Gloria Arcuschin nació el 16 de septiembre de 1954 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina, y reside en la ciudad de Haedo, provincia de Buenos Aires.
Se desempeñó como maestra y bibliotecaria en instituciones públicas. Obtuvo en 2001 el título de Acompañante Terapéutico por la Universidad de Buenos Aires. Se formó en psicodrama con Eduardo Pavlovsky y en actuación teatral con Raúl Serrano. Condujo programas radiales.
Fue coordinadora de talleres literarios, entre 2000 y 2017, en el área de Arte y Cultura de la Municipalidad de la ciudad de Morón. Durante 2018 y 2019 los dictó en el CUD Centro Universitario Devoto (Complejo Penitenciario Federal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Integrando el colectivo Red Arte Público participó con ponencias y otras presentaciones en Encuentros de Escritores Latinoamericanos y del Caribe por la Memoria, en Uruguay, Chile, Ecuador y México.
El Honorable Consejo Deliberante de Morón aprueba por unanimidad, en 2014, la Declaración de Interés Municipal de tres novelas de su autoría, ilustradas por Federico Mañanes y presentadas en España (Madrid, Barcelona) y Argentina. Dos obras teatrales suyas fueron estrenadas: “Señora Lucía (por si la guerra)” y “Raudamente ciclistas”. Poemarios publicados: “El árbol truncado”, “Canciones impunes / Ave del paraíso”. Y en el género narrativa, la nouvelle “Llovizna en Parque Lezama” y las novelas “Partidas (de naipes y otros amuletos)”, “Libro de juegos (novela)” y “Cambio de lugar»
¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?
–GA: Mi primer acto de creación, que yo pueda recordar, está conectado ya, con la literatura.
Viviendo en un barrio del conurbano de Buenos aires, asistía junto a una amiguita a una escuela distante unas doce cuadras de mi casa; era un palacio para mí, un edificio de dos plantas, con escaleras de mármol, que databa de la época en la que un gobierno popular había dado gran importancia a los edificios escolares. Volviendo a mi primer acto creativo, yo tendría entre nueve y diez años: una mañana, acompañé a mi amiguita, quien vivía en la esquina, con la que hacíamos juntas las tareas del colegio, a unas clases de apoyo, maestra particular, como se llamaban a esas docentes que trabajaban desde su hogar dando clases a quienes tenían dificultades para obtener sus calificaciones necesarias para promocionar el grado. Esa docente hogareña, atendía a un grupo bastante numeroso, y justo esa mañana propuso un concurso literario; el primer premio sería por votación directa, y me preguntó el nombre, para que participara, y por si querían votarme.
Casi todos los papelitos que fue abriendo tenían mi nombre. Y gané por un relato acerca de La Madre, mi primer premio, que consistía en una caja de bombones. Fui varias veces a reclamar a la casa de la maestra, hasta que llegó el esperado día, y volví como en un ensueño hacia mi casa, con ese cofrecito de cartulina con rosas estampadas y un cordoncito dorado, en las manos. Una ofrenda en un hogar, que, dada la ideología de mis padres, y los permanentes despidos laborales que sufrían, no permitía esos lujos. Esos bombones.
¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?
–GA: Con la lluvia, si es suave, me llevo muy bien, me conduce a un clima interior de dulce melancolía, protección de estar en interiores, y por la calle, una diversión. Si es tempestuosa, me angustia pensar en las inundaciones, y el sufrimiento de tanta gente. La imagen de casas inundadas me causa desazón.
Las tormentas son otro tema, me provocan temor por el daño que puedan ocasionar: cierta vez, un pequeño tornado ciudadano afectó mi hogar, y me quedó una prevención. De pequeña, eran una amenaza.
La sangre es belleza, es vida que nos habita, latidos. La sangre por heridas, es una imagen triste, siempre.
Las contrariedades son situaciones para resolver, siempre y a pesar de todo; las detesto, pero movilizan, a veces, hacia buenos lugares; otras, no.
“En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?
–GA: Si la escritura literaria, me refiero a la ficcional, para deslindar de la teórica-científica, fuera una habitación, supongo que mi manera de trabajo de escritura, en la narrativa, sería la de acercar mi silla al rincón faulkneriano, gran maestro generacional, aunque no tan extremo, ya que siempre todo el desarrollo para mí, nacerá de un centro primigenio, una idea-imagen nodal, que tal vez lleve un soplo de inspiración. Amalgamada a una frase insignia: el título de la obra. En cambio, para mi escritura poética, arrimaría mi silla hacia el misterioso rincón inexplicable desde lo racional, de ese enigma llamado “inspiración” que implica, en mi caso, la escritura de poesía, atravesada sí, por la multiplicidad de cuestiones que atraviesan mi alma, donde no estará ausente lo social, los contextos, pero con un lenguaje que se me impone, desacatada y desordenadamente.
¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?
–GA: Los artistas que me atraen más desde los avatares de vida que de obra, aunque, en realidad, también valoro de algunos, sus obras, serían: Felisberto Hernández (pero su obra me encanta), Soren Kierkegaard, Salvador Dalí, Horacio Quiroga (parte de su obra me interesa), Carl Jung. Muchos otros me atraen en vida y obra.
¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?
–GA: “Quién ama la col, ama las hojitas de alrededor”, “Si las cosas se hacen bien, salen bien”, “El que llega tarde, llega más tarde”, “No hay peor sordo que el que no quiere oír”.
¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?
–GA: “El jardín de las delicias” de Jheronimus Bosch, “La primavera” de Sandro Botticelli, la obra completa de Francisco de Goya y Lucientes, la obra de Carlos Alonso, la de William Turner, la de Antonio Berni.
La “Fuente de las Nereidas”, esa fuente monumental realizada en mármol blanco, de Lola Mora.
La filmografía de Federico Fellini.
La música de Mozart, el saxo de Coleman Hawkins, la voz de Mercedes Sosa, la de Carlos Gardel.
La labor de la bailarina Maya Plisétskaya.
La obra de Federico García Lorca, Pushkin, Chéjov. “Rojo y negro” de Stendhal, “La divina comedia” de Dante Alighieri, “Rayuela” de Julio Cortázar, “Ulises” de James Joyce, novela que me abrió las puertas a la libertad de experimentar con el lenguaje literario. Sin dudarlo, “Los siete locos” y “Los lanzallamas”, de mi admirado Roberto Arlt, quien me abrió las puertas a la utilización de los conflictos y el lenguaje de los argentinos, para la narrativa.
¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?
–GA: Yo había escrito un unipersonal teatral para el gran actor Walter Soubrié (además, destacado actor brechtiano), quien, opino, era un gran personaje. Nos avisa, a mí como autora y al elegido director, que a tal hora debíamos estar en la puerta del edificio en el cual, según él, vivía el empresario que pondría el dinero para la producción de la obra. Allí estuvimos. Impresionante piso en barrio exclusivo, inmenso living, personal de servicio con uniforme nos servía té o café con masitas, y el empresario no aparecía. Luego de una hora y media llega agotado de sus tareas, se toma tiempo para cambiarse, se sienta en un imponente sofá. Walter se sienta, casi arrodillado, a su costado y comienza a contarle el proyecto. Lo increíble es que así comenzaba la obra, Walter la estaba representando en la vida real. El tipo, indiferente, considera que era muy inseguro todo eso y nos despide. El director y yo, casi caemos desmayados de risa en la puerta del lujoso edificio. Walter nos miraba atónito, y más nos reíamos Justo, el director, y yo.
¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?
–GA: Mi escritura, mis libros editados y presentados, esa es la finalidad, que alguna mano los rescate y me rescate del olvido. Mis tres hijos y sus hijos. Tocar una piedra de la Muralla Romana de Barcelona.
“¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?
–GA: Pagar las boletas, ir al banco por trámites, detesto llenar formularios. Por lo demás, las tareas de la vida, me parecen bastante divertidas. Nunca me aburro. Resolver problemas relacionados a la tecnología, entendida como rutina de mantenimiento, me abruma.
¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.
–GA: Cada escritura, sea cual fuere, es un estilo; qué estilo se utiliza, o elige, eso ya es otro tema. No creo que haya un no-estilo. Imitar, es un estilo; plagiar, es un estilo. Intentar una forma de vanguardia experimental, lo es también, así como mantener formas clásicas, alternando con formas más contemporáneas. Incluir lo social, o no. Habría que ver a qué se llama “estilo perfecto”, tal vez a una corrección enfermiza que lleva a una escritura desértica y fría. Soy ecléctica en lo que se fue cristalizando como mi probable estilo, que suele ser un cristal biselado, con variaciones. Lo veo más cerca, para mí, de “un estilo es una manera”. Pero, a mi manera, por supuesto, soy una persona muy caprichosa, y me gusta cumplirlos.
¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?
–GA: Me produce una gran indignación cualquier forma de injusticia social, hacia individuos, niños, marginados, desposeídos, desprecio racial, hacia grupos poblacionales, hacia mi persona.
Me despierta algún grado de violencia el crimen institucional, desde el Estado, quien tiene la misión de proteger, violencia que de ninguna manera ejercería en forma física, ni como venganza. Una violencia dentro de mi ser, que me hace daño y debo elaborar desde los pensamientos, o expresándolos.
Los sucesos que me hartan instantáneamente son aquéllos alrededor de la incomprensión, cuando te discuten mezclando todos los niveles, y repiten como mensajes grabados frases sacadas de los medios de comunicación, para dirigir y digerir la opinión pública; cuando te rebotan un trámite y no te explican por qué; y de la gente que discute violentamente me retiro pronto: me cansa, agota y harta.
¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?
–GA: Vacaciones de familia, con papá manejando el Chevrolet 34 de Luxe. En carpa, con living y todo, mamá con su cocina, aromas entre los médanos. Mi hermanita de diez años. Y el mar de Ostende, costa Atlántica de la provincia de Buenos Aires, con su extensa explanada de arena finita.
¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?
–GA: Me agradaría encontrarme en esos cuadros de Edgar Degas, Claude Monet, Édouard Manet, con esos vestidos tan bellos, y cuando el aire y la luz y el agua con sus reflejos y los barquitos y los nenúfares y la gente ríe y hay chocar de copas, cuando todo parece una danza donde la vida se convoca. Me encantaría que Sandro Botticelli remplazara el personaje central del cuadro mágico La Primavera, por mi imagen en su lugar, llegando y repartiendo los hermosos dones y frutos de la tierra.
También, que algún compositor musical del que yo ame su obra, como Vinicius de Moraes, o Gustavo Cerati, o Alfredo Zitarrosa, o Jaime Roos, me hubieran dedicado una canción especial para mí, con letra y música, ¡y que esa canción lleve mi nombre, claro! Me hubiera gustado que el genial Gustave Flaubert me incluyera en “Madame Bovary”, como amiga de ella, y poder salvarla, sacarla de su foso oscuro, de su trampa, y liberarla. Suelo tender a meterme en cosas complicadas.
El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?
–GA: El silencio: detesto a las personas que, como forma de ejercer poder en las relaciones, se manejan con el silencio. Lo ominoso. El silencio del primer sorbo de desayuno, reencuentro conmigo.
La gravitación de los gestos: quedan en mi memoria aquellos gestos de amor, de cercanía, y los guardo en mí.
La oscuridad: el terror nocturno, en mi niñez y pre-adolescencia, lo fantasmal.
Las sorpresas: si traen malas nuevas, odiosas, golpes de la vida; si son buenas nuevas, lógicamente, bienvenidas.
La desolación: pérdida de seres queridos, la pobreza de las gentes.
El fervor: ser fiel a la ideología y a la mística individual que nos guía. Coherencia siempre.
La intemperancia: una mala conducta, dañina.
El sentido o criterio para recomponer lo dicho: Valorar y cuidar ese silencio interno que nos pacifica y reordena nuestros sentimientos. Disipar los fantasmas y lo ominoso, contando con nuestra congruencia de postura frente a la vida. Evitar la desolación, con la gente, lo grupal como lema.
¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?
–GA: Pintores (y vuelvo a citar): Francisco de Goya y Lucientes, Carlos Alonso, Antonio Berni.
Directores de cine: Mario Monicelli, Federico Fellini, Leonardo Favio.
Escritores: Antón Chéjov, Roberto Arlt, Sara Gallardo, Jack Kerouac, Oliverio Girondo, Raúl González Tuñón, Virginia Woolf, J. D. Salinger, Leonard Cohen, Boris Vian.
¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?…
–GA: No aprecio las apreciaciones que vienen con etiqueta de “soy inamovible y traigo la verdad”. En general, prefiero a la gente “imprecisa”, inclinada a una actitud de vida más zen, buscando más preguntas sabias que respuestas mediocres. Prefiero las imprecisiones de la creación literaria, tanto en narrativa como en dramaturgia o poesía. Y aquellas acerca de las cuestiones sentimentales: abrir el juego a múltiples interpretaciones, enriquece.
¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
–GA: Ya en mi adolescencia advertí una cierta tendencia a querer y establecer amistades con personas turbulentas, con personas un tanto tortuosas, de las cuáles es difícil descifrar si realmente te quieren o se produce una inestabilidad a su lado. Que no juzgaría como positivas o valorables. Sí me perturbaba, complicaba y muchas veces entristecía, al sentirme defraudada. La psicoterapia y las experiencias hicieron lo suyo, como manera de resolverlo, y creo que fui orientando mis sentimientos de formas más armónicas, hacia direcciones donde combinen mejor lo valorado de las personas y mis sentimientos hacia ellas.
¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?
–GA: Sí, indubitablemente el mundo fue, es y será una porquería, observando lo visto y sus calamidades e injusticias. La mala distribución de riquezas y malas planificaciones a futuro. Pero amo la vida y cierta gente, los paisajes, y cada gotita de agua, cada brizna de pasto.
Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?
–GA: Por ejemplo, los escritores Federico García Lorca, Javier Villafañe (también titiritero), Alfonsina Storni, James Joyce. La escultora Lola Mora. El líder político Nelson Mandela, el líder revolucionario, estadista del pueblo ruso Vladímir Lenin. La luchadora y feminista Ángela Davis. El libertador de América José de San Martín. Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis. El compositor Wolfgang Amadeus Mozart. El cantor Carlos Gardel.
¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?
–GA: Situaciones fuera de lugar en ámbitos inapropiados. Y chistes bien contados, sin groserías. Cosas que me pueden parecer ridículas. Los Tres Chiflados, cierto humor tonto, o Niní Marshall, con sus juegos de lenguaje popular.
¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?
–GA: Con pena, rabia, impotencia, sensación de haber fracasado. Y el constante reproche por ser una persona que no hago lo necesario para difundir mi literatura, que tanto trabajo me tomo en realizar, y después pareciera que me boicoteo. Pero me repongo pronto, y me adapto al logro conseguido, con bastante serenidad, y algo de alegría, pensando: “Seguramente hasta aquí, es adonde querías o podías llegar, veremos qué pasa más adelante”. Porque yo me hablo mucho, soy una persona que dialoga mucho consigo, me digo tantas cosas.
El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?
–GA: El amor fue una especie de montaña rusa, nunca mejor dicho, dado mi origen, con cuatro abuelos rusos. Tuve matrimonios largos, y tres hijos muy bellos. Pero hubo separaciones, con el dolor y la inestabilidad que ello implica, también aprendizajes y crecimiento. El amor es un misterio que no comprendo.
La contemplación, la asocio con algunas prácticas orientales que realizo, no regularmente, y que me enseñaron a contemplar sin encender todo el tiempo la máquina de pensar; ver el mundo, me gustó siempre, soy detallista.
El dinero, fue en mi vida, el trabajo; la docencia en escuelas públicas y la docencia literaria fueron la base de mi economía personal, sencilla, pero suficiente. En épocas muy juveniles soñaba con algo mágico que me aportara mucho dinero, para ser muy feliz, pero no se dio, o no me interesó.
En cuanto a la religión, fui educada en el ateísmo, pero las grandes pérdidas afectivas a las que me enfrentó la vida, sumado a una fuerte tendencia a la ensoñación, me llevaron a acercarme a ciertas formas no institucionalizadas, pero cercanas a lo religioso, a mis raíces judías, en el recuerdo de mi abuelita Fanny, haciendo su shabat, encendiendo sus velas, tan bellas y serenas. Fue un ir buscando una manera de protección y consuelo y envolvimiento. Algo tenue. Prendo mis velas, en mágico ritual. Como institución, digamos, la religión, tiene grandes y severos problemas a resolver.
La política debiera ser una forma de traer felicidad a este mundo, pero no lo es. Puse mis sueños, mi tiempo y esperanzas, que no se realizaron, aunque acompaño, desde mi lugar, las propuestas que me parecen mejor para el bienestar del pueblo; es la única herramienta, muy imperfecta, pero es la manera de vivir en sociedad.
¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?
–GA: No me gustan las comedias musicales, de teatro comercial, ni en cine. Películas demasiado lentas, sin que se justifique por la trama: insufribles. Algunas creaciones visuales de arte contemporáneo que intentan ser minimalistas, o irónicas, casi al borde del chiste, con muy poquísimo trabajo, tampoco me conmueven. Producciones literarias, como microrrelatos, que no me parecen tales, sino juegos de ingenio con palabras, también al borde del chiste, o poemas que no juegan con el lenguaje poético y son “decires” de algunas ideas, o lugares comunes. Pero creo que hay propuestas para todos, después se va viendo, o cada cual elige aquello que le agrada o conmueve. Nunca diría, tal cosa no se debe hacer, salvo las películas insufriblemente lentas, claro.
¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?
–GA: Las pequeñas barrancas con pasto prolijamente cortado que bordeaban la Avenida General Paz, esa línea divisoria entre la provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Allí, a una cuadra, fue mi primer barrio, y papá y mamá llevaban mate y rodábamos las niñas por las pendientes. Papá daba clases de equilibrio sobre los troncos de una especie de cerca, donde también nos sentábamos a ver los autos pasar: avenida Francisco Beiró y la General Paz.
El paseo “al Centro” de nuestra Capital Federal (como antes se denominaba) desde la ciudad de Haedo, con recorrido por la avenida Corrientes (por entonces, “la calle que nunca duerme”, recordarás), viendo todas las vidrieras, toda la familia, con sus mejores galas.
¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.
–GA: “Aquí nadie muere, nunca. No hay sufrimiento, porque nadie debe hacer sacrificios, aquí se comen los manjares naturales que se ofrecen, aquí se goza y se murmuran las palabras primigenias. No se piensa, el azar va presentando los sitios donde sentarse a mirar los ríos transparentes. Hasta que la ceremonia en el bosque de árboles sutiles indica que los cuerpos sinuosos, harán el amor. La autenticidad del deseo está en los cuerpos. Y la ciudad de la felicidad total, cae en su mayor, único final y fatal desajuste. El paraíso llega a su fin, comienza un mundo de miniaturas reales, la infancia, ella ahora lo sabe, ha terminado.”
“Donde mueren las palabras” es el título de un film de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?
–GA: Donde nace el poema, o la “otra” palabra.
Donde nace el amor, la perplejidad de sentir.
En la angustia.
¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?
–GA: Siempre me produjo una controversia interior el tema de los escritores, en especial, o artistas, en general, cuando su obra me resulta muy valiosa, en cuanto a forma y contenido, pero su ideología, es totalmente contraria a mi forma de pensar, a mi ideología. Hace años, denostaba directamente todo, autor y obra. Con el tiempo y las lecturas, me fui encontrando con los escritores Felisberto Hernández, Pierre Drieu La Rochelle, Louis-Ferdinand Céline, Ezra Pound, el filósofo Martin Heidegger, el ensayista Carl Gustav Jung, por nombrar algunos de clarísima y confesa, en varios de ellos, filiación e inclusive afiliación a la ideología nazi, simpatizantes del nazismo. Pero me gustaban sus obras (salvo en el caso de Martin Heidegger, que me parece enredada y oscura su escritura filosófica, y tampoco me conmueven sus conceptos, aunque tanto lo admiren y glorifiquen unos cuantos catedráticos). “Viaje al fin de la noche” de Céline, me parece una novela formidable, no al nivel, por ejemplo, de “Sin novedad en el frente” de Erich Maria Remarque, pero muy buena escritura. “El caballo perdido”, “Nadie encendía las lámparas”, “Tierras de la memoria” de Felisberto Hernández, a quien rescata Cortázar del olvido, son una maravilla de narrativa original. Llegué a la conclusión de que lo mejor era, de ninguna manera disculpar sus conductas humanas, puesto que como personas me parecen despreciables, y no los disculpo por escribir bien, como sí lo hacen muchos colegas y publicaciones que he leído, o escuchado en declaraciones. Pero valoro las obras, en sí, como obras de arte, punto. La entrevista de Pier Paolo Pasolini a Ezra Pound me produce una gran perplejidad, no puedo entenderla: con gusto Pound lo hubiera visto a Pasolini en un campo de concentración, por homosexual y comunista. Irrealidad me crean esas cosas. Hace poco tiempo, para un aniversario de Ezra Pound, poeta bastante bueno y mentor de muchos poetas del siglo veinte, vi con tristeza y pesimismo cómo sitios de internet, lo elogiaban, intentando disculpar su ideología nazi, y criticando el castigo recibido en juicio, a una celda muy pequeña, y esas cosas. Aprendí a convivir, separando artista y obra, obras en las cuales no se propicie el horror de esa ideología que causó y sigue causando el infierno en la tierra. Lo mismo cabe para algunos escritores como Mario Vargas Llosa: valoro su narrativa, hasta en algunos de sus libros, antimilitarista, pero cuando lo escucho hablar de cuestiones sociales y políticas, eso es harina de otro costal.
¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?
–GA: Me cae muy mal la gente que “no responde”, tomo esto, su silencio, como conductas del orden de lo perverso u ominoso, considero que es una manera de dominio y de crueldad, un ejercicio de poder sobre las otras personas. El silencio como quita, como castigo. Me cae muy mal y me aparto para siempre, porque queda en medio algo sin resolución, un pendiente. No me decepcionan, me molestan los juegos del gato y el ratón. No termino de comprenderlas, y me agotan.
No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
–GA: Médicos, enfermeros, docentes, todo el personal que está al frente de una nave, un avión, un tren, seres que enfrentan grandes responsabilidades, y el destino de muchas vidas. A los trabajadores y trabajadoras. A los abogados de Derechos Humanos, gente que da su tiempo en beneficio de los demás, a los que atienden comedores comunitarios.
¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?
–GA: Soy de mis pasiones y puedo manejar mis entusiasmos.
¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?
–GA: El bailarín Maximiliano Guerra, los escritores Jorge Luis Borges y Leopoldo Lugones, el pintor Salvador Dalí. Afloran estos nombres como “alabados desmesuradamente” en mi criterio, según la valía que, de todas formas, está presente en estos artistas. Pero tengo una larga lista, considerando que el marketing, o la publicidad, digamos, a partir del Siglo XX, en el que el arte comienza a ser socio de la industrialización y seriación del arte de masas, para ir cada vez más apoderándose del arte “de autor”, acorralándolo, y dando valor a productos comerciales, que se le refriegan tanto por la cara a los pueblos, que terminan por imponerse, gracias a un discurso en el que se nos presentan verdaderos bodrios, muchos, meras imitaciones del arte de artistas, como algo grandioso, y miente, miente, que algo quedará. Creo que por sobrevaluaciones y creaciones ficticias de artistas supuestamente “geniales”, el arte se ha ido degradando fuertemente. Igual, siempre sigue viviendo el trabajo artístico profundo y con fundamentos técnicos y teóricos, aunque se despliegue en los márgenes.
¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?
–GA: Creo que el amor es cuando sucede. Valoro el poema que mencionás, como poema, pero no podría suscribir o acordar con ninguna definición de este sentimiento humano. Tal vez, cada una sea un aspecto que puede conformarlo. Me parece que nos movemos entre demasiadas definiciones y carteles con frases que intentan darnos seguridad sobre las cuestiones a las que debemos enfrentarnos en nuestras vidas. Como un recetario con instrucciones, si te pasa tal cosa, hacé tal otra y serás feliz. Hay en las redes virtuales, tan presentes en nuestras vidas, cataratas de conceptos enlatados, muchos sobre el amor y qué hacer con él. Los carteles con frases, o el intento de definir, me parece que anulan, limitan mucho la capacidad de movilizar pensamientos y poder decir lo propio. Para mí, el amor, por ejemplo, es algo que cuando puedo o pude sentir, Eros se presenta luminoso, y derrota al oscuro y sigiloso Tánatos. También lo veo como un sentimiento con un centro persistente y una manera de pasar al acto, que fue mutando a través del tiempo. Pero me declaro bastante inimputable al respecto de este tema. A través de la escritura, le voy buscando algunos sentidos.
¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?
–GA: La noche plena, junto a la madrugada. Sin dudas. En el mar, el crepúsculo vespertino, con el mate en la mano.
¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?
–GA: a) Carlos Alonso, Pablo Picasso, Pablo Neruda, Pablo Casals, Enrique Molina, Joan Miró.
b) Boris Vian, James Joyce, Dante, Homero, Francisco Madariaga, Edgar Bayley.
d) Marcel Proust, Oswaldo Guayasamín, Frida Kahlo, Diego Rivera, Roberto Arlt, César Vallejo, Alejo Carpentier
c) Marcello Mastroianni, Federico Fellini, Ingmar Bergman, Dino Buzzati, Stendhal, Honoré de Balzac.
Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?
–GA: Cuidando a la Dama, estoy plenamente dedicada a planear movidas y estrategias para defender siempre, en todo momento, a la Dama.
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Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de Haedo y Buenos Aires, distantes entre sí unos 30 kilómetros, Gloria Arcuschin y Rolando Revagliatti.