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sábado, noviembre 23, 2024

Finalmente, Macri desdobló las elecciones porteñas

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– Ezequiel Meler – Rebelión

Este año, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires votará no una, sino dos veces. El jueves pasado, el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, anunció la decisión de separar los comicios locales de los nacionales, previstos para octubre. El 26 de junio, los vecinos de la Ciudad concurrirán a elegir legisladores, pero -de nuevo- no podrán elegir referentes de sus comunas.

La decisión llega después de unas cuantas diferencias internas, entre quienes consideraban preferible eludir confrontaciones entre sectores opositores antes de las legislativas nacionales -donde se descuenta una muy baja performance del kirchnerismo-, arguyendo que era imperativo aprovechar al máximo el desgaste del gobierno de Cristina Kirchner manteniendo unificada la elección, y quienes, en cambio, percibían que octubre podía traer a la mesa de discusión temáticas nocivas para el votante de PRO. Contra todos los pronósticos, y en el último instante, prevaleció esta última tendencia, encarnada en Gabriela Michetti, quien podría ser candidata a primera legisladora por la Ciudad.

Hay que recordar que Mauricio Macri llegó a la jefatura de gobierno eludiendo la discusión nacional, interpelando al vecino en clave eficientista, con un discurso marcadamente antipolítico. Esta estrategia, sumamente exitosa en el plano local, tuvo sin embargo un costo enorme en las elecciones presidenciales de 2007, donde Macri optó por apoyar la pésima performance de Ricardo López Murphy, quien apenas cosechó 273.000 votos, o el 1,43 % del padrón.

Los límites de la estrategia «vecinal» significaron, para PRO, una migración neta de un millón de votos entre junio y octubre de 2007. Estos sufragios se dirigieron, en general, a la fórmula Carrió – Giustiniani (CCC), que se alzó con el segundo puesto a nivel nacional. Con la candidatura puesta de Carrió como diputada nacional por la Ciudad para las elecciones legislativas de octubre de este año, la plana mayor de PRO tenía muy buenas razones para temer una contienda a todo o nada.

La otra razón de peso que inclinó la balanza debe buscarse en la política de alianzas de PRO fuera de la Capital Federal. En concreto, en su alianza con el peronismo disidente de la provincia de Buenos Aires, resumido en las figuras de Felipe Solá, Eduardo Duhalde y Francisco de Narváez. La decisión, que incluyó poco más que una foto, generó enormes rispideces al interior del macrismo provincial. La aparición de una fracción disidente que responde a su primo, Jorge Macri, motivó a Mauricio a tomar la poco republicana decisión de intervenir el partido en la PBA. Esto, por supuesto, no dejó serenos a quienes se vieron desplazados.

Mauricio Macri sabía, sin embargo, que su presentación en sociedad con reconocidos líderes del peronismo jurásico, del duhaldismo, e incluso con un viejo referente del kirchnerismo, como Solá, no sería muy bien recibida en un distrito, la Capital, en el que su candidatura fue presentada como una renovación, el signo de un tiempo nuevo, de una política mutilada, devenida en mera gestión administrativa, y -en una frecuencia más baja, pero no por ello imperceptible-, como una opción de marcado sesgo antiperonista. Por ello, rehusó la propuesta de sus nuevos socios, en el sentido de mantener unificada la elección, una decisión que podía costarle caro tanto frente a los rivales opositores, como frente al propio oficialismo.

La decisión de Macri, sin embargo, no resuelve los problemas generados por su doble estrategia -local y nacional-. Es probable que su gestión sea revalidada con cierta facilidad en junio, no sin una merma significativa de sufragios. Para octubre, no obstante, Macri debe resolver candidaturas, dirimir liderazgos con el peronismo bonaerense, y politizar su mensaje en la nueva tonalidad nacional. Eso, si todavía pretende tomar algún sendero que lo lleve otros cien pasos, hacia la Casa Rosada, dentro de dos años.

En suma, Macri, que es Mauricio, tiene que hacer algo que odia: tomar riesgos. Caso contrario, integrará sin ventajas el pelotón de dirigentes que pelean por quedarse con la herencia de Kirchner, prendiendo una vela a la crisis internacional y otra más, pero esta vez a la diáspora justicialista.

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