El sacudón que sufrimos los salteños ayer -el segundo en poco más de una semana- reaviva la conciencia de que ésta es zona de alto riesgo sísmico. Se agitan los fantasmas de Esteco y los trágicos días del Milagro. Pero a más temblores menos terremotos.
Desde el Instituto Nacional de Prevención Sísmica (INPRES) se informó que el sismo que sacudió en la mañana de ayer a la ciudad de Salta ocurrió a las 9:14, con una intensidad de grado III en la escala modificada de Mercalli y de 3,5 de magnitud en la escala de Richter. El epicentro estuvo cerca de La Merced, al sureste de esta capital a una profundidad de unos 21 kilómetros.
A partir de allí todo fue comentar dónde estaba cada uno en el momento del temblor y cómo lo percibió. Nada más eficaz para sentir la fragilidad humana que sufrir que aquello que se siente como más firme, el suelo que pisamos, comience a temblar.
Los comentarios pueden ser, entonces, una forma de exorcizar el miedo. Temor y temblor. La muerte que se anuncia como posibilidad haciendo trizas la calma de lo cotidiano para sacarnos violentamente de la vida inauténtica y enfrentarnos a la finitud.
El parloteo nos reinstala en lo habitual a través del detalle de lo vivido como una módica aventura que se hace menos extraña en lo compartido de la charla. Si nos sorprendimos porque la cama se movió, o si estábamos en ese momento leyendo el diario o viendo televisión o en la oficina y todo eso…
Luego está la conciencia colectiva, la memoria histórica transmitida en crónicas y procesiones. El refugio en la religiosidad que crea amparos ficticios pero eficaces para lidiar con el miedo. El miedo colectivo se exorciza con ceremonias colectivas. La procesión del Milagro es eso, lo que el filósofo Lovisolo señala casi como un observador desapasionado: los salteños tenemos un Cristo antisísmico. ¿bastará?
No hay aquí una cultura de la prevención como la hay en Chile, por ejemplo. No hay simulacros de evacuación de edificios, no hay una educación para enfrentar una catástrofe de la que los temblores podrían ser un anuncio. Es dudoso incluso que los edificios cumplan con las normas antisísmicas adecuadas en todos los casos y las viejas casonas del centro se están cayendo solas, casi sin necesidad de violentos remezones.
Entrevistado en FM Profesional el geólogo Ricardo Alonso dió una visión más optimista de los temblores. Estamos sobre una zona con placas que se reacomodan por el surgimiento de una cordillera joven, aún en formación, como la de los Andes. Es mejor que esas tensiones se liberen de a poco, con temblores sucesivos, a que se acumulen y luego, bueno…
A ver si entendimos bien. Entonces ¿a más temblores menos probabilidad de un terremoto?