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domingo, noviembre 24, 2024

Castro, Ginastera, Beethoven: buen programa

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Raka, fue la segunda esposa de ese notable músico llamado Juan José Castro. Siguió Ginastera. Llegó la famosa 5ª Sinfonía del genial Beethoven. Gorelik hizo la sinfonía al estilo de Karl Böhm o de Georg Solti en cuanto al “tempo”. Sin apuros, por momentos, tal vez lenta, pero en vez de molestar el goce fue mayor.

Jueves 19 de Marzo de 2009. Teatro Provincial. Orquesta Sinfónica de Salta. Director Luis Gorelik. El llanto de las sierras (Juan José Castro 1895-1968). Variaciones Concertantes (Alberto Ginastera 1916-1983). Sinfonía nº 5 en do menor op. 67 (Ludwig van Beethoven 1770-1827).

Raquel Aguirre de Castro, la inolvidable Raka, fue la segunda esposa de ese notable músico llamado Juan José Castro. Excelente compositor y probablemente el mejor director orquestal que dio Argentina. Raka, una mujer que manejaba la verdad, sin contemplaciones, de manera rotunda, sin dobleces ni debilidades -como dijo Pola Suárez Urtubey– me honraba con su amistad. Ella fue quien me contó las anécdotas vividas por el pintor musical de España, Manuel de Falla, cuando se vino a radicar en nuestro país. Ella fue quien me contó cuánto apreciaba su marido al compositor ibérico y cuanto le dolió su muerte en 1946. Ella fue quien me contó con qué sentimiento Juan José Castro escribió esa breve pero sentida página en memoria de su amigo muerto, evocando las soledades de las serranías de Alta Gracia en Córdoba, donde Falla vivía. Desde la fanfarria inicial hasta el profundo lamento del final, la orquesta resolvió la composición de manera conmovedora.

Siguió una obra del más reconocido compositor nacional. Ginastera presenta un motivo líricamente rico que luego deja en manos de solistas diferentes para sus siete variaciones y allí se lucieron Chornyy (violonchelo) presentando el tema, Ulloque (flauta), Tiburcio (clarinete), Larina (viola), Lepez Alonso (oboe), Morán (fagot), Albano (trompeta), Tarta (violín) y Tabakov (corno) para llegar a sus referencias musicales sobre el “malambo” la vigorosa danza nacional, tal como si fuera un “rondó”. El reducido grupo orquestal que ya había estrenado años antes la pieza, nuevamente mostró su eficacia.

Y finalmente llegó la famosa 5ª Sinfonía del genial Beethoven. Qué no se dijo de esta obra, tal vez una de las más famosas de todos los tiempos en la música culta. A propósito, hay una espléndida descripción de esta obra entre las páginas 62/67 en el libro “Beethoven” del editor de Mundo Clásico, Xoan M. Carreira (año 2008). Desde el rugiente trueno del tema del destino: tres nota breves seguidas de una mas baja y mas larga, el autor no se va en chiquitas y realiza declaración tras declaración. Hay contrastes al por mayor. El primer movimiento termina con un clímax avasallante. Luego viene un remanso de paz y resignada aceptación. Es un “andante con moto” y la partitura pide “dolce”. Hay fortes, pianos, interludios encantadores y arpegios infinitos en el final. Finalmente los dos últimos movimientos se unen para formar una sola expresión. Suena un fugato exuberante, hay un estallido brutal. La tonalidad cambia de menor a mayor. Aparece el optimismo como contraparte al pesimismo previo. El desarrollo es fantástico. El tema vuelve una y otra vez hasta el triunfo final.

Gorelik hizo la sinfonía al estilo de Karl Böhm o de Georg Solti en cuanto al “tempo”. Sin apuros, por momentos, tal vez lenta, pero en vez de molestar el goce fue mayor. Sólo fue teñido por algún desajuste en el primer movimiento antes del solo del oboe, una breve desafinación en la segunda variación de la cuerda (98/106) en el segundo esquicio o la extrema lentitud de los violonchelos y contrabajos (140/5) en el tercero. El resto fue el Beethoven esperado.

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