Murciélagos contra Haendel y descargas en Karamelo Santo

Tremendas descargas sonoras arruinaron el final del concierto de Karamelo Santo. En la Iglesia de La Merced murciélagos planeaban en picadas amenazantes sobre los músicos y melómanos hostigando el disfrute de una temprana obra maestra de Haendel.

El concierto de Karamelo Santo estaba anunciado para la medianoche del sábado 14 de marzo, en el local Hinchapelotas, en Limache.

Todo bien. Ahí estaban Selene, Laura Urbano, Marcelo Quispe. Titiriteros, artistas, jóvenes universitarios, adolescentes rockeros, artesanos. Buen ambiente. No nos gustó tanto la banda tucumana pero El Barco del abuelo (así dice el volante, no era la barca?) puso clima, acústica, muy buena onda.

Luego vino Karamelo Santo y desplegó lo suyo. Hubo entusiasmo, energía, conexiones. Regaee-rock-ska. Todo se encaminaba bien, se deslizaba hacia un final satisfactorio, cuando tremendas descargas comenzaron a sobresaturar el sonido. Horrible. «Saltó el diso», dijo alguno. Sonaban sobre una base que enriquecía el combo musical? Algún cable hizo contacto con algo? Karamelo siguió pero se escuchaba apagado, lejano, como si la amplificación eléctrica fuera en realidad un muro hostil que trataban de saltar poniendo ganas, pero entonces: otra terrible descarga. Final, pasadas las tres de la mañana. Nos fuimos. De salida quisimos preguntar a los técnicos que manipulaban el equipo. Respondieron de mala manera sin dar explicaciones, tipo no preguntés que no tenemos porqué decirte nada. ¡Epa, nos cobraron 30 pesos cada entrada che! No podrían al menos ensayar alguna explicación, digamos, por lo menos una disculpa?

Los demás no parecían molestos, sólo resignados. Mal final para una noche que venía bien…

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Murciélagos hostigan misa católica y boicotean sonata de Haendel

Domingo, 20,30. Concierto de la Camerata Lazarte en la Iglesia de La Merced, el austero templo neogótico de la calle Caseros. El maestro Julio Lazarte (foto) explica que vamos a escuchar una sonata que Haendel -¡qué niño genio!- escribió a los 11 años.

Sublime y sorprendente. Una obra maestra. El concierto nos lleva por el goce más puro de la música clásica. El maestro al medio, con un órgano que conduce e ilumina el talento de tres jóvenes músicos que armonizan los acordes de un arte que combina sonidos en un nivel cercano al prodigio. Placer y ensoñación. Magnífico momento.

Hasta que de pronto algo sueña como un terrible chillido. ¿Qué es eso? ¿Un celular? Demasiado fuerte y desagradable. De pronto los vemos, ahí están. Murciélagos sobrevuelan sobre nosotros. Primero como tímidos y juguetones, planean sobre los músicos, van y vuelven de una punta a la otra de la Iglesia.

Pero conforme el concierto avanza hacia su final se tornan cada vez más hostiles y descargan su agresividad con vuelos rasantes. ¿Van acaso a estrellarse contra la cabeza de algún músico o espectador? ¿Quieren que nos vamos? ¿Odian a Haendel y la música sublime a ellos los altera?

Anita y María Cristina aman a Haendel pero están aterrorizadas. Finalmente huyen del lugar cubríéndose el rostro y la cabeza, temerosas de que los murciélagos las ataquen. Otros melómanos muestran alguna inquietud, e incluso alguno parece divertido por la situación. Pero hay quienes permanecen concentrados en la música, haciendo caso omiso de los bichos voladores. Parece ser el caso del filósofo Hipólito Rodríguez Piñeiro, sentado en primera fila. Tampoco parecen alterarse los músicos, que completan un concierto brillante, aunque atípico.

Julio Lazarte anuncia al despedirse que habrá otros conciertos con Mendelshon y Bach, cuando un audaz murciélago pasa raudo entre él y el público y lanza un horrible chillido. Ahí el maestro no puede dejar de mencionar esa presencia sorprendente para terminar mencionando una vez más el lema de la Camerata: «espiritualizar a través de la música» .

Una señora que trabaja en la parroquia comenta: «nunca vimos tantos murciélagos como en los últimos días. Están muy agresivos y alterados y ya arruinaron varias misas. Lo que pasó hoy con la camerata Lazarte no había ocurrido nunca en los conciertos que se dieron acá», lamenta la mujer. Dice que ya convocaron a un tal Morón , experto exterminador de alimañas.

Muchos sienten repulsión y temor por los murciélagos, a los que ven como una especie de rata voladora. Pero también a este extraño animal -el único mamífero que vuela- se lo ha humanizado en la figura del enigmático y sombrío superhéroe batman, el hombre-murciélago.

Que a los murciélagos de la Iglesia de la Merced no les gusten las misas es algo que se puede entender. Quizá añoren el antiguo rito católico en latín y desaprueben las reformas del Concilio Vaticano II.

Pero hacerle eso a Haendel…!

Ellos deslucieron el final de un concierto espléndido.