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jueves, noviembre 28, 2024

Infierno: La vida después de Guantánamo

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«Se cierra la prisión de Guantánamo en enero de 2010», dijo el presidente estadounidense, Barack Obama, pero el cierre no llegó a producirse. Ahora, parece que la solución es enviar a un gran número de detenidos a sus países de origen o a terceros países. Y lo han conseguido.

Hace unos días, el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, ofreció la acogida en nuestro país de presos de Guantánamo para cuando se cierre el penal. Lo que nadie tiene en cuenta es que estos hombres van a enfrentarse a grandes dificultades y problemas en la construcción de una nueva vida después de ser absueltos.

Un informe emitido por el Departamento de Defensa de Estados Unidos revela que 74 de los 534 hombres liberados de Guantánamo participan o están bajo sospecha de colaboración en actividades terroristas. Sin embargo, otros estudios apuntan a que únicamente el 4% de los detenidos han vuelto al terrorismo tras su excarcelación. Independiente de las cifras, cualquier retroceso plantea una pregunta: ¿Hacen EE UU y Europa lo suficiente para evitar la vuelta de los excarcelados al campo de batalla?

Según un estudio de la Universidad de California, 62 de los detenidos procedentes de nueve países de Europa, Oriente Medio y Asia guardan sentimientos negativos hacia EE UU, pero sienten un gran deseo de integrarse en sus familias y comunidades de nuevo. Aunque les resulta muy difícil. Según los autores de dicho estudio, los profesores Laurel E. Fletcher y Eric Stover, casi todos ellos han sentido lo que llaman ‘el efecto Guantánamo’, título también de la obra, ya que aunque eran considerados peligrosos nunca llegaron a ser juzgados ni condenados. Tan sólo 6 de esos 62 hombres han logrado encontrar empleo. Otros, por el contrario, perdieron sus posesiones, y sus familias se endeudaron durante su estancia en prisión.

En la obra, uno de los presos liberados, un empresario europeo, relata cómo durante su cautiverio los hijos no llegaban a encontrar una explicación al hecho de que su padre se encontrara en Guantánamo. Este hombre cuenta lo difícil que es explicar a un niño que exista algo como la ‘detención sin juicio’ en la que se olvida todo Estado de Derecho. Un niño sólo entiende que si un hombre está en la cárcel es porque es ‘malo’. Es lo que la sociedad le ha enseñado. Otros ex detenidos hablan del rechazo de sus familiares o la dificultad a la hora de encontrar una pareja. La esposa de uno de los hombres del Golfo árabe abandonó a su esposo cuando éste entró en prisión, y otro de ellos se encontró a su regreso a Europa con que su esposa había huido con sus hijos, que su padre había sido asesinado y que había perdido su negocio. En sus propias palabras: «Estuve viviendo en un infierno llamado Guantánamo. Cuando regresé a mi casa, encontré otro infierno peor».

Según los profesores, los problemas psicológicos son consecuencia directa de las detenciones. En el recuerdo queda haber sido atados en posiciones inaguantables, el soportar temperaturas severas y los numerosos actos de violencia. Todo sigue vivo y fresco en la mente de muchos de ellos. También se quejan de la pérdida de memoria, las depresiones o las pesadillas. «Aún me veo a mí mismo en Guantánamo con grilletes y esposas en la mano y a los guardias insultándome», relata uno de ellos. Pero todos ellos, según el estudio, coinciden en que lo que realmente quieren es dejar lo ocurrido en el pasado y avanzar en sus vidas. Sin embargo, 45 de los 62 ex detenidos se quejan de que no reciben apoyo de sus gobiernos o de instituciones benéficas privadas para ayudarles a iniciar una nueva vida.

Es evidente que sin apoyo social y psicológico los ex presidiarios acaban como indigentes, descobijados y en peligro de insertarse en grupos radicales donde, además de recibir alimentos y refugio, oirán discursos violentos y duras críticas acerca de Estados Unidos y Europa. En este momento en el que se plantea cerrar Guantánamo, es necesario planificar qué servicios se van a prestar a posteriori. Hay que estudiar la forma de ayudar a los presos puestos en libertad para que puedan reintegrarse en la sociedad. Se debe proporcionar un apoyo funcional y psicológico a los ex detenidos mediante programas de formación y ayudar en su reinserción en el mundo laboral.

Y no hay que olvidarse de ello porque estos programas harán mucho en nuestro favor. La ayuda a la reintegración de los presos liberados en las comunidades reducirá el odio, las ganas de afiliación a los extremistas y, con ello, se reducirá también el riesgo de nuevos ataques terroristas.

– El Correo Digital (Vizcaya) – Por SALAH SEROUR | DOCTOR EN FILOLOGÍA ÁRABE. DIRECTOR DE ECSOM-EL FARO – 25.02.10

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