El juicio por el caso Ragone prometía de algún modo delimitar un antes y un después en Salta y de que nada fuera ya igual en esta provincia. Pero el problema ahora es que la resolución del crimen fue a medias y que algo de la impunidad todavía se prosigue.
En la mitología y en las grandes obras de la literatura universal la resolución de un homicidio y la justa condena a los asesinos, tiene un efecto benéfico no sólo sobre aquellos que son sus familiares y damnificados directos, sino también sobre el conjunto de la sociedad en la que ese homicidio tuvo lugar, aun en los indiferentes y en los que miran para otro lado. En esas obras clásicas, la impunidad de un crimen es la causa del infortunio, de la desdicha y la peste que inundan la ciudad y a sus habitantes. Sólo cuando se descubre toda la verdad y los homicidas reciben el castigo, retorna la salud y el horizonte.
El Psicoanálisis, la literatura universal, la mitología, la filosofía y todo el arte de la humanidad hablan precisamente de la inconveniencia del olvido y la impunidad de los crímenes. Recordemos a Edipo Rey, de Sófocles: Edipo, ya rey de Tebas, un día observa cómo el infortunio y la desgracia se han apoderado de la ciudad; muere el ganado y la gente por la peste, etc. Consulta entonces al sabio Tiresias quien le dice que esas cosas están ocurriendo porque en Tebas hay un crimen que permanece impune, irresuelto. A partir de ahí la trama de la obra consiste en la tarea casi detectivesca y en el esfuerzo que realiza Edipo para esclarecer ese crimen. Sabemos que al final, cuando la verdad (que le concierne) es revelada y Edipo se saca los ojos y se va a deambular por los caminos, Tebas recupera la salud, su esplendor y la calma.
Otro ejemplo, lo constituye la obra de teatro “Las Moscas” de Sartre, que siguiendo la temática de La Orestíada, recrea el mito de Agamenón, aquel rey de los aqueos que al retornar a su patria, Argos, luego de la guerra de Troya, es traicionado y asesinado por su mujer (Clitemnestra) y el pérfido Egisto. La obra de Sartre comienza con la ciudad de Argos invadida por las moscas y la peste (las moscas en Sartre podrían representar la conciencia colectiva, la angustia por el crimen no resuelto); el ambiente es mustio, oscuro, degradante, decadente. Los habitantes visten de negro, están en la melancolía y rara vez salen de sus moradas, salvo para el día de los muertos, a quienes llevan por un rato a sus casas entre lamentos desgarradores. Un crimen permanece impune (el asesinato de Agamenón) y no han podido elaborar el duelo. Por esa causa el infortunio, la oscuridad y la desdicha se han adueñado de Argos. Recién cuando el hijo de Agamenón, Orestes, vuelve a la ciudad y venga la muerte de su padre, es decir, mata a Clitemnestra y a su amante Egisto, la luz y la claridad retornan a las calles y las moscas abandonan Argos.
Freud dirá que lo que se olvida o reprime de la conciencia retorna inevitablemente en forma de síntoma, de enfermedad. Es el concepto freudiano de “retorno de lo reprimido”: los hechos penosos, los acontecimientos traumáticos, que son expulsados de la conciencia por displacenteros, vuelven sobre esa misma conciencia pero como enfermedad y padecimiento. En el lugar de los hechos no resueltos u olvidados, sobrevienen entonces la culpabilidad inconsciente, la repetición de los errores, la frustración, el permanente fracaso, la vuelta de los sujetos contra sí mismos. (Jacques Lacan diría inclusive que “lo que se repudia de lo simbólico retorna desde lo real, en la psicosis”, en las alucinaciones auditivas, en la locura). O ¿acaso esto no es lo que de alguna manera nos ha estado pasando a los argentinos, que en nuestra insistencia por perder la memoria y esconder el pasado penoso bajo la alfombra, hemos visto reiteradamente cómo ese pasado regresa en forma de frustración y fracaso? Quizá el mayor despropósito de los argentinos haya sido el olvido, la desmemoria, la impunidad de los crímenes de lesa humanidad, el desentendimiento del pasado, el desconocimiento de la historia, el hacer como si aquí nada hubiera ocurrido.
Y decir esto no es una mera cavilación intelectual, sino algo bien concreto que puede ser observado en la vida diaria, por ejemplo, en aquellas personas que reprimen su dolor por la pérdida de un familiar amado, que prefieren olvidar y no elaboran convenientemente el duelo, es decir, que no realizan una tramitación simbólica de la pérdida. Vemos cómo esas personas después contraen síntomas, caen en la melancolía, no logran superar la pérdida y continuar un proyecto de vida. Diría Freud: “La sombra del objeto cae sobre el melancólico”. Por eso el sentido de las pompas, de los funerales, de los ornamentos, del llanto, del luto, etc., para que pueda haber resolución y las cosas puedan encontrar su lugar, es decir, para que los muertos, como dice la tradición popular, puedan “descansar en paz”.
Esa elaboración del duelo es mucho más difícil cuando los seres objetos de ese duelo permanecen desaparecidos y sus familiares no han podido darle humana sepultura, esto es, tramitar simbólicamente la pérdida. La normal elaboración del duelo se dificulta aún más en el caso de las muertes violentas, cuando los homicidas causantes de esa muerte no han recibido el correspondiente castigo. Y si no hay elaboración del duelo, lo que hay es enfermedad, infortunio, melancolía. Todo eso está en Freud, se lo puede leer en el texto “Duelo y melancolía”. Por eso no se trata de una simple venganza ni de odio ni de revancha, sino de la necesaria tramitación simbólica por la ley, de la función de la justicia, del castigo que corresponde, de la justa condena para que los crímenes no permanezcan impunes ni los genocidas sin juicios. Es el paso necesario para evitar la enfermedad, para cortar con la repetición, para salir de la oscuridad, para que las moscas y la peste abandonen la ciudad. Es el paso obligatorio sobre el que se edifica toda civilización.
Los argentinos no pretendemos que quienes promueven el olvido lean a Sófocles o a Sartre, mucho menos que conozcan algo de Freud o tengan en cuenta lo que indica todo el historial de la psicopatología, pero al menos esperamos que no se cometa el error de la impunidad y la negación de aquello que en el caso de no ser juzgado y esclarecido, retornará inevitablemente, como lo indican todas las evidencias literarias universales, bajo la forma de una repetición inconsciente que hará que insistamos en boicotear nuestro futuro.
Ahora que ya fue el juicio, pero que se prosigue en parte la impunidad ¿las moscas abandonarán Salta?