La música de Brahms que se inició con un rechazo dicho en broma por parte de Pablo Herrera, tiene particularidades que la distinguen claramente de otras composiciones. (…) combinación tímbrica de bajos y agudos del clarinete de un superlativo Tiburcio con el pianismo de Bruno, equilibrada, serena, desembocando en un “allegro” de altísimo nivel.
Salta, martes 17 de octubre de 2017. Teatro Provincial de Salta. La palabra de los poetas Marcelo Sutti (Salta-Argentina) y Rubén Darío (Metapa-Nicaragua). La música de Johannes Brahms (Hamburgo-Alemania): Sonata en fa menor op.120 nº 1 para piano y viola; Sonata en mi bemol mayor op. 120 nº 2 para piano y clarinete y Valses de Amor op. 52 para piano a cuatro manos y voces “ad libitum”. María Fernanda Bruno y Julio Menéndez (piano), Tetyana Larina (viola), Eugenio Tiburcio (clarinete) Coro de Cámara del Departamento Vocal y Coral dirigido por el maestro Luciano Garay. Comentarios del compositor Pablo Herrera. Lectura de las poesías por el Lic David Slodky.
Una curiosidad temporal. Las dos sonatas iniciales duraron cada una veintiún minutos. Fue deliberada la duración? Para mí, una casualidad. La música de Brahms que se inició con un rechazo dicho en broma por parte de Pablo Herrera, tiene particularidades que la distinguen claramente de otras composiciones. Ejecutaba piano, violín, violonchelo y corno. Pero además, estudiaba composición desde su adolescencia con un notable maestro que a su vez desarrolló una gran capacidad para pasar, de modo amable, de una tonalidad a otra lo que otorgaba cierta elegancia que se contradecía con la persona que todos conocían. Quisquilloso, ultrasensible, de mal carácter, sarcástico, áspero, no tenía el menor tacto cuando debía decir algún concepto destemplado. Se cuenta que la única persona que merecía un trato diferente, preferencial fue Clara Wieck, la mujer de Roberto Schumann, más aún cuando quedó viuda. Muchos dicen que estaba enamorado de ella, quince años mayor que él, pero no sé, tengo mis dudas.
Las dos sonatas pueden ser interpretadas por el piano con viola o con clarinete. La selección corre por cuenta de los intérpretes. Se trata de dos páginas escritas en los tres últimos años de vida del compositor o sea que estamos hablando de un músico que además de su fantástica formación, ya estaba en la madurez de su lenguaje musical y en el dominio de su arte que prescinde de toda intención programática para dedicarse al sonido abstracto el cual debe ser muy bueno para brindar placer auditivo como en este caso.
Pero hay detalles que sugieren sentimientos como por ejemplo la nº 1 con la excelente Tetyana Larina (viola) que nos introduce a un “allegro apassionato”, casi un protocolo nostálgico o a un inspirado “adagio” hasta llegar al “allegreto” que hace pensar en la relación Clara-Johannes y la pregunta “la habrá besado por primera vez o tal vez por única vez?” o por ejemplo en la sonata nº 2 la combinación tímbrica de bajos y agudos del clarinete de un superlativo Tiburcio con el pianismo de Bruno, equilibrada, serena, desembocando en un “allegro” de altísimo nivel. Ambas, en su época, fueron un aporte que estremeció a los conservadores en tanto al autor no le interesó complacer a las masas sino a aquellos capaces de descubrir su esplendor y belleza interna, sobre todo en el caso de la segunda, la más corregida por Brahms antes de su definitiva edición.
Luego llegaron los dieciocho valses de amor op. 52 que conozco hasta sus más íntimos detalles por haberlos cantado en mis años jóvenes con la inolvidable Camerata Alter bajo la conducción del ilustre Salvador Rimaudo. Son exquisitas miniaturas con textos de Georg Friedrich Daumer, el filósofo que consideraba la vida como la lucha entre vulgaridad y cultura, que mezcla deliciosos motivos vinculados con muchachas enamoradas, doncellas que añoran al ser amado hasta bellas canciones como el maravilloso tema del nº 7 espléndidamente cantado por la soprano Marina Padilla. Hubo otro solo, el nº 17 por el buen tenor José Velardez. El resto estuvo a cargo del Coro de Cámara que condujo con sutil refinamiento el maestro Luciano Garay repitiendo su encomiable labor de abril de 2015 donde mostró también sus reconocidas y talentosas condiciones musicales.
El acompañamiento a cuatro manos estuvo a cargo de María Fernanda Bruno, no solo directora del Departamento de Música de Cámara, no solo notable pedagoga, no solo muy buena pianista sino fundamentalmente una brahmsiana indiscutible, en la oportunidad muy bien acompañada por Julio Menéndez en la sección grave del piano.
En el intervalo entre ambas partes, Pablo Herrera presentó al escritor Lic. David Slodky quien con su particular decir trajo un soneto titulado “Quo Vadis?” con el que el músico y poeta Marcelo Sutti retrata de modo breve, inspirado y emotivo, a su padre “Pepe” Sutti y otro exaltado soneto denominado “Ama tu ritmo”, esta vez del famoso poeta nicaragüense Rubén Darío cuyo bisnieto nos honró con su presencia.
La música de Cámara sigue feliz
Que MARINA PADILLA, Soprano, tuviera una observación positiva por parte del Sr. José Mario Carrer es porque se encuentra en el camino correcto de crecimiento de manos del gran maestro Luciano Garay. Es importante destacar los antecedentes de la Soprano quien no detuvo su marcha en el crecimiento de la cultura y de la formación, aún en un lugar (JUJUY) donde no cuenta con el apoyo de organismos gubernamentales ni privados, ni de la cultura y menos de antecedentes que expongan el nivel aspirado. Ha recorrido muchos escenarios chicos y grandes donde el objetivo siempre ha sido compartir la PASIÓN por el canto Lírico y Lírico Pop para quienes no tienen los medios necesarios de acceder a un teatro o a eventos de importante magnitud de la cultura pero siempre con el nivel de calidad y calidez que la describen como una profesional impertinente tal vez por su edad pero respetada y apreciada por pares y formadores de gran envergadura. Gracias y ojalá sigan acompañandola. Gracias