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viernes, septiembre 19, 2025

Tragedia en Japón: peligro nuclear, el «apocalipsis nipón»

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Cuatro plantas nucleares el noreste del archipiélago enfrentan una situación sin precedentes a causa del mayor sismo en 140 años. La tercera economía del mundo no puede controlar una crisis que pone en duda a la propia industria de la energía atómica.

Más de 10.000 muertos, decenas de miles de desaparecidos, cientos de miles de millones de dólares en daños y un impacto en la economía global todavía difícil de mensurar, pero ya notorio, dibujan un balance provisorio. Las imágenes del horror que recorren el mundo muestran solo una parte de la historia. Y desde Francia acusan a Japón de no decir toda la verdad sobre el desastre.

La comisión europea de Energía calificó al accidente nuclear de Japón de «apocalipsis» al confirmar que las autoridades locales habían perdido prácticamente el control de la situación en la central de Fukushima I, donde cuatro de los seis reactores explotaron o entraron en la etapa de fusión nuclear tras el terremoto del viernes 11, el más grave de los últimos 140 años.

«Se habla de apocalipsis y creo que es un término particularmente bien escogido», declaró el comisario europeo de Energía, Günther Oettinger, ante una comisión del Parlamento regional en Bruselas.

«Prácticamente todo está fuera de control. Algunos califican lo ocurrido de apocalíptico y no me parece descabellado», apuntó en referencia a la central de Fukushima I, y sostuvo que a pesar de que Japón tiene tecnología de punta e ingenieros competentes, «hacen falta control, serenidad y visión para hacer frente a una situación de estas características».

Oettinger terminó admitiendo que «las cosas allí no son como nos las imaginábamos», y expresó su preocupación de que la situación se complicara todavía más con el paso de las horas. Comenzaba a formarse una suerte de «tormenta perfecta» en etapas. Y cuyo final todavía es díficil de predecir.

La agencia nuclear de la ONU afirmó el martes pasado (día 15) que temía que se hubiera producido un daño en el núcleo del reactor 2 de Fukushima I.

«Puede haber un daño en el núcleo del reactor», declaró a la prensa en Viena el japonés Yukiya Amano, director general de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA). «Y existe la posibilidad de que haya daños en la cámara de relajación dentro del núcleo» de ese reactor, agregó.

No hacía falta mucho más para que cientos de miles de residentes en las cercanías de las centrales nucleares japonesas entraran en pánico y, a pesar del tradicional temple nipón, buscaran por sus propios medios la forma de huir de la zona.

De cualquier modo, un balance provisional indica que son 4 millones las casas afectadas por el terremoto y el tsunami, que son más de 600.000 los evacuados, 100.000 los desaparecidos y, como mínimo, diez mil los fallecidos.

Los sistemas de refrigeración de tres de los seis reactores de la central de Fukushima 1 están averiados y tres explosiones de hidrógeno se produjeron en los reactores 1, 2 y 3, además del incendio registrado en el 4. El nivel de radiactividad provocado por ese incendio, «podría afectar la salud» de la población, admitió el canciller japonés.

«Respecto del reactor 3, le estamos inyectando agua para enfriarlo y le hemos dicho a los habitantes en un radio de 20 kilómetros que evacúen y a aquellos que están en un radio de 30 kilómetros que no salgan, que se queden en sus casas», agregó el ministro.

Pero el presidente de la Autoridad de la Seguridad Nuclear francés, André Claude Lacoste, apuntó a la línea de flotación de la credibilidad japonesa al revelar el lunes 14 que en Fukushima «hubo un principio de fusión del núcleo de los reactores 1 y 3». Y que las emisiones radioactivas podrían volverse «mucho más importantes».

«Tengo la sensación de que estamos al menos en el nivel 5 y quizá en el nivel 6», añadió el científico, por lo que «se ha sobrepasado el nivel de la central estadounidense de Three Mile Island pero sin llegar al del Chernobil». Y advirtió que no se puede «excluir» que se alcance el escalón máximo del ránking de catástrofes.

Las declaraciones de Lacoste fueron como la gota que derramó el vaso. Y fueron un punto de inflexión en la crisis porque fueron previas a una serie de eventos cada vez más graves.

«Por favor no salgan a la calle. Quédense en sus casas. Cierren las ventanas y sellen las rendijas de sus casas. No enciendan los ventiladores. Cuelguen su ropa lavada dentro de sus viviendas», recomendó Kan. «El nivel de radiactividad parece ser muy alto y sigue existiendo un riesgo muy alto de que la radiación aumente aún más», asumió el premier.

En un intento por disipar la posibilidad de un desastre nuclear, la OIEA estimó que era «poco probable» que Fukushima I se transformara en una nueva Chernobyl, pero ya no había oídos para ninguna declaración moderada.

La situación se volvió aún más dramática cuando el martes pasado el gobierno japonés anunció que había habido otra explosión, la tercera desde el terremoto, en la misma central de Fukushima. Fue tal la gravedad de la emergencia que la empresa TEPCO, que maneja la planta, evacuó a 800 empleados y dejó sólo a 50 técnicos trabajando para reparar los daños.

Bolsas. Una nueva caída en recesión de Japón comenzó a ser considerada como una posibilidad muy cercana por analistas de todo el mundo. Algunos analistas llegaron a advertir, incluso, que la moderada recuperación de los países centrales después de la crisis de 2008 podría detenerse si se confirman las peores proyecciones.

Fue notable el reflejo financiero del terremoto, el tsunami y la crisis nuclear, una de las mayores tragedias de las últimas décadas, sólo opacada por el tsunami en Indonesia en 2004. Las bolsas internacionales de referencia colapsaron el martes 15 ante la posibilidad de que la catástrofe de Japón desembocara en una grave crisis nuclear y tuviera un impacto económico peor que el previsto.

De hecho, la OCDE, en un primer análisis de lo ocurrido en ese país, afirmó ese día que los efectos del terremoto y el tsunami podrían ser «mucho peores» que los causados por el sismo en Kobe, Japón, en 1995, cuyo costo fue de unos 100.000 millones de dólares pero no provocó una contracción de la economía.

Aunque el área afectada por el terremoto, medida en términos de su peso en el Producto Interior Bruto (PIB) nipón -de entre el 6% y el 7%- es más o menos comparable a la perjudicada por el de Kobe, «el desastre puede ser mucho peor», añadió la OCDE. Para justificar este anticipo, la organización remarcó que muchas fábricas tuvieron que suspender su producción, sobre todo en el sector automotriz y el de equipamiento eléctrico como producto de los daños provocados en las centrales nucleares y los causados por los cortes en el suministro eléctrico, más graves que hace 16 años. También admitió que la destrucción fue tan grande que aún no se puede hacer una valoración definitica del impacto económico total.

El temor a que los problemas de la central de Fukushima se agravaran acentuó el lunes último las ventas masivas de valores a lo largo y ancho del planeta, pero al día siguiente el castigo también se había extendido de manera general al conjunto de la renta variable, lo que agravó las caídas en las Bolsas. Por el contrario, el incremento de la aversión al riesgo fomentó la búsqueda de los denominados «valores refugio», como los bonos de deuda soberana.

El resultado del contagio del pánico nuclear y el caos que se viven en Japón, cuyo principal índice -el Nikkei- se desplomó más de un 10% el lunes pasado y acumuló sus dos peores jornadas desde 1987, entonces por el colapso del 19 de octubre de Wall Street, se tradujo en importantes caídas de las Bolsas europeas, donde el índice que agrupa a sus 300 mayores empresas -FTSEurofirst 300- retrocedió a su nivel más bajo desde noviembre.

Según coinciden en señalar los analistas, si no hubiera habido crisis nuclear, no se habrían registrado los desplomes. «La mera noción de riesgo, no solo en los mercados financieros sino de forma general, está obligando a los inversores a replantear sus posiciones», afirmó a Bloomberg desde Hong Kong la directora de la gestora de fondos Clariden Leu, Sandeep Malhotra. «Los inversores se están colocando en el peor escenario posible para, a partir de ahí, ir recuperándose», añadió Keith Bowman, de Hargreaves Lansdown. John J. Hardy, analista de Saxo Bank, opinó que el término que mejor define lo que está ocurriendo es el de «tormenta de pánico», lo que hace imposible augurar lo que pasará a con los mercados.

Sin embargo, está claro que quienes más sufrirán los efectos económicos de la tragedia, termine donde termine, serán en primer lugar los fabricantes japoneses de automóviles. Al contrario de lo que podría pensarse, grandes del sector en Europa como BMW o Daimler AG ya comenzaron a registrar importantes recortes debido a que en Japón están muchos de sus clientes. En su contra también pesa el temor a que la catástrofe implique el corte del suministro de los componentes que necesitan para sus vehículos y que vienen del país asiático.

En la otra vereda, la mayor aversión al riesgo expulsó a los especuladores del mercado del petróleo, lo que provocó un abaratamiento coyuntural del barril de petróleo brent, de referencia en Europa (ver nota en páginas 8/9). Gracias a este recorte, el barril bajó de los 110 dólares por primera vez en tres semanas, recalentado por la crisis en Libia. Junto a este factor, también condicionó la cotización del crudo las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía de que la demanda será inferior a lo esperado ya que Japón es el tercer importador de petróleo del mundo.

No obstante, está por verse si a mediano plazo la obligada falta de energía nuclear les obligará a los japoneses a aumentar el consumo de crudo para garantizar el suministro de energía eléctrica, lo que contrarrestaría un eventual descenso del consumo por el parate económico que provocó el brutal movimiento sísmico. También se abarató el uranio, que según los analistas bajará hasta un 25% en los próximos meses.

Por el contrario, se encareció el carbón en Europa porque la paralización de siete centrales nucleares en Alemania, decidida por precaución por la canciller Ángela Merkel, aumentará la demanda de combustibles fósiles en el Viejo Continente.

Cuando nadie sale de su asombro por lo ocurrido, y todavía no se conocen los alcances reales en vidas y bienes, ya comienzan a hacerse oir quienes advierten desde siempre por el peligro de la energía nuclear. Japón está dejando en evidencia que no parece la mejor opción en lugares donde la posibilidad de movimientos sísmicos es mayor. Han tomado debida nota en Chile y en China, pero las fallas en los reactores japoneses encendieron la luz de alarma en otras latitudes.

Por ejemplo, las dos centrales atómicas del estado de California, están sobre las fallas tectónicas de Cristianitos y de Shoreline. En esa región viven más de 60 millones de personas y las centrales podrían resistir terremotos de 7.0 grados en la escala de Richter y olas de hasta siete metros. Pero un temblor de 7.1 es diez veces más fuerte que uno de 7.0, y uno de 8.0, cien veces más potente.

Los que estén obligados a proveerse de energía a través de centrales nucleares, puede que no tengan muchas opciones a la mano. Para el resto, está claro que cualquier otra alternativa debería ser mejor.

– Por César Massat – La Gaceta mercantil

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