“Nos dejaron una provincia quebrada” fueron las palabras que eligió la gobernadora Alicia Kirchner para definir la grave situación económica y social por la que atraviesa Santa Cruz y cargar culpas contra Macri en primer lugar, y luego a los gobernadores que la precedieron: ¿a quiénes se refería?
En el año 1991 –tras ejercer la intendencia de la capital Río Gallegos por cuatro años- Néstor Kirchner asumió la conducción política de esa provincia con un amplio respaldo electoral de los santacruceños y la gobernó con mano férrea hasta el año 2003 cuando fue elegido Presidente de la Nación. Los gobernadores que lo sucedieron desde entonces y hasta su muerte fueron designados por él mismo y se convirtieron así en sus simples delegados –salvo un díscolo que tuvo que irse a los pocos meses-. El Jefe era quién decidía desde Buenos Aires que se hacía y que no en su terruño patagónico.
En los doce años que estuvo personalmente al frente de su provincia Néstor planificó y construyó una matriz que luego los argentinos todos la vimos reproducida en sus partes esenciales en el aparato del Estado federal. La frase “¡Vamos por todo!” pronunciada por Cristina años después frente al monumento a la Bandera en Rosario resume la visión del manejo del Estado que Néstor y ella tenían.
En ese lapso de tiempo Néstor se apropió de los tres poderes del estado provincial. Llegó a tener el control pleno de la Legislatura provincial con diputados y senadores leales, cuando no serviles. Luego fue por la Justicia, primero con la designación de jueces y fiscales adictos, y luego con la instalación como ministros de la Suprema Corte provincial de hombres de su plena confianza como Carlos Zannini, un abogado cordobés que años antes había llegado a aquellos lares en busca de trabajo y se transformó en su servidor incondicional. Eliminados los sistemas de control republicano, Néstor se convirtió en el dueño de la provincia.
Santa Cruz cuenta con una renta privilegiada si la comparamos con otras provincias. En el norte de su territorio tiene yacimientos de petróleo y gas importantes como Cañadón Seco, Las Heras y Pico Truncado; pero además comparte con Chubut el Yacimiento Cerro Dragón que es el más grande del país. Las regalías petroleras que Santa Cruz embolsó en los últimos treinta años son casi el triple de lo que recibió nuestra provincia de Salta, por ejemplo.
Los 600 millones de dólares que esa provincia recibió del Estado Nacional en 1993, que desaparecieron literalmente y de los que el Gobernador Kirchner nunca rindió cuentas, provienen precisamente de regalías petroleras que la Nación le debía desde hacía años al erario provincial. Carlos Menem y Domingo Cavallo, en aquellos años grandes amigos del Gobernador, fueron quienes le entregaron esa inmensa masa de dinero; mucho tuvo que ver en el gesto bondadoso de esos dos personajes el apoyo de Kirchner a la privatización de YPF y su poder de lobbysta frente a los otros gobernadores que dudaban en apoyar el desguace de la petrolera estatal.
Cuando comenzaron los cuestionamientos de la oposición porque ese dinero no aparecía, fue la Legislatura primero y luego la Corte de Justicia provincial quienes se encargaron de aprobar todo lo actuado por el Ejecutivo Provincial, y otorgar la impunidad que el Gobernador buscaba. Según investigaciones del periodismo y de políticos de la oposición, los 600 millones de dólares fueron colocados en plazos fijos en la banca suiza, y se calculaba que 15 años después, con los intereses devengados, la suma actualizada rondaba los 1.100 millones de dólares.
Santa Cruz tiene también grandes ingresos por la industria pesquera, por el turismo, por la minería (es uno de los productores de oro del país). Su estructura económica, como se ve, es netamente extractiva; las políticas implementadas por los sucesivos gobernadores nunca favorecieron la creación de puestos de trabajo genuinos en el ámbito privado, por lo que hoy la mitad de los trabajadores santacruceños se desempeña en la esfera pública, se trate de organismo nacionales, provinciales o municipales. Esto significa que cualquier gobernador kirchnerista que detente el poder en la provincia tiene un voto cautivo que está representado por gran parte de esa inmensa masa de trabajadores estatales.
Al hacerse cargo de la Casa Rosada Néstor se llevó consigo a los mismos hombres incondicionales que lo habían acompañado en la gobernación a quienes instaló en puestos claves del gobierno nacional: el mencionado Carlos Zannini, Ricardo Jaime, Julio De Vido, José López (el de los bolsos), Alicia Kirchner y Sergio Berni por citar solo los más conocidos. A otros, como Lázaro Báez, de ser poligrillos los convirtió en empresarios de la obra pública. A Cristóbal López, que ya era un empresario conocido en la Patagonia, le abrió las puertas a nuevos negocios en el ámbito nacional.
A esa pléyade de hombres ilustres se le sumaron luego los que provenían del menemismo más rancio como Alberto Fernández, Oscar Parrilli, Aníbal Fernández y Carlos Tomada. También se incorporaron hombres y mujeres de la vieja estructura de Montoneros como Nilda Garré y Horacio Verbitsky (el ministro sin cartera), lo que trajo la impronta de los derechos humanos y la continuación de los juicios por delitos de lesa humanidad. Cabe destacar que hasta el 2003 las violaciones cometidas por la dictadura militar no entraban en la agenda de Néstor y Cristina; nadie recuerda que Néstor gobernador haya conmemorado oficialmente la fecha del golpe de estado del ’76.
Desde el 2003 hasta que dejaron el gobierno en el 2015 vimos: el Congreso Nacional funcionando como una mera escribanía del Poder Ejecutivo; la designación de jueces y fiscales adictos (“Justicia Legítima”) y el apriete a los jueces y fiscales que no se subordinaban (lo de “apriete” es la expresión usada por Cristina en una conversación telefónica con Parrilli); la obra pública convertida en un botín y digitada por De Vido para favorecer a los empresarios amigos como el nuevo millonario Lázaro Báez, Cristóbal López o Electroingeniería; los medios de comunicación estatales convertidos en instrumento de la propaganda kirchnerista y el financiamiento de la prensa privada adicta; el crecimiento exponencial de la plantilla de empleados públicos con prioridad de la militancia kirchnerista; el despilfarro del dinero público sin rendición de cuentas; el nepotismo practicado sin pudor; el deterioro progresivo de la educación pública; el colapso del sistema energético del país. Y como si eso fuera poco, después de las decenas de miles de millones de dólares que entró al país, los doce millones de pobres que dejaron antes de irse. Santa Cruz era el modelo que los argentinos deberíamos haber mirado antes de votar.
Además de los recursos antes citados con que cuenta esta provincia, desde el gobierno nacional Néstor y Cristina les enviaron año a año discrecionales sumas de dinero, una cuantiosa fortuna. En los doce años esa provincia recibió en términos absolutos el 11% de los fondos de la obra pública del Estado Nacional, más que la Provincia de Buenos Aires que recibió el 10%. En Noviembre del 2015, antes de abandonar la Casa Rosada, le enviaron 4.500 millones de pesos que según cuentan los vecinos de Río Gallegos llegaron en varios camiones de caudales, en efectivo contante y sonante.
Es fácil darse cuenta que parte de todo ese dinero era de otros habitantes del país: era el que después le iba a faltar a salteños, cordobeses o mendocinos.
La Gobernadora Alicia Kirchner acusa en estos días al Presidente Macri de no ayudarla en esta encrucijada. Sin embargo los números del Estado nacional indican que su provincia está entre las que más ayuda sigue recibiendo después de La Rioja, Catamarca y Tierra del Fuego, territorios que no son macristas precisamente.
La Gobernadora Kirchner debería reconocer que, por lo menos, el 99% de los problemas que padecen hoy los santacruceños son consecuencia de las políticas implementadas por su familia durante los más de 25 años en que detentó el poder absoluto de la provincia, donde la prepotencia y el despilfarro, entre otros vicios, fueron una constante. Pero no, el defecto más grande que tienen los dirigentes kirchneristas es echarle la culpa de los errores propios a los demás, en este caso a Macri.
– Por Oscar A. González (El Tala)