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jueves, noviembre 21, 2024

Lola Mora vive

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Una obra de teatro breve pero poéticamente intensa.

El viernes 18 de octubre a las 22 hs. tuve la oportunidad de asistir a la Sala Wayar Tedín del Centro Cultural América de Mitre 23, para presenciar «Aquí mora Lola Mora» con una estupenda actuación de Andrea Yacuzzi como La Venus de la Fuente de las Nereidas, icónico trabajo de Dolores Mora, la gran escultora tucumano-salteña; y un exquisito texto de Lila José quien encarna a esa excepcional mujer que fue Lola, no solo en su condición de artista sino en su circunstancia politico-social. Tan enigmática como talentosa, tan admirada como rechazada, su legado cultural es innegable.

Dos mujeres en un micro espacio atravesado por la memoria y por el deseo de existir, deseo que deviene reclamo, como si faltase una pieza que le haga justicia a la valiosa obra de la escultora. Pero además, esta idea fantástica de un posible encuentro de una artista con su obra, permite al público asistir a la humanización de una pieza de valor artístico como si se pudiese empatizar con ella para comprender tal vez la soledad, pero no ya de este «frío pedazo de mármol esculpido», sino de su creadora. Permite migrar el alma de Lola Mora para infundir su espíritu en su criatura. Convertir esa relación en algo mítico, pues es la creadora con su creación: el relato del origen. A la vez se produce una analogía con la relación madre-hija,. En su especifica relación con lo mítico alimenta la idea del origen de la belleza, es Venus nada menos, por lo que la textura del clasicismo propio de la escultora abre la puerta al paralelismo, que no necesita tener fecha, solo debe suceder.

Pincela la puesta la participación del reconocido director Omar Pizzorno, quien fuera invitado por la autora a unirse en este hecho cultural, al trabajo del Grupo Candilejas. Su mirada va al unísono de las palabras a través de dos recursos: el visual y el auditivo.

Es un trabajo que ahonda en ese costado más vulnerable de Lola Mora, pero también, en el más alto a nivel artístico. Y a mi entender, sin pretensiones ni grandielocuencias, logra ese contacto íntimo con el público a quien le entrega un homenaje a través de la singularización del lenguaje y de una estética en vías de extinción: el teatro poético.

Acaso ahora ya no baste sacudir el polvo de estas esculturas, también hace falta conocer la Historia del Arte, de nuestro arte, y levantar no ya monumentos sino conocimientos sobre quienes fueron nuestras trascendentales mujeres, riñones esenciales de la cultura local.

– Fotos tomadas por Salta 21.

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