Hace 6 años que un día como hoy, 8 de octubre, murió el intelectual africano más relevante de todos los tiempos. Podría discutirse que se lo considere argelino, cuando apenas vivió allí la primera etapa de su vida, para luego migrar a la imponente Francia, mas, es africano quizá no por opción consciente o porque él mismo lo haya reivindicado explícitamente, sino a causa de que su propuesta, la deconstrucción, no podía nacer sino en los márgenes, en el otro cabo –Argelia– respecto a un centro –Francia, Europa o los Estados Unidos, los rostros, los semblantes del Imperialismo y del Imperio, emisarios del Amo, del Otro Absoluto que aspira a ser el Uno que nos cobije, adormecidos (Freud habría insistido tanto en los sueños, en el desmadejamiento de los sueños, en su deconstrucción porque a mujeres y varones les cuesta despertar…; quizá sea esa una de las razones del efecto narcotizante de las tradiciones, de las ideologías).
Creía yo que Jackie Elyah o Eliahou había muerto idéntico día que Che Guevara, al que lo tenía por fallecido un 8 de octubre, pero el documental del cineasta Tristán Bauer, estrenado el miércoles, un día antes que se supiera que un polémico y liberal Vargas Llosa obtuviera el Nobel de Literatura, dejó sentado definitivamente, que el pensador heroico –porque eso era también, el Che…– fue fusilado el 9 de octubre –de quien me ahorraré las palabras de ocasión, pues siempre se encuentra gente dispuesta a recordarlo, a diferencia de lo que ocurre con Derrida, mi buen amigo. Sea como fuere, cuando me enteré que Jackie había muerto, que ya no estaba físicamente entre nosotros, que somos un polvo que pasa y no regresa, al decir de las Confesiones de san Agustín, me embargó una profunda tristeza, que ahora conjuro con el tono de un artículo “seco”, al menos en sus inicios, en esos instantes que son tan difíciles para quien escribe, dado el terror, la incomodidad que provoca una página en blanco, como si fuera el blanco del silencio, sí, que acompaña a los peregrinos por los desiertos del Tiempo o de la vida, que no son lo mismo pero son casi igual.
He tardado en decir algo sobre un acontecimiento que nos hace existir en la memoria de los otros, porque no pude con mi propia congoja; los libros, según ese otro amor querido que me acompaña, Valentin Marcel Proust, cuyo nombre es más largo que el consignado, son una gran conmoción en la frágil existencia de quienes se permiten descubrirlos, que es lo que me sucedió a mí, una tardenoche, algo fría, en la cátedra Metafísica, dictada entonces por el Dr. Rodríguez Piñeiro, ya jubilado y a quien no se le otorgó el Doctorado Honoris Causa que solicité –y que declaro ahora, multiplicando los márgenes, las apostillas, las notas, en un gesto que imita y no lo que hacíaescribíapensaba Derrida, esparciendo, diseminando lo que anhelaba largar al torrente de lo escrito, dificultando su lectura, aburriendo a los muchos, encantando, sí (era un gran encantador…), a unos pocos (no por “elegidos” por cierto, sino porque son unos cuantos los que se arriesgan a una empresa de lectura que no tiene “bordes” y que exige tanto de sus desprevenidos lectores, visitantes).
La deconstrucción y la muerte, me había impuesto tipear, y no hice sino dar vueltas, girar en torno, que es precisamente, lo que ejerce Derrida, judío argelino magrebí, nacionalizado francés, “expulsado” de La Sorbona por docentes que eran favorecidos en concursos que siempre perdía, hostigado, obligado a irse al centro del Imperio, de los Imperialismos, lejos de sus afectos, sin poder nunca hablar yidish, la gramática que ignoró, él, que era políglota, como Engels, el viejo amigo de Marx –el empresario de Manchester, sabía 24 idiomas y se lo trata como una nulidad filosófica, cuando era genial e intuitivo, a pesar que no comparta todo lo que escribió en torno a Marx, al igual que tampoco acuerdo con todo lo que Derrida o los postestructuralistas como Foucault, Deleuze, Serres, Guattari, Virilio, afirman alrededor de Marx y marxismo.
“Pero…, ¿y la deconstrucción?; ¿qué es la deconstrucción?”, arrojaría alguien, acaso muchos, a mi cara, al rostro que se me construye, privándome de vida íntima y de vida privada… La deconstrucción es un “procedimiento”, no un método; una forma de escribir, como lo que se pone en juego en este ahora, el de Internet, el de la máquina en la que tipeo palabras, rojo y negro –la novela de Stendhal–, no un “procedimiento”. Un modo de existir, no una simple forma de pensar. Es cierta anarquía, sí, que sería colectiva, comunitaria, comunista –por eso es que brego por un socialismo que no siendo leninista, soviético, de Partido, de “vanguardia”, de Estado, fuera anarquista e implicara el fin del trabajo, de la economía y de tantas otras cosas (sobre los temas que no desarrollé, pueden ir a http://www.jacquesderrida.com.ar).
Ya no puedo seguir; perdónenme ¬–los que me conocen (son tan pocos…) saben que he dicho más de lo que hubiera podido resistir en otras circunstancias… Apenas unas palabras más, desesperadas, por lavidalamuerte, lavida y lamuerte, lavidamuerte –tal cual lo sangra Jackie y yo con él:
Una horas
de melancolía
se estacionan
en la
serenidad
de la
noche
y se
hacen
ovillos
que desmadejan
silencio
– Salta, 8 de octubre de 2010
Jacques Derrida, pensador argelino, la deconstrucción y la muerte
Sr. Adrían López
No tengo el gusto de conocerle. menos de leerle, lamento esto porque desconozco si la cercanía con el Pensamiento de Jacques Derrida es afín – al menos asi lo deja entrever, es de nostalgia, pero tambien de alegía porque ha logrado diseminar las palabras allende su significado, e. e., hacia sus fronteras estertoras de omisión-, esto porque a decir de usted, el pensamiento inaudito de un ser que no deseó ser más que alguien que desarticulara el discurso compuesto de palabras y gramemas que se tornan vacuas ante el espectro de la phoné, como bien lo señala, su figura se ha diseminado , para bien de quienes hemos leido de manera desenfadada y muy puntual sus primeras obras, La gramatología, la voz y el fenómeno, son primordiales para quienes deseen acercarce a un pensamiento omnimodo, pero que mina el modo mismo de ver las cosas, gracias por no olvidar, al pensador argelino, al Che,(no es casual que su fecha de acaecimiento coincida con el modo de poner las cosas desnudas, sin discursos, o mejor, con ellos, pero marginales, sin apostillas, centrados en los entornos, lo que no figura pero se habla, con un tono falso e impersonal, como el duelo que presenta su partida) ambos figuran -si se me permite forzar los terminos- de modo distinto en lo que se denominaría deconstrucción o destruktion heideggeriana, ya que oblicuan el pensamiento no sólo para minarlo sino para mostrar que tras aquél no hay más que un montaje, un parapeto, una impostura. Que su viaje al Eterno Oriente le aguarde las mejores apostillas sr. Dr. Derrida Saffa
Todo acontecimiento termina por ser el sucedaneo de una nota bene, sea por hoy maestro el gran día.
Acercamientos…
Otra vez y de nuevo, no puedo sino comenzar por agradecer la participación de un atento lector, auto denominado «Rikardo», a quien desde ya, me congratulo de acercarme, aunque sea «espectralmente», por medio de Internet, por y a través de una máquina, de las máquinas…
Por si te interesa, estimado «Rikardo», vincularte conmigo, acaso más personalmente, te hago llegar mi correo: edadrianlopez@gmail.com. Hace tiempo, con un tal «Dalilo Vica», ese acto de «arrojo» fue el inicio de una profunda y querida amistad; quizá con vos pueda acontecer algo parecido.
En la espera de tu ansiado contacto, me despido con un cordial y deconstructivista saludo.
Adrián López
Jacques Derrida, pensador argelino, la deconstrucción y la muerte
La deconstrucción es en efecto un procedimiento. Como procedimiento no es ni bueno ni malo y consiste en algo asi como desarmar un reloj sin romperlo, dejar todas las piezas tiradas y demostrar que el reloj , en efecto , no funciona y que encima es una serie de piezas de metales y formas diversas. Eso. A veces cuando se olvida como se construyen los relojes y para qué están ahi es necesario desarmarlos. Digo los relojes , el celular, el auto la topadora. . Y lo de la topadora me viene bien porque tengo la impresión de que la deconstrucción fue usada para enfrentar la topadora intelectual del marxismo que tenía una presencia imponente y arrasadora en el campo intelectual. Como no tenían una topadora de ese porte para tumbarlo los muchachos de la deconstrucción se le subieron con la tenaza y el destornillador encima y la desarmarn, pieza por pieza , hasta dejarlo convertido en una montaña de chatarra . Algunas de esas piezas eran palabras. ?que es una palabra? un fonema aleatorio con el que no se puede pensar ¿ sirve para pensar? . Sea como sea es sólo un procedimiento con el cual se puede desarmar cualquier discurso, cualquier tradición , cualquier idea. ¿sirve? Sirvió un poco y a algunos les sirvió más que a otros. El neoliberalismo que no tenía pretensiones intelectuales fue el que cosechó ver el campo de las ideas hecho chatarra. . En la antiguedad ese papel lo cumplieron los sofistas.
Lo posibleimposible
Gracias, «María sola», por tu participación y por tus aportes.
Me despido diciendo que acaso, lo imposible, ser marxista deconstructivista, sea posible…
Cordialmente,
Adrián López