La “familia” Lenin generó diversos “monstruos”, que acabaron con el anarcomunismo de mi amado amigo, de ese por quien respiro y por el cual adquirí un “origen”. ¿Podrán los Partidos ser la “vanguardia” de los cambios por un socialismo libertario?
“[…] Tu belleza
es como el [porvenir …]
Estoy tan cansado,
que no tengo ganas ni de
discutir; estoy tan triste
que ni puedo hablar […]” “Indio” Solari
Cierto. La bendita, la “maldita” Revolución es otra figura de la Belleza y otro ritmo del porvenir. Así dice en algún lado Flight 956 , luego que el inspirado por Patricio Rey se separara de lo que quedó de los Redondos , hasta que vuelvan acaso, a juntarse, en otras circunstancias, con otras llamas en sus venas o en su corazones…
Como casi siempre, altero las palabras de los otros y las re sitúo en marcos o contextos diferentes, para que hablen con colores distintos de los usuales, para bien y para mal, tal cual lo realicé con una frase de Charly que volvía a la locura, no el reverso de la lucidez, sino la inteligencia de ver en sí (más allá o más acá; no importa…), aun estando ciegos o tuertos.
Mis tenues años de militancia en un espacio duro de cambiar en sus perspectivas, me convencen que los “dioses” Partidos, los que se encolumnan tras ellos, los que dejan de ser abiertos, pacientes, atentos, cordiales y hasta amigos, cuando hacen del Programa de un Partido su fe, su irracional fe, ciega y cegadora, fuerte, tanto, tanto como para exiliar a los “fronteras”, a los diferentes, a los solitarios, a los que tal vez, no sean tan “familiares” con respecto a Marx y el “verdadero” marxismo, no irán, no podrán ir hacia lo que anhelan (y yo con ellos…).
La “familia” Lenin generó diversos “monstruos”, que acabaron con el anarcomunismo de mi amado amigo, de ese por quien respiro y por el cual adquirí un “origen”, yo, que carezco de padres y que por ende, no cuento con familia ni porto un aire de “familia”, que me fije, identifique, castre, impugne, rompa mis pobres devenires, mis insomnios, los nombres, determinadas mujeres que me forjaron (mi abuela, mi hermana Cristina, mi hija, mi dulcísimo amordolor), los lugares sin espacio de la piel, de las cejas, de las uñas, de las tripas, con las que leíviví, aprendí a vivir, con Marx.
No hizo “ninguna” revolución, se me reprende; no…, apenas hacer girar lo que queda del día con su santa barba; nada más; nada menos.
¿Podrán los Partidos ser la “vanguardia” de los cambios por un socialismo libertario? Convencido estoy que no, pero no seré ni yo ni los fervientes defensores de la táctica justa, “correcta”, impecable, de corbata, presentable, bien afeitada, circunspecta, irreprochable, los que lo decidirán en última instancia. Serán los que se vean en la tarea de asumir la maravillosa revolución, cuando ésta al fin nos golpee las máscaras y las caras, como ocurrió con 2001, en que los más, los muchos, decidieron el “método” asambleario, espontáneo, bakuninista casi.
Claro; soy “hereje” porque deseo un encuentro posibleimposible entre Marx, lo mejor de él, y lo más hermoso de la grandiosa tradición anarquista. Y digo, a costa de mí…, de mi propia vida y de la de mis retoños, que no son sólo mis libros…, celebro que el amigo de Engels haya sido un alegre anarquista; sin patria, sin Partido, sin familia, sin dioses y casi siempre solo, a no ser por el educado empresario de Manchester, que lo convirtió en su hermano querido para impedir que los días idénticos transcurran (tal cual escribe ese gran escritor salteño, desconocido, que se llama Roberto Acebo).
Por las anarquías; por el futuro; por un socialismo de veras, distinto, sin las miserias del pasado y sin las nuestras, las de hoy, ahora, ya.
– El autor es militante de la CCC.