de los Eskenazi- llegó a ser dueño del 25% de la Compañía.

La novedad era que la cesión de esas acciones se hacía “al fiado”, esto es la mitad se pagaría con un préstamo de un grupo de bancos suizos y la otra mitad con un préstamo que la misma Repsol les haría a los compradores. ¿Y cómo se pagarían los préstamos? ¡Pues con los dividendos que las acciones adquiridas reportarían a los Eskenazi en los años venideros! ¡Un verdadero ejemplo de empresarios prebendarios pocas veces o tal vez nunca visto en el país!

Si hasta entonces los españoles habían demostrado poco entusiasmo en reinvertir sus ganancias, salvo lo estrictamente obligatorio, la llegada de los amigos de Néstor y Cristina a YPF produjo una nula reinversión en la Compañía. Antes Repsol repartía entre sus accionistas solo la mitad de los dividendos; con los Eskenazi adentro y la vista gorda del Estado se repartirían a partir de ese momento todas las ganancias. Según el periodista Hugo Alconada Moon entre 2008 y 2010 la petrolera ganó $ 12.916 millones y repartió $ 14.906 millones, ¡una tasa de reparto del 135% y un verdadero proceso de vaciamiento para la empresa energética emblema de la Argentina!

Tal desatino tenía un solo propósito: que la familia Eskenazi pudiera a corto plazo pagar todas las acciones que había comprado.

Con solo el 25% del paquete accionario pero con el pleno respaldo de la Casa Rosada, Sebastián Eskenazi, el hijo mayor de la familia y seguramente “ahijado” del matrimonio presidencial, se erigió en el nuevo CEO –la autoridad máxima- de YPF.

Dicen las malas lenguas que en realidad los Eskenazi eran solo los testaferros de Néstor Kirchner, quién sabe. Más cuando uno ve todo lo que desde el Estado Nacional se hizo para facilitarles el negocio a costa de casi vaciar la Empresa, no queda más que aceptar esa afirmación.

Hacia el año 2012 YPF estaba exhausta, solo su enorme envergadura y su liderazgo en la venta de naftas, aeronaftas y gasoil la mantenían en pie; todos los planes de exploración y producción se habían tirado abajo. Hacía dos años que habíamos empezado a importar gas y petróleo nuevamente, primero únicamente desde Bolivia y luego, cuando Evo Morales nos dijo que no podía darnos todo lo que necesitábamos por sus compromisos previos con Brasil, tuvimos que recurrir a la importación de gas licuado vía marítima, a un costo mucho mayor.

Resulta sorprendente –lo resaltan las publicaciones de la industria energética- que, en la etapa en que menos invirtió YPF en exploración y producción en toda su historia, llegue la noticia del descubrimiento de Vaca Muerta, un yacimiento no convencional cuyos verdaderos frutos no veremos hasta dentro de varios años por el excesivo costo de su explotación y la falta de financiación de la banca internacional.

Con YPF en esas condiciones por obra de la mano política de Kirchner, llegó su semi estatización que Cristina anunció con bombos y platillos y la dirigencia política opositora en su mayor parte apoyó sin pedir mayores explicaciones. Antonio Brufau, el capo de Repsol, dijo que si la Argentina quería quedarse con la Empresa (toda) debía pagar 10.000 millones de dólares y el Ministro de Economía Kicillof le respondió que estaba loco, que ese no era ni remotamente el valor de venta. Finalmente les pagamos a los españoles 5.200 millones de dólares más intereses a tasas altísimas en dólares por solo el 51% expropiado. Un simple ejercicio de regla de tres simple nos permite comprobar que finalmente, en cuanto al precio, el Gobierno Nacional y Popular le dio la razón a Brufau.

Al frente de la compañía Cristina puso a Miguel Galluccio, un ingeniero argentino formado en las filas de la Schlumberger Limited con sede en el Reino Unido, y contrató al ex Ministro de Obras y Servicios Públicos de Menem, Roberto José Dromi, como asesor en la Secretaría de Energía con la vista puesta en la creciente importación de gas por vía marítima y por la contratación de buques para ello.

Después vino el acuerdo con Chevron para la explotación de Vaca Muerta cuya letra aún no conocemos y una nueva Ley de Hidrocarburos votada de apuro en el Congreso Nacional a medida de las pretensiones de la empresa estadounidense. Resulta paradójico que los peronistas hayan sido uno de los críticos más feroces de la Ley anterior de Hidrocarburos -la 17.319 sancionada por el dictador Onganía y su Ministro de Economía Krieguer Vassena en 1967- porque –decían- había sido diseñada por la Standard Oil de Nueva Jersey, siendo que Chevron es ahora la heredera de aquella tristemente célebre compañía.

El colapso del sistema energético nacional

La Argentina tiene dos grandes gasoductos troncales; el del Sur construido en el año 1949 durante el primer gobierno del Presidente Perón para evacuar la producción de Tierra del Fuego, Santa Cruz y Chubut, y el del Norte inaugurado durante la gestión del Presidente Arturo Frondizi en Marzo de 1960. Junto con este último se construyó el poliducto que va de Campo Durán, en Salta, a la provincia de Buenos Aires; fue una de las obras energéticas de mayor envergadura en América Latina, ampliada luego en la década del ochenta y en los noventas. En ese año (1960) conseguíamos, por primera vez, el autoabastecimiento de gas y petróleo.

El Yacimiento Loma La Lata –una de las mayores reservas de gas en Sudamérica- fue descubierto por YPF cuando esta era enteramente estatal en el año 1977. Su descubrimiento modificó para siempre la matriz energética nacional cuya industria pasó a alimentarse a partir de ese momento de gas. Tras ese descubrimiento se construyó el Gasoducto Centro-Oeste; en cuanto a los complejos Neuba I y II se inauguraron en la década del setenta (Lanusse) y del ochenta (Alfonsín) respectivamente.

A principios de los setentas se descubrió también el Yacimiento Cerro Dragón en la Cuenca del Golfo San Jorge, de alto rendimiento en crudo y gas.

¿Cuál fue el aporte del Kirchnerismo al sistema de provisión de gas del país, tras doce años de gobierno con inmensos ingresos de divisas por las condiciones internacionales? Podríamos decir que casi nada.

En cuanto a exploración y producción fue esa una etapa casi nula; las políticas energéticas implementadas no llegaron a seducir a las compañías especialistas en el tema que prefirieron invertir en otros países como Bolivia, Perú y Brasil, pero por otro lado las enormes sumas de dinero volcadas al subsidio al consumo terminaron por agotar rápidamente los stocks existentes. A los ricos climatizar la piscina familiar y sus enormes propiedades les salía cien pesos.

Lo peor es que esa política de subsidios terminó financiando solo a los argentinos que tienen conexión de red, y entre ellos a los usuarios de los barrios más exclusivos como Puerto Madero, Palermo Hollywood y La Recoleta, a los countries privados como Nordelta, o a barrios acomodados como Tres Cerritos o el Grand Bourg y algunos barrios cerrados en nuestra Salta.

En cuanto a los 16 millones de personas que están fuera de las redes domiciliarias y se abastecen mediante garrafas o cilindros, terminaron pagando por el gas valores 10 veces más altos que los sectores acomodados. El Relato kirchnerista aquí hace agua por todos lados, ya que se benefició a los sectores de mayores ingresos en desmedro de los más pobres.

El caso del Gasoducto del Nordeste proyectado para llevar gas al Chaco salteño oriental, a las provincias de Formosa, Chaco y la Mesopotamia quedó en la nada después de la millonada de pesos que se gastaron en caños de acero revestidos y que hoy se pudren en los obradores según pudimos ver en el programa de los domingos de Jorge Lanata.

Del sistema de transporte de energía eléctrica no podemos decir mucho; redes viejas y obsoletas, transformadores que saltan al menor sobre-voltaje, desinversión total. Pregúntenles a los pobladores de Tartagal, Aguaray, General Mosconi y Orán como la pasan en verano, cuando los cortes de luz son frecuentes y se extienden por una semana entera, con temperaturas ambientales mayores a los 38 grados centígrados. Sus habitantes han reclamado constantemente por estos problemas llenando las plazas y las calles, pero el Gobierno Nacional y Popular –federal y provincial- jamás se ha dignado escucharlos.

El Ingeniero Alieto Guadagni, uno de los mayores especialistas de la Argentina en el tema, dice que en lo referente a la industria energética del país la década kirchnerista fue la década depredada.

El Tarifazo

La boleta del consumo de gas duele en el alma (y en el bolsillo más que nada). Si hace un año pagábamos no más de ochenta pesos para usar todo el gas que queríamos ¿ por qué ahora el importe es como mínimo cinco veces mayor?

Mauricio Macri es parco y poco comunicativo, ya lo sabemos. No tiene el chamullo de Cristina que gesticulaba, reía, lloraba, invocaba a los espíritus (“El” estaba siempre presente) y canchereaba en cada discurso; luego -sin vaselina- venía el resto.

La boleta del consumo nos llega fría como un témpano; ningún funcionario te explica nada, nadie te dice por qué ahora hay que pagar más. Nadie te habla de lo que pasó en YPF en estos doce años, de por qué nuevamente recurrimos a los bolivianos para poder calentar la olla, de por qué Evo quiere vendernos mucho menos gas del que necesitamos; tampoco te dicen que la soja a precios altísimos en el mercado internacional de cereales es cosa del pasado. Indudablemente al Presidente de la Nación le cuesta aclarar las cosas. Es distinto a la Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires que el día que asumió, con el ex gobernador Daniel Scioli al lado, dijo simplemente “¡La provincia está quebrada!” y Danielito se quedó en silencio porque sabía que la Gobernadora tenía razón.

Si Mauricio nos hubiera dicho las cosas como son seguramente no hubiéramos aceptado el aumento, pero por lo menos nos hubiéramos enterado de cómo venía la mano y quizás lo hubiéramos justificado.

Estamos en medio de la encrucijada, y el problema para Macri y el Ministro Aranguren, y para nosotros los consumidores, es que casi no encontramos la salida.

Hoy estamos discutiendo cuánto deberíamos pagar por el gas que consumimos –que está formado por el que producen los yacimientos del país más el que nos llega por ducto desde Bolivia más el que llega por vía marítima (incluyendo el que nos mandan los chilenos que, como dijimos, no son productores sino que regasifican el que les llega por mar y nos lo envían utilizando el mismo gasoducto con el que antes nosotros los abastecíamos a ellos). De ese mix de precios, más gastos, impuestos varios y una supuesta ganancia razonable, surgiría el precio de venta.

El Ministro de Energía habla de un aumento del 400% máximo, que aún así apenas cubriría los costos. El problema, otra vez, es que a todos, acostumbrados durante años a una boleta bimestral más barata que el abono del teléfono celular que usan nuestros hijos, nos parece demasiado. El precio de venta es uno solo y no se achica; el Estado puede rebajarlo con subsidios al consumo como antes pero eso significa que tendrá que sacar plata de alguna otra caja. En definitiva lo que no paguemos por la boleta del gas lo pagaremos a través de nuestros impuestos o a través de deudas en el exterior que el Estado contraerá y que pagaremos todos los argentinos (está claro que ni Macri ni Cristina pusieron ni pondrán un peso de su propio bolsillo para favorecernos aunque los dos son millonarios en dólares). La disyuntiva es dramática: gas barato como todos queremos significa menos gastos en educación, salud, infraestructura y viviendas. Los insumos medicinales y frazadas que reclaman en el Hospital de Tartagal y de Orán, y quizás en el Del Milagro, tendrán que seguir esperando mejores tiempos. De los sueldos de los docentes, bomberos y policías, y la refacción de escuelas y hospitales públicos ni hablar.

Si eso fuera todo estaríamos en la gloria. Pero es que no tenemos en cuenta que nuestro sistema energético está por el suelo y urge levantarlo; urge hoy explorar y poner en producción nuevos pozos de gas para no depender de las importaciones (o buscar urgente fuentes de energía renovables como la eólica y la solar, que sería lo mejor); reconstruir las redes de transporte de gas y de electricidad para que los caños de los gasoductos no se sigan pinchando o los transformadores eléctricos no salten cuando la demanda es mayor a la normal; y por sobre todo no olvidarnos de los 16 millones de argentinos que tienen que lidiar a diario con la garrafa y el cilindro de gas y que han sido y son el pato de la boda, y tienen derecho a estar conectados como la mayoría de los demás consumidores. Y para eso directamente no hay un peso partido por la mitad.

Por eso a las familias que tienen realmente necesidades deberían subsidiarles el consumo, pero la clase media y la clase media alta que sí pueden pagar, no deberían ser egoístas. A los más ricos darles con todo.

La Corte Suprema de Justicia interviene y, a través de diversas medidas, trata de parar el aumento del precio del gas. Lo que los Jueces no dicen es de dónde saldrá la plata para cubrir por lo menos los costos; claro, no es su problema, el problema es de otros. Indudablemente si la Corte hubiera intervenido hace diez años no hubiéramos llegado a esto.

Los kirchneristas o ex kirchneristas, que aplaudieron en su momento a Néstor y Cristina o siguen reivindicando la “década ganada”, deberían abstenerse de protestar y criticar ya que, como vimos, sus líderes son los responsables directos de este desaguisado. Que Julio De Vido, uno de los principales culpables, ocupe hoy la presidencia de la Comisión de Energía del Congreso es una broma macabra.

Me gusta escuchar en cambio a Nicolás del Caño y a Jorge Altamira cuando dicen que el gas y la luz que consumimos los argentinos los tienen que pagar la Oligarquía y el Imperialismo: por lo menos es una opción distinta. Y está bien que así sea, con lo que seguiríamos el ejemplo de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Lo triste sería que la guita que le saquemos a la Oligarquía y al Imperialismo la gastemos a nuestras anchas en el consumo de gas y luz, esto es en el día a día, cuando podríamos utilizarla para que el agua potable y las cloacas lleguen a los millones que hoy no las tienen; para desterrar la pobreza y la mortalidad infantil; para construir escuelas y hospitales públicos decentes; para invertir más en la educación pública, mejorar la calidad de la enseñanza y tratar de acercarnos a la que tienen los países más desarrollados del mundo.

De qué vale aspirar a tener cinco televisores LCD y dos equipos de audio de última generación en mi casa, si todavía no pude construir el bañito con arrastre de agua y la ducha con agua caliente para que mis hijos tengan una vida mejor.

– Oscar A. González (El Tala)

Nota del autor: He trabajado por más de treinta años en la industria petrolera, lo que no me hace un especialista en la materia ni mucho menos. Simplemente he visto de cerca cómo se deterioraba el sistema energético; lo demás es información al alcance de cualquier argentino.

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