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jueves, diciembre 12, 2024

La construcción de la derecha: de Roca a Macri

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Desde los lejanos días del Centenario los integrantes del Partido del Orden, las clases propietarias y sus seguidores, se propusieron conformar un partido civilizado con sustento popular.

La primera oportunidad surgió con las elecciones libres de 1916, esto es, con la compulsa que arrojaría como vencedor a un número puesto: Hipólito Yrigoyen. En rigor de verdad, los deteriorados caciques del Partido Autonomista Nacional de Roca y Juárez Celman, no entendieron la entidad del desafío; por tanto, en lugar de organizar toda la tropa disponible, debatieron las achuras menores y se quedaron sin asado.

Yrigoyen los venció en toda la línea, y en lugar de reorganizarse tras la derrota buscaron colarse en el carro triunfal de Marcelo Torcuato de Alvear; debemos admitir que lo lograron. No en vano de su equipo ministerial salieron dos presidentes: el general Justo y Roberto Ortiz. Claro que todo no resultó tan sencillo, antes fue preciso proscribir al radicalismo; el mismísimo Alvear fue impedido en una oportunidad de participar en los comicios, y en la otra resultó burdamente trampeado.

Hasta ese momento una regla de oro presidió el plebiscito presidencial: el presidente saliente elegía su sucesor. Roque Sáenz Peña sabía que con elecciones sin fraude ganaba Yrigoyen, y hasta el golpe del ’30 la regla funcionó. Con Justo se restableció a medias y el coronel Perón tuvo un padrino más plebeyo: el 17 de octubre de 1945. Con el derrocamiento del gobierno constitucional, el año ’55, ingresaron al ruedo las fuerzas armadas, que de algún modo cogobernaron mediante la proscripción del peronismo, y una suerte de derecho a veto sobre todo lo demás. Por cierto, fracasaron.

El ’76 fue el intento más ambicioso de conformar una fuerza conservadora con respaldo de masas –la célebre cría de la dictadura burguesa terrorista–, no cuajó. La derrota de Malvinas clausuró definitivamente la intervención militar, y Raúl Alfonsín se dio un lujo histórico: vencer electoralmente por primera vez al peronismo. Durante una delgada fracción de tiempo pareció que el dirigente de Chascomús había constituido una nueva mayoría, pero una cosa es galvanizar electoralmente una sociedad, y otra reorientarla para un nuevo ciclo histórico. Aun así, la renovación peronista sufrió el impacto alfonsinista; Carlos Saúl Menem no hubiera podido triunfar sin internas relativamente limpias, ya que el aparato partidario y la militancia activa no le respondían sino minoritariamente.

No cabe duda de que De la Rúa contó con el respaldo de Menem para derrotar a Eduardo Duhalde, y que el estallido del 2001 no sólo registró el grado de deterioro de la sociedad real, además contabilizó el cerrado rechazo de una ciudadanía que cada día desconfía más de la actividad política y de los políticos profesionales.

En ese contexto la necesidad de nuevas fuerzas suele confundirse con la emergencia de nuevas figuras con capacidad convocante. Es cierto que cada vez que se constituyó un partido popular lo hizo acompañando de un nuevo liderazgo, no menos cierto que ese liderazgo sintetizó –en cada caso– un proyecto colectivamente sentido.

Menem percibió rápidamente la creciente distancia entre la política y la sociedad, para resolverla –con la superficialidad acostumbrada– introdujo hombres y mujeres sin militancia previa, pero con capacidad de repercusión mediática. Así ingresaron en el ruedo Carlos Reutemann y Daniel Scioli, de la mano de Menem, y muchos otros apalancados en una poderosa billetera que permitió suplantar militantes por profesionales del marketing político. Dos nombres sintetizan el nuevo camino: Mauricio Macri y Francisco de Narváez.

Macri trabajó sobre una triple fisura: una, las dificultades históricas del peronismo por asentarse en la ciudad puerto; dos, el derrumbe radical del 2001; tres, Cromañón. Aprovechando la incapacidad oficial para restablecer la confluencia electoral entre el progresismo a la page y las capas medias empobrecidas, se ofreció con el discurso de una “derecha moderna”. Esto es, un conservatismo que defiende los valores republicanos, no se inmiscuye en la vida privada de los “vecinos”, propicia una educación pública de razonable calidad, y defiende el modelo de una ciudad country –sin pobres hurgueteando tachos de basura, y una policía a la antigua–. Es decir, una ciudad donde los vecinos toman mate en la vereda sin preocuparse demasiado por todo lo demás

No era un camino impracticable. Y por tanto, el nombre de Macri se posicionó para encarar nuevos desafíos.

Entonces, llegó la prueba ácida: gobernar. Los techos de las escuelas se siguieron cayendo, las plazas para recuperar el brillo perdido tardaban tanto como las veredas, y para la defensa de los valores republicanos convocó al “Fino” Palacios y Abel Parentini Posse. Las consecuencias no se hicieron esperar, las escuchas ilegales orquestadas por Palacios, de la mano de Ciro James, pasaron de los diarios a la Justicia, y no sólo terminaron destituidos los jueces que ampararon estos procedimientos, sino que Palacios resultó preso y Macri está a metros de integrar una asociación ilícita. El destino político del ex presidente de Boca carece de misterio, una pregunta se impone: la fuerza política que encabeza aún hoy desaparecerá con Mauricio. Los votantes que lo respaldaron, ¿hacia dónde dirigirán sus pasos?

Elisa Carrió ensaya una respuesta. Al igual que Macri, Carrió da por descontado que la cámara federal intervendrá si el jefe de Gobierno queda procesado. “Vamos a esperar lo que decida Oyarbide, pero no sólo Oyarbide”. Como Oyarbide es cuestionado por la diputada, Carrió resolvió esperar lo que decida la cámara. “Si Oyarbide lo procesa y la cámara confirma –explica Carrió– ahí tendríamos la seguridad sobre Macri. Mientras tanto, vamos a tener una actitud de prudencia.”

La prudencia de Carrió es simple, se propone heredar el electorado de Macri en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Resta saber si una mujer cuyo rango de oscilación política no es pequeño, puede constituirse en referente de la nueva derecha argentina o si por el contrario el macrismo sobrevivirá a Mauricio.

– Alejandro Horowicz – El Argentino – 12.05.10

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