Para el 60% de las personas que viven en Buenos Aires las mascotas son parte de su familia. Pero hay quienes van más allá: consideran que sus perros son sus hijos. Hay historias de los que llevan a sus perros cada semana a la peluquería, pagan spas, les compran ropa de diseño y festejan los cumpleaños caninos en salones con torta y cotillón.
Descubrí que pertenezco a una minoría: no tengo mascota. Según un estudio realizado en 2016 por la Universidad de Tres de Febrero, el 69% de los habitantes del Área Metropolitana de Buenos Aires posee un animal doméstico. Quizás por mi condición de excluido, siempre me llamó la atención el vínculo que las personas establecen con sus mascotas. En el último tiempo una tendencia despertó aún más mi curiosidad. Muchas personas se relacionan con sus perros como si fueran sus propios hijos.
Sonia y Julia Rivas son hermanas y viven juntas en una casa de Belgrano desde que sus maridos murieron. Sonia es coqueta. No me precisa su edad pero revela tener más de 70 años. No tuvo descendencia pero su perrita She es su hija. Vive para ella y le da todos los gustos. Me cuenta que, entre un producto para sacarle las pulgas y el corte de pelo en una peluquería canina de Recoleta, lleva gastados $1.900 en lo que va del día. «Es casi humana», me dice acerca de She.
La humanización de los perros es un fenómeno mundial reciente y en expansión. Humanizar una mascota es tratarla como si fuera parte de nuestra especie. Pero no lo es. Relacionarse de esta manera con el animal puede ocasionarle trastornos en su comportamiento.
El doctor Ricardo Bruno es médico veterinario y una de las máximas autoridades argentinas en comportamiento animal. Atiende constantes consultas de personas que llegan desesperadas porque ya no saben qué hacer con su perro. Animales que aúllan mientras no hay nadie en la casa, pánico a las tormentas, agresividad permanente e incluso la automutilación son algunos de los síntomas frecuentes que los dueños de mascotas relatan al Doctor Bruno. El médico afirma que la costumbre de tratar a los perros como si fueran personas puede provocar ansiedad, miedo, agresividad e inseguridad en los animales.
Ser humano puede ser contagioso pero también es un negocio. Hay un fenomenal mercado detrás de la humanización de las mascotas.
Dice Bruno: «Si te hacen creer que tu perro es tu hijo vas a gastar en él como si lo fuera».
Con la supuesta finalidad de mejorar la calidad de vida de tu «perrihijo» hay una industria que ofrece hoteles y spas, peluquería, vestimenta urbana y de alta costura, medicina prepaga, alimentos y hasta salones para fiestas de cumpleaños.
Ana María Espina es viuda y vive con 5 perras y 15 pájaros en un departamento de Recoleta. «Soy su mamá y ellas son mi vida. Gasto más en ellas que en mí», me dice mientras sostiene en brazos a su perra Magui que acaba de salir de la peluquería. Además de un mercado que induce a la humanización de las mascotas, la carencia afectiva es una característica frecuente en estos casos.
Este fenómeno tiene sus efectos colaterales. Los perros no están exentos de un mal que aqueja a nuestra época: el alto nivel de medicalización. Ya no sólo sus dueños pueden necesitar psicofármacos sino que también sus mascotas. Perros que se vuelven dependientes de los ansiolíticos.
El doctor Ricardo Bruno dice al respecto: «¿Qué clase de sociedad estamos construyendo en la que hasta nuestros perros necesitan medicamentos para tranquilizarse?». Buena pregunta, doc.
– Por Diego Iglesias
Infobae