Consustancial con las condiciones de la época, habita en la Argentina la yuxtaposición de lo antagónico. De un lado el retorno, o la permanencia, de particulares modos de entender la política, que se ve reducida a meras disputas por los espacios de poder personal y corporativo, con presencia de candidatos a destiempo, fuera de hora, pertenecientes, por ejemplo, a lo más emblemático del neoliberalismo de los años 90 e inclusive a los períodos de facto, que intentan recuperar los espacios perdidos. Del otro lado un accionar liderado principalmente por los jóvenes militantes de posiciones progresistas que hoy recobran el interés por la política y buscan restituir el valor de la participación y la lucha por las causas populares, constituyéndose en un signo positivo de este tiempo.
Las actuales condiciones sociales se reproducen en el terreno de las confrontaciones políticas eleccionarias. Es que el neoliberalismo extrapoló la estructura del mercado a las políticas de la derecha y las subsumió a los designios de aquella. La dispersión, el desplazamiento, la falta de un punto de sujeción, la anomia, el deterioro de los límites, la pérdida del sentido, la caída de la ley simbólica, etc., propias del entramado social de la época se trasladan a los intercambios políticos y a las confrontaciones eleccionarias. Lo que hay entonces en las posiciones de derecha es permutación permanente, desplazamiento continuo, ausencia de límites y de puntos de sujeción, sustitución de los ideales de justicia, equidad, libertad, mundo mejor, etc., por los de éxito personal, hedonismo, conveniencia particular, etc.
Pero por otro lado se instala un movimiento inverso que intenta revertir todo esto y retomar la responsabilidad, recuperar el Estado en el manejo de la cosa pública, una corriente que se define por una posición antineoliberal y por la adhesión a un proyecto nacional y latinoamericano.
Lo que es dable observar hoy en la llamada “oposición” es ese sometimiento de la política a los designios dictados por la ideología de mercado y que se caracteriza por la falta de una convicción doctrinaria y de un interés por el bienestar de los ciudadanos. Para muchos “opositores” al gobierno nacional lo que se juega en las próximas elecciones no es en realidad el futuro del país, sino las suertes políticas individuales, los kioscos personales, la propia inserción política como actividad empresarial rentable y cómoda, capaz de permitirles satisfacer sus narcisismos y defender sus intereses particulares. No hay referencias y sujeciones a partidos políticos sino significantes vacíos donde pueda caber cualquier cosa. De hecho el menemismo, bajo el nombre de Peronismo, implementó en su momento las acciones más antagónicas a los principios justicialistas. Fue paradójicamente en nombre del Peronismo que se profundizaron en la Argentina, en la década de los 90, las recetas neoliberales de destrucción del Estado y se introdujo una ideología diametralmente opuesta a toda justicia social.
Lo que hay en la “oposición”, ubicada mayormente dentro del perímetro de la derecha, es mudanza permanente, desplazamientos, idas y venidas de una agrupación a otra, de un partido a otro, convergencias efímeras, arreglos provisorios e inestables, realizados no en miras de una convicción partidaria o del bienestar nacional, sino en función de los dictados de las conveniencias corporativas y de las carreras políticas personales. La política actual de la llamada “oposición” en el país es como un mar turbulento donde objetos flotantes, desechos inútiles, van y vienen en forma casi azarosa sobre la espuma y se juntan con la misma facilidad con que luego se repelen o se vuelven a amontonar, envases vacíos, recipientes huecos, que por un instante se tocan y convergen, pero que al rato nomás se rechazan y se alejan según el capricho de las agitadas aguas. Las últimas alianzas de algunos candidatos de la “oposición” lo corroboran.
La anomia propia de las sociedades actuales llega a la política instalando el todo vale de la época; la mentira deliberada, la deformación informativa, la desinformación, el aumento del clientelismo, la compra de voluntades mediante sorteos de automóviles, las acciones delictivas de propaganda, las recetas para desestabilizar a cualquier precio a los gobiernos democráticos y populares. Lo que aparece principalmente en la “oposición”, en vistas de las elecciones de este año, son las consignas oportunistas, los slogans ambiguos, la ausencia de ideas, la palabra vacía. Frases como: “trabajaremos por la gente”, “lo primero es la familia”, “atenderemos a la seguridad”, “crearemos puestos de trabajo”, etc., directamente dicen nada y son en el mejor de los casos expresiones de deseo, cuando no meros artilugios verbales para conseguir votos, ejercicios de la demagogia y de la irresponsabilidad.
– CARTA ABIERTA SALTA