El Gran Simulador, polémico documental de Eduardo Montes Bradley, se exhibió el jueves en Salta en estreno nacional. Su autor denuncia que es censurado por distribuidores porteños. Los salteños no se desesperan por verlo. La opinión de los críticos.
Se exhibe en el Opera en única función diaria a las 22 hasta el día miércoles, a un costo de 8 pesos la entrada. El gobierno la recomienda con afiches en la Casa de la Cultura que dicen «la película maldita que sólo podrás ver en Salta». El asesor de cine Alejandro Arroz ex camarógrafo de Greenpeace y actual funcionario de un gobierno acusado de arrasar con bosques, montes y selvas estuvo respaldando la primera presentación del jueves. El mismo Des-Montes Bradley -que parece que en Salta se siente tan a gusto como en su país (o sea Buenos Aires)- arengó a los escasos espectadores antes de que se sumergieran en las disparatadas peripecias del film.
Pero parece que pese a todo «El Gran Simulador» no está causando el revuelo que se esperaba, incluso -según confió una empleada del cine- se tuvieron que regalar entradas. Y el rector del vespertino del Polivante aportó espectadores llevando a los alumnos a ver el documental, total el cine queda a una cuadra del colegio.
Es que en una ciudad en la que el ecologismo no parece estar entre las prioridades de sus ciudadanos, el antiecologismo tampoco genera entusiasmo.
El documental es conocido también con el título de No a los papelones, del realizador Eduardo Montes Bradley. Hasta el momento su resonancia es sólo mediática, porque prácticamente no se vió en cines. “Creo que no podría haber resultado de otra manera. Tras la negativa contundente de distribuidores porteños por miedos infundados mi película encuentra apoyo en la ciudad que siempre me abrió sus puertas: Salta”, afirmó el director, quien cuenta con el apoyo de la productora de Norberto “Negro” Ramírez (Kopla Vera, Frankfurt-Humahuaca, y Yo y el Tiempo) para este nuevo lanzamiento del sello Contrakultura.
El Gran Simulador se inicia con la intención de contar la historia de Nahuel Maciel, supuesto cacique mapuche que tomó al mundo editorial por sorpresa con sus falsas entrevistas a celebridades de la cultura. Pero descubrir al impostor fue también descubrir a la asamblea ambiental y a los habitantes de Gualeguaychú dispuestos a todo con tal de evitar los supuestos efectos que traería la instalación de dos plantas de celulosa sobre el río Uruguay.
A lo largo del filme de Montes-Bradley los impostores se multiplican, la mentira crece. ¿Cómo filmar la escalada de locura desmedida que se desató en poco tiempo? ¿Quién es el gran simulador? Con una actitud sincera, políticamente incorrecta y con mucho humor, Montes-Bradley logra el tono necesario para capturar la locura y el sinsentido, el suyo y el de ellos, dándole vida a un ensayo cinematográfico que reúne dos orillas.
La opinión de los críticos
“Un hartazgo exasperado, liberador, que permite decir exactamente lo que se piensa, sin las intermediaciones represivas de la conveniencia o de la sociabilidad. El gran simulador es una enorme, ruidosísima puteada contra la estupidez. En la previsible oleada de críticas que se desató cuando se supo (o se imaginó) el contenido de la película, muchos calificaron a Montes-Bradley como un mero provocador.
Y eso es justamente lo que es: el provocador que necesitábamos, el que nos dijera lo que a veces pensamos y nadie se atreve a decir.” Gustavo Noriega, El Amante, Buenos Aires
“La película es un gran teatro del absurdo llevado por un personaje volcado al dadaísmo que obliga a reflexionar sobre nuestras propias lenguas culturales. La irreverencia de Montes-Bradley es un llamado a la discusión donde haya menos enojos y más reflexión.” Horacio González, Director de la Biblioteca Nacional. Buenos Aires.
“El filme de Montes Bradley es una sátira, una humorada a risa franca; una farsa hecha y derecha; una comedia cinematográfica concebida como una oposición dialéctica; una mirada lúdica, impiadosa, arrojada, quizás valiente, quizás frívola, o al menos despreocupada pero siempre divertida o más bien festejante, a una intransigencia colectiva que la puesta en escena transforma en estupidez consuetudinaria. Un desenmascaramiento del peronismo rural y urbano desde la vereda de enfrente, que no queda en la orilla oriental del río Uruguay. Un arrojo humorístico políticamente más cercano a una rediviva y antipopulista revisión del Cándido de Voltaire que a cualquier tratado (anti)marxista.” Ronald Melzer, Brecha, Montevideo.
“Un trabajo canchero y sobrador, por momentos hilarante, siempre prolijo y parcialmente provocativo, una suerte de ensayo/panfleto tan arbitrario y oportunista como finalmente irresistible.” Diego Batlle, La Nación
“El espectador sale remachadamente convencido de que los perseverantes ecologistas piqueteros sufren de algo parecido a un retraso mental que les impide discernir claramente entre un poquito de olor a huevo podrido y una hecatombe ambiental. Véala y comprobará que identificar a los estúpidos en la película de Montes-Bradley es mucho más fácil que en la vida real.” Natalia Uval, La Diaria, Montevideo.
“Montes-Bradley no es un fantasma recorriendo Occidente, pero tanta es la estupidez y la ceguera reinante, tanta la intolerancia a que a nuestras causas justas aparezca alguien que se oponga, que desde el vamos, sin que nadie sepa de qué habla, se convirtió, de un día para otro, en objeto de escándalo público por parte de los asambleístas de Gualeguaychú, poniendo en evidencia la estupidez que el mismo Montes-Bradley denuncia en su documental.” Guillermo Piro. Diario Perfil, Buenos Aires.
“En la tradición de las Vidas de muertos de Ignacio B. Anzoátegui, Montes-Bradley es abiertamente escandalizador y recorre ese género infrecuente que podría clasificarse en una acción única: patear el tablero”. Julián Gorodicher. Página/12. Buenos Aires.
“Con toques de humor e ironía, la película aporta una lectura distendida y enérgica del conflicto, que no se ha visto en los medios de comunicación” Laura Gandolfo. Búsqueda, Montevideo.
“Se carga de ironías y plantea hipótesis que son de absurdo puro, pero que en su devenir se convierten en materia de choque para obligar a repensar una situación que nadie puede aceptar por racional. La película ha sacado su mejor partido a un proceso presente para convertirse en un valioso ensayo.” Henry Segura. El País, Montevideo.
«El Gran Simulador», los salteños y la crítica
Pobrecito el montes bradley ese… donde iba a encontrar caldo de cultivo si no era en la salta romerista…
Saludos.