Concierto para violín, piano y cuarteto de cuerdas op. 21 y Canción Perpetua op.37 ambas de Ernest Chausson (1855-1899) están en un CD editado por el afamado sello español IBS Classical y distribuido por Naxos. Solistas: Simón Gollo (violin y director de orquesta) y John Novacek (pianista y compositor). Cuarteto de Cuerdas: Benjamín Sung e Ingrid Gerling (violines), Randolph Kelly (viola) y Maki Kubota (violonchelo). También Mariola Cantarero (soprano en la Canción Perpetua). CD de alta perfomance.
Crecido entre la cultura de salón y el confort financiero Ernest Chausson nació en Paris con el talento de los elegidos. Fue escritor, dibujante, abogado dándole el gusto a sus padres, pero decidió al final de su adolescencia hacerse músico influenciado por Richard Wagner y luego por sus maestros, nada menos que César Franck y Jules Massenet. Su catálogo no es muy grande, seguramente por su corta vida pues murió en Limay – Seine et Oise a los cuarenta y cuatro años en un accidente. Ese catálogo llega a siete decenas de obras de evidente y ardiente lirismo, por momentos angustiado, de las cuales se destaca su “Poema” para violín y orquesta, mas las dos partituras del presente CD. Pero en ese corto lapso, hizo mucho en la tarea de promocionar la música contemporánea de su país.
El op. 21
Los tres acordes iníciales, piano y luego violín y violonchelo, ambos del cuarteto, no dan señales de lo que vendría luego. Son reminiscencias de música afrancesada hasta un pasaje dramático en el que ingresa el violín solista con plenitud. El diálogo entre los solistas, está cargado de romanticismo en su fraseo apasionado de este primer movimiento “décidé”, como el autor indica y pide. Llega la ternura y ambos se lucen con sus infinitos recursos técnicos al servicio de unas líneas llamativas, hasta que ese carácter expansivo se diluye con suavidad en los mismos tres acordes iníciales.
El segundo movimiento, una danza “siciliana” ciertamente melancólica, tiene la particularidad de una línea melódica simple pero indudablemente lírica. El cuarteto acompañante ofrece un “ripieno” de tinte clásico. Hay un imperdible dúo de Novacek con el violonchelo y el violín de Gollo prepara dulcemente el camino final de este breve esquicio.
Tercer movimiento. Su nombre: “grave”. Novacek inicia una secuencia de trece notas hasta el ingreso de Gollo en un motivo de carácter oscuro. Sobre la obsesión del piano, Simón Gollo nos cuenta de penas e infortunios. La entrada del cuarteto continúa la idea de lo pesaroso. Novacek y Gollo transmiten con fastuosa expresividad su desánimo. El discurso de Simón anticipa un tiempo tormentoso y casi desesperado.
Hasta que John cierra el movimiento con un atmosfera tan oscura como al inicio.
Final. “Tres animé”. Novacek abre el último movimiento con veloces escalas. Gollo y el cuarteto siguen con ánimo festivo. Los solistas dialogan mientras el cuarteto, con frases cortas, entregan el marco complementario. La idea compositiva parece ser un allegro aún cuando el violonchelo tiene notas largas como quien brinda la base de algo mas contundente. No es música fácil y sin embargo cautiva y atrapa con su inocultable solidez. Los solistas no ofrecen motivos descriptivos en sus líneas diferentes pero simultáneamente intentan armonizar para llegar al rotundo final.
Chausson dedicó la obra a su amigo Eugene Ysaye quien la estrenó en Bruselas el 4 de marzo de 1892 con Auguste Pierret al piano y el Crickboom Quartet y el público recibió ese estreno con aprobación inmediata. No obstante no es de consumo masivo ni frecuente por tratarse de una obra ciertamente difícil. En Argentina, aparentemente, se ha tocado dos veces, una de ellas en mi ciudad.
El op. 37
El material de esta versión incluye “Canción perpetua” op. 37 una de las tres últimas obras de Chausson antes de su muerte. Está dedicada a la soprano Jeanne Raunay y se estrenó el 28 de enero de 1899.
Un piano nostálgico primero, luego el violín se pone en espejo con el tema pianístico y la soprano dice “mi amado se ha ido y con él mi corazón”. Se trata de una obra maestra de sutilezas donde el piano seduce y el violín descubre el lado romántico de una relación que ya no será. La letra poética de Charles Cros cuenta amarga y dulcemente la pérdida del ser amado. Todo esto contado por la exquisita soprano española Mariola Cantarero. El momento finaliza con un agudo de la cantante “por el señuelo de las rosas de mayo, en los labios del amado” y luego con el piano y la viola que se van perdiendo en el infinito.
Esta maravilla descrita mas arriba solo fue posible por músicos de elevado rango. Simón Gollo y John Novacek están en la cima de sus carreras y el cuarteto que los acompaña es un notable grupo de cámara que muestra cohesión, recursos técnicos irreprochables y una musicalidad acorde con los solistas. La sola mención de los lugares que albergaron sus dotes artísticas me exime de comentario alguno. Entre otros: Carnegie Hall, Avery Fischer Hall, Alice Tully Hall y Kaufman Concert Hall (Nueva York); Kennedy Center y National Gallery of Art (Washington DC); Dorothy Pavillion (Los Angeles); Cadogan Hal y Bolivar Halll (Londres); Teatro Teresa Carreño (Caracas); Teatro Salta (Argentina); Auditorio Blas Galindo (México DF); Auditorio Manuel de Falla (Granada); Teatro Mayor (Bogotá), salas de Japón, Austria, Taiwan, Rusia, etc.
En mi opinión, el público de hoy escucha la música de modo diferente a la época barroca, clásica y principios del romanticismo. La educación musical formaba parte de la educación global del individuo; así es como grandes mayorías no solo leían música sino que conocían de los elementos técnicos que la componen. Hoy no sucede esta circunstancia educativa y por tanto el valor de lo que se oye está en estrecha relación entre lo percibido auditivamente con lo que esa audición genera, esto es, los movimientos del alma o sean las emociones.
El CD se encuentra desde ayer en todas las plataformas digitales.
– José Mario Carrer es miembro de número de la Asociación de Críticos Musicales de Argentina