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lunes, noviembre 25, 2024

Fundamentos para llegar al Arte musical

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Un excelente recital de cámara. Camille Saint-Saëns, Britten y para el final, Destenay.

Salta, sábado 24 de setiembre de 2016. Salón Victoria. Música de Cámara. Alicia Carbonell (piano), Emilio Lépez (oboe) y Eugenio Tiburcio (clarinete). Sonata para oboe y piano op. 166 de Camille Saint Saëns (1835-1921). Variaciones temporales de Benjamín Britten (1913-1976). Trío en si menor op. 27 de Edouard Destenay (1850-1924).

La reunión de tres destacados solistas afincados en nuestra ciudad, era inevitable que ofrecería el resultado que pudimos apreciar, un excelente recital de cámara. Carbonell lleva años haciendo música de cámara en un nivel plausible. Lépez y Tiburcio, son los solistas en sus instrumentos de la Orquesta Sinfónica de Salta. Cada uno con sus poderosas individualidades, se animaron a compartir sus manifestaciones para entregar lo siguiente:

Camille Saint-Saëns fue un niño prodigio en el piano y también en la composición. De carácter algo irascible, de poca paciencia, fue hijo único habiendo perdido tempranamente a su padre. Hay muchas anécdotas de su destrato para con sus colegas y sus alumnos pero a cambio poseía una lucidez, una memoria y una cultura envidiables. Viajó mucho y esa circunstancia jugó a favor en lo relativo a sus conocimientos musicales. Al final de su vida se le ocurrió escribir tres sonatas para aerófonos de madera, una de las cuales fue la de esta noche. El oboe muestra un sonido de parentesco nasal pero agradable cuando el músico sabe explotarlo. Eso hizo Lépez sostenido por el seguro pianismo de Carbonell.

Luego aparecieron las variaciones del inglés Britten con un tratamiento armónico novedoso, diferente a las células románticas de la primera obra. Britten tenía solo 23 años pero contaba con una audaz osadía, valga la redundancia, que le permitió elaborar un tema cuyas variaciones muestran intervalos casi minimalistas. La obra carece de alegrías y muestra un aspecto ciertamente oscuro hecho que sugería al piano bajar considerablemente la tapa de la caja para quitar brillantez y volumen a su parte. Tal vez este tema del sonido final no es fácil de captar si no se está ubicado en la sección destinada al público por lo que quizás sea útil probarlo.

Para el final el casi absolutamente desconocido Destenay, un compositor nacido en Argelia pero criado en Paris. Su trío está cargado de manifestaciones atractivas y además muestra una notoria vena lírica no exenta de romanticismo, pero claro, por los años en que transcurrió, su vida fue contemporánea de figuras musicales de talla inalcanzable y seguramente allí está la explicación de su poco conocimiento. Injusto, al menos por esta valorable partitura, pues la combinación tímbrica de oboe, clarinete y piano genera empatía auditiva.

De la capacidad de Alicia Carbonell he hablado muchas veces, siempre con aceptación de su arte, de su preparación, de su estudio previo. Los dos intérpretes restantes Emilio Lépez y Euegnio Tiburcio, con los llamados instrumentos de lengüeta (doble en el oboe, simple en el clarinete), no hicieron otra cosa que revalidar sus títulos mediante un manejo de alta técnica a lo que se agrega la natural musicalidad de ambos intérpretes. Música de cámara de alto nivel.

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