La corrupción en estas tierras no es nueva entonces. Acusadores y acusados tienen la misma calaña.
Gran revuelo se ha armado con el informe sobre lavado de dinero y su conexión con el kirchnerismo, que fue presentado en el programa del periodista Jorge Lanata (Periodismo Para Todos), como si se hubiese descubierto la pólvora. “Chocolate por la noticia” podríamos decir. Lo que se contó y mostró allí se sabe desde hace tiempo, y no es una práctica exclusiva de este gobierno. Lo que sí hay que reconocerle al polémico periodista es que tuvo y tiene la capacidad de masificar aquello que los sectores de poder quieren ocultar.
El gran mérito es hacer confluir lo que todo el mundo sabe o sospecha individualmente, en un conocimiento colectivo que provoca que estalle en indignación colectiva. Después puede discutirse en beneficio de quién lo hace. Pero lo concreto es que siempre que se sepa la verdad acerca de cómo se entraman las fortunas de los grandes empresarios con las actividades del Estado, es bueno para las mayorías asalariadas que son las que producen las riquezas que aquellos se llevan. Hay que celebrar entonces que cosas como las denunciadas por Lanata salgan a la luz, primero porque siempre hay que develar lo que el poder esconde, y segundo para ver si, de una vez y para siempre, nuestro pueblo asume una lucha en serio contra estas prácticas que empobrecen nuestras vidas. Porque éste no es el primer caso de corrupción del que somos testigos. La inmensa fortuna de miles de millones de dólares amasada por Néstor y Cristina Kirchner aprovechándose de la función pública, a través de lo cual han enriquecido también a cómplices como Lázaro Báez, Crsitóbal López, Rudy Ulloa, Carlos Zannini, Ricardo Echegaray o Julio De Vido, no es una excepción en nuestra historia, sino una mancha más en la piel de nuestro país. Sin embargo, hay una especie de culturización que hace que se asuman como normales estos episodios, e incluso que los responsables no sólo no sean castigados, sino premiados con los favores del apoyo de las masas.
En este país es senador el corrupto Carlos Saúl Menem, enriquecido de forma astronómica durante su gobierno, instaurador del neoliberalismo y del “pizza con champán”, que llegó al extremo de volar una ciudad (Río Tercero) para ocultar las pruebas del contrabando de armas del que era responsable. Fue electo dos veces presidente por el voto popular, e incluso superó en votos a Néstor Kirchner en la primera vuelta en el 2003. Hoy está “condenado” por la “Justicia”, una condena en el aire, sin tiempo concreto, 18 años después del hecho y cuando este canalla ya supera los 80 años, por lo que a lo sumo le correspondería detención domiciliaria… en su estancia con pista de aterrizaje privada.
En este país es un líder de la oposición al oficialismo y jefe de gobierno en la CABA el corrupto Mauricio Macri, beneficiario directo de los nefastos ’90, contrabandeador de autopartes, deudor millonario del Estado, “escuchador” ilegal de opositores y miembro de una familia que se enriqueció durante la Dictadura con el favor de los genocidas. Sacó el 60% de los votos en las últimas elecciones en la Capital.
En este país, el corrupto Fernando De La Rúa, responsable de la continuidad de las políticas menemistas que llevaron al estallido popular del 2001 y de 39 muertes de indignados luchadores el 19 y 20 de diciembre, fue sobreseído y disfruta de su vida y su fortuna sin que nadie lo moleste. Ganó las elecciones del ’99 con el 50% de los votos.
En este país fue gobernador de una provincia el genocida Bussi. El carapintada Rico fue elegido intendente de un municipio, al igual que el torturador Patti, todos avalados por el voto popular.
En este país la corrupta y condenada María Julia Alsogaray tuvo el privilegio de, además de no ir a la cárcel, hacer que la fiscalía acusadora le leyera su alegato en su casa, porque ella adujo una “indisposición” para trasladarse al juzgado.
En este país, responsables del saqueo de los ´90 como Scioli, Pichetto, Gioja, Fellner, Insfrán, Aníbal Fernandez, los mismísimos Kirchner, la mayoría de los diputados y senadores, los intendentes del conurbano, los gordos de la CGT, son parte del oficialismo gobernante hoy, todos legitimados por el voto popular.
En este país, la más grande corporación periodística, el Grupo Clarín, comenzó a corporizarse durante la Dictadura Genocida cuando a través de ella se quedó fraudulentamente con Papel Prensa. El gobierno de Duhalde le pesificó una deuda con el Estado de u$d 800 millones, y Néstor Kirchner le aprobó la fusión de Multicanal con Cablevisión como último acto de su gobierno.
En este país, los corruptos grandes empresarios transnacionalizados fueron sostenedores ideológicos, políticos y económicos de la Dictadura Militar y el menemato entreguista, y hoy se llenan los bolsillos y son grandes “señores” en la infame década kirchnerista.
Todos estos, corruptos, avalaron y avalan el pago de una “deuda externa” que ellos nos endilgaron a todo el pueblo, cuando la misma Justicia vernácula la encontró ilegal, ilegítima y fraudulenta (fallo del juez Ballesteros en el 2000).
Podría seguir la lista, que es interminable. La corrupción en estas tierras no es nueva entonces. Acusadores y acusados tienen la misma calaña. Si hasta esos grandes casos parecen resbalar por la consciencia popular, qué puede esperarse respecto de los mecanismos más sutiles del saqueo del patrimonio del pueblo. Los Fariña, los Rossi, los Perez Gadín, son “pichis”, peones de los peces gordos como Lázaro Báez; los Elaskar, engranajes de la gran maquinaria de corrupción que es, en definitiva, el Capitalismo. Estos canallas menores se movían tranquilamente en la “legalidad” del sistema asesorando y generando empresas fantasmas u off-shore, que no son más que antros para lavar el dinero mal habido por los canallas mayores. No es casualidad que en Puerto Madero justamente, en conjunto un verdadero monumento a la corrupción donde no sólo existe la empresa SGI a la cual apodan cínicamente “La Rosadita” por las asiduas visitas de funcionarios del gobierno, sino donde vive el vicepresidente Boudou y donde tiene dos departamentos y ocho garages la presidenta CFK, se lleven a cabo estas mugrientas maniobras. Y el problema no es solamente argentino.
Los paraísos fiscales son intocables, y existen precisamente para que los grandes empresarios del mundo laven la plata “negra”, proveniente de la corrupción globalizada del saqueo a los estados soberanos, el narcotráfico, el tráfico de armas y la trata de personas entre otras ¿Alguna vez se reunió la ONU para condenar estos antros globalizados, alguna vez los ejércitos de EEUU o Europa invadieron algún paraíso fiscal? ¡¡No!! Jamás pasará eso, porque son parte misma de la esencia del sistema que domina el mundo: el Capitalista.
El problema entonces, es mucho mayor de lo que nos quieren hacer ver. Elaskar no es una “víctima” al que le robaron su empresa los matones de Báez y Kirchner, como el mismo Lanata lo quiere presentar: es parte de una maquinaria mafiosa que sólo sirve para robarle a los trabajadores la riqueza que producen, mientras escorias como ésas exhiben su repugnante obscenidad de ostentación y despilfarro. En un mundo justo, personajes como Elaskar, como Fariña o Rossi, no podrían existir o, de lo contrario, deberían ir presos con todos los que le posibilitan su “laburo”, como Lázaro Báez y en vida, Néstor Kirchner.
Pero lo que debe surgir como imperativo de todo lo que ha estallado como fruta podrida, donde las mayorías populares tienen su parte de responsabilidad al apoyar o mirar para otro lado no sólo a sus propios verdugos -los personajes que llevan a cabo los actos de corrupción-, sino el sistema que lo posibilita (el capitalista), es la necesidad civilizatoria y humanista de acabar con esta escoria que conduce los destinos de la humanidad . Sólo cuando terminemos con la explotación, con el mercantilismo financiero que pone a la economía por encima de los seres humanos, (que no es otra cosa que poner la “economía de unos pocos” por encima de la de las mayorías), podremos aspirar a un mundo justo. Y no es mirando para otro lado como podremos lograrlo.