Tafí del Valle -perla turística tucumana y preciada joya calchaquí-, asiento de un pueblo creador de enigmáticos menhires, recibió un valioso aporte cultural de los jesuitas. Lugar de ensueño que atrae a turistas de la región, el país y el mundo.
Enclavado a 1.991 metros sobre en nivel del mar -en unos de los valles laterales que dan ingreso al prolongado y famoso Valle Calchaquí que se extiende entre Salta y Catamarca- el pueblo de Tafí del Valle es un tesoro cultural, paisajístico e histórico.
A sólo 107 km de San Miguel de Tucumán y con apenas 10 mil habitantes, Tafí del Valle vive del turismo, pero también de la agricultura (papa, frutilla, ajo, espárragos, verduras) y la fabricación de quesos.
El crecimiento del turismo ha sido incesante en las últimas décadas. La tranquilidad del pueblo en sus paseos céntricos de las calles Perón y Los Faroles se ve alterada los fines de semana con la llegada de familias de San Miguel.
Un aluvión de turistas de toda la región Norte del país llega cada verano atraída por la belleza del paisaje pero también por la frescura del Valle. A lo largo del año los contingentes de visitantes del sur del país –sobre todo de Buenos Aires- arriban en forma continua y se ven también turistas extranjeros –europeos, norteamericanos, israelíes-.
Lugar de ensueño
En el centro del valle se levanta el cerro Pelao, de 2680 metros sobre el nivel del mar, que lo divide en dos. Una vuelta a su alrededor resulta un grato paseo ya que enlaza pasajes de singular belleza. El primer punto a visitar a la salida del pueblo es el Museo Jesuítico de La Banda, un tesoro de la tradición hispánica que conserva la estructura y el mobiliario de su época de esplendor.
Una visita a las estancias permite apreciar la elaboración de los sabrosos quesos de bien ganada fama internacional (en la segunda quincena de febrero es celebrada en Tafí la Fiesta Nacional del Queso).
La Cascada de Los Alisos ofrece un magnífico y sobrecogedor espectáculo natural. El dique la Angostura es el lago artificial más alto de Argentina, apto para la pesca y la práctica de deportes náuticos como el windsurf y la navegación a vela.
Completan el atractivo sin igual del Valle tucumano de Tafí las tradicionales artesanías en tejido y cueros, una variada gastronomía típica (locro, chanfaina, estofao con pelones, asado de cordero, charquicillo) y las expresiones musicales vallistas que se prodigan en coplas y en el arte de conjuntos con guitarra, bombo, violines y acordeón. En Semana Santa la representación de la Pasión en la falda de un cerro cercano -con resonancias de las dramatizaciones del Teatro Medieval- congrega a 15 mil espectadores.
Un enigma de piedra
Lugar ancestral del Noroeste Argentino, Tafí del Valle tiene sus raíces en la cultura tafinista de la cual quedan rastros en piezas arqueológicas como los famosos menhires. Se cree que estos monumentos de piedra –que representan el arte lugareño más antiguo- eran símbolos propiciatorios de la fertilidad de la tierra, el amparo de los dioses y la fecundidad y fraternidad humana.
Algunos de estos menhires -enigmática herencia de la cultura Tafí que floreció 300 años antes de Cristo y perduró hasta el año 800 de nuestra era- llegan a alcanzar los tres metros de altura. Contienen diseños de animales y figuras humanas. También los hay que representan falos o la silueta de una mujer grávida.
50 de estos monolitos se reunieron en la Reserva Arqueológica de Los Menhires, en la localidad de El Mollar, a 10 km al este de Tafí.
Ya por 1542 el español visitó estas tierras cuando don Diego de Rojas y su gente cruzó el valle de Tafí para bajar a los llanos y fundar la primera ciudad de Tucumán. Luego vinieron tiempos de asentamientos. Así, los jesuitas se instalaron en lo que hoy es la capilla Museo de La Banda, donde enseñaron a los lugareños -entre otras cosas- los secretos de la fabricación del queso.
Tras su expulsión en 1776 el Valle fue dividido en cuatro estancias que pasaron a pertenecer a tradicionales familias tucumanas, que para llegar al valle debían trasladar sus enseres a lomo de mulas por sendas y quebradas. Recién en 1943 llega el camino a Tafí del Valle, lo cual permitió que los tucumanos primero y el resto del país después descubran la belleza del lugar.