El ataque policial al periodista Darío Illanes tuvo amplia repercusión en la prensa local y nacional. Illanes dice que sintió los golpes pero también el desprecio. Cuando lo arrojaron a una celda sintió temor, por sus hijos. Ahora está dolorido, con recomendación médica de reposo. Cómo ve el caso el humor de Guflo.
Darío Illanes fue brutalmente agredido por la policía cuando realizaba un trabajo de investigación en el diario del gobernador luego de convertirse en uno de los referentes de la creación de un nuevo gremio que no esté controlado por Horizontes S.A-. ¿Casualidad o causalidad?
Illanes trabaja desde hace 11 años en El Tribuno. Entró por concurso al diario entre 180 postulantes. «No entré ni por acomodo ni por ser parte de la Universidad Católica»-aclara. Era en ese entonces estudiante de Antropología de la Universidad Nacional de Salta y presidente de la Federación por el Frente Amplio en la universidad.
En relación a los golpes que recibió en la Comisaría del Menor dice: «Me identifiqué desde el comienzo. Se burlaron. Mirá las fotos»- dice Darío. La imagen muestra a los policías en actitud de burla. «Yo también soy periodista» – le decían. «Me rodearon diez uniformados sin identificación»-recuerda.
«Échenlo adentro»-dijo un uniformado. «Cité mis derechos constitucionales pero no escuchaban». Los menores desde la ventana -de quienes había recibido testimonios- gritaban: «¡suéltenlo hijos de puta!.»
«Cuidé mi libreta -donde tenía los datos registrados- y mi celular. Me trabé como jugador de rugby para recibir menor cantidad de golpes. Tengo lesiones. Sentí un plantazo en el hígado. Tengo una marca en la espalda de 15 cm de largo por 3 de ancho»- declara.
«Sentí los golpes, pero también el menosprecio, los insultos por parte de los uniformados. Intentaba hablarles racionalmente. Me metieron en una celda. Nunca me paralicé ni de lengua ni de reacción, ni de pensamiento. Por eso grité: ¡ me secuestran!.
Esto me trajo malos recuerdos. Mi padre me enseñó a no dejarme agarrar por civiles ni por uniformados sin identificación. Pensé en eso, él estuvo desaparecido una semana en la época militar y nos tuvimos que refugiar en las Sierras de Córdoba. Mi padre era ferroviario y un delegado sindicalista.»
«Pensé en mis hijos chiquitos, tuve miedo por ellos. Me metieron en una celda, me golpearon. ¿A título de qué?. Pensé que si algo me pasaba a mí… tuve mucho miedo por ellos. Y me di cuenta que mi única defensa es la palabra».
Darío Illanes recalca: «no me paralicé». Comenta que jamás tuvo problemas con nadie. Cree que su vinculación con ASPRENSA y su lucha por la dignidad del trabajador es una oportunidad para defender la expresión y los derechos de los comunicadores.
«Tengo mi propio estilo. Soy cronista policial. Saco una veta que no marque estructuras. Humanizo a las personas»-dice sobre su trabajo.
Fue profesor de Comunicaciones en el IEM (Instituto de Enseñanza Media de la Unsa), trabajó en Córdoba en La voz del interior, hizo radio en ABC, emisora que ya no existe en Salta, en la que tenía un programa cultural. «Escribo cuentos, poesía, relatos policiales. Me interesa la literatura, el teatro»-comenta al responder a la pregunta acerca de qué le interesa además del periodismo.
Illlanes pidió ayer carpeta médica y se retiró del diario a las 18. Estaba dolorido y su médico particular le dijo claramente que no debía estar trabajando. Le dieron 5 días de reposo.
En los medios y entre los perodistas hay tres versiones que intentan dar cuenta del motivo del ataque a Illanes:
1. Es una acción dentro de una interna policial para perjudicar a Ferraris.
2. Desde el gobierno o la patronal de El Tribuno le mandaron a pegar como advertencia para que no siga adelante con la creación de un nuevo gremio.
3. La brutalidad policial desatada por una sensación de impunidad o por una deficiente formación profesional.
En la reunión de periodistas que se realizó anoche para tratar este tema los trabajadores del sector repudiaron la agresión a Illanes -publicarán una solicitada- y ratificaron su intención de crear un gremio independiente: ASPRENSA. Una molesta sensación de vértigo para quienes desde el gobierno de Salta o el directorio de El Tribuno no quieren que suceda. Pero está sucediendo.