El nacionalismo musical básicamente no es otra cosa que traer los sones folclóricos en el sentido de los sonidos de la tierra de uno y con sabiduría, arte y sensibilidad, convertir esos sonidos en idioma universal.
Salta, miércoles 4 de octubre de 2017. Salón Victoria del Teatro Provincial. María Alejandra Barreto (oboe). María Milagros Boso Galli (piano). Preludios Nacionales nº 4 “Romancero” de Angel Lasala (1914-2000). Las Presencias nº 7 “Rosita Iglesias” de Carlos Guastavino (1912-2000). Dúo Concertante de Antal Doráti (1906-1988). Adagio y Allegro de Roberto Schumann (1810-1856).
La unión artística de Alejandra Barreto (Caracas-Venezuela) y Milagros Boso Galli (Salta-Argentina) devino finalmente en un más que interesante dúo de cámara que llega a enriquecer el andar musical de nuestra ciudad. En mi caso es la primera vez que las escucho juntas y ya me parecen una combinación altamente recomendable. Un repertorio bien elegido, una manifestación adecuadamente medida en el tiempo, estudiado bagaje técnico que les sirve para traer compositores de evidente exigencia interpretativa, explicaciones claras y motivadoras de cada obra a interpretar y una actitud sencilla, sin alardes, ante el público que colmó el pequeño salón fueron las características más importantes del concierto.
El nacionalismo musical básicamente no es otra cosa que traer los sones folclóricos en el sentido de los sonidos de la tierra de uno y con sabiduría, arte y sensibilidad, convertir esos sonidos en idioma universal. Claro ejemplo fue uno de los primeros compositores en hacer esto: nada menos que el checo Briedrich Smetena. En nuestro país fueron Ginastera, Camaño, Piazzolla a los que se agregan los dos primeros compositores de esta noche: los contemporáneos Lasala y Gustavino. El primero casi olvidado, el segundo reconocido por músicos y entendidos. Son pentagramas argentinos basados en canciones y música de nuestro país, aunque tal vez, mas del sur que del norte. El preludio de Lasala inicia el piano para abrir luego una línea melódica sostenida por acordes formales, inspirados. Están escritos en la década del setenta. Luego llegó el elegante Guastavino con temas de la Argentina clásica, polifónica con las 7ª de sus nueve Presencias. Realmente una belleza.
La segunda sección comenzó con el húngaro Doráti, más conocido como excelente conductor de orquestas. Su dúo concertante no deja de tener interés en el comienzo lírico para luego ingresar en expresiones de gran fuerza rítmica. De todas maneras explora combinaciones tímbricas osadas de verdadero impacto sonoro aunque de cierto espíritu y formas abstractas que rozan el lenguaje burlisto de un Prokofiev por ejemplo, no obstante la distancia temporal entre ambos. El cierre fue el retorno a la dorada época del romanticismo con su “adagio y allegro” del inolvidable Roberto Schumann cuya corta vida solo permitió pocas obras maestras. Como casi toda su música, dedicada a su mujer Clara Wieck, pasa por una sucesión de escalas, arpegios, acordes donde estuvo presente el lucimiento de las dos intérpretes. Ambas conforman un dúo que viene a sumarse a las expresiones de jerarquía en el ámbito de nuestra ciudad, cada vez mas amplio y cada vez de más calidad. Las dos intérpretes lo saben pero informo al oyente que hay muchísima literatura para oboe y piano por lo que es dable esperar nuevas presentaciones del atractivo dúo.