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sábado, noviembre 23, 2024

“47 ronin”, sobre una leyenda japonesa

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Una historia de coraje, venganza y honor, inspirada en hechos reales, que intenta ser un film épico sobre el Japón feudal. Los escritores Chris Morgan y Hossein Amini armaron un guión para que un occidental, Keanu Reeves, pudiera ingresar como parte de la leyenda sobre la nación nipona. El efecto marketinero resultó más bien negativo.

La cinta está protagonizada por el líder de los ronin (literalmente «hombre ola» – un hombre errante como una ola en el mar- era un samurái sin amo durante el período feudal de Japón, entre 1185 y 1868), Oishi, encarnado excelentemente por Hiroyuki Sanada, quien en un comienzo rivaliza con Kai, un ex esclavo mestizo mitad japonés y mitad británico, papel que le tocó al afamado Reeves, quien se unirá en esta cruzada para salvar a Ako de las oscuras garras del Señor Kira, interpretado por Tadanobu Asano.

Al drama de los ronin, quienes luego de haber perdido a su amo, el Señor Asano, fueron echados de su pueblo, se agrava por el intento del nuevo líder de tomar por esposa a Mika (Kou Shibasaki) hija de Lord Asano, obligado a quitarse la vida por haber deshonrado, supuestamente, a Kira, su traidor huésped. Las leyes en Japón son estrictas y deben cumplirse según el mandato establecido en esa Cultura. Esta es la parte en la que la historia japonesa hace un giro brusco y será Keanu, el semi héroe rechazado por los samuráis, quien deba rescatar a la princesa con quien mantiene un amor imposible y secreto.

La fuerza interpretativa de Shibasaki le imprime el necesario dramatismo que sensibiliza la leyenda al punto de simular un tema principal en el film. Aunque el encuentro entre Kai y Mika carece de pasión, el tono romántico domina las escenas con un amor sublime que roza en lo poético.

Keanu parece imperturbable, de allí es posible sostener que su participación en el film deja de ser convincente. Miradas rígidas durante toda la cinta, no le agregan nada a su composición que peca de fría y solemne, demasiado extendida en todas las situaciones que enfrenta.

Carl Rinsch, el director, hace una película aceptable desde el punto de vista de la historia, acierta con cuidados detalles en el vestuario, logra mantener cierto suspenso en algunas escenas, enciende lo trágico en el desenlace, se llena de silencios orientales y de agitadas peleas en ocasiones, mezcla la magia con rituales sagrados, da en el tono del relato y crea ciertos climas que nos transportan al Japón antiguo.

Le faltó la espectacularidad necesaria para el género y lo visualmente atractivo propio del cine actual, con mayores o mejores efectos. Sin embargo la película se llevó más de 175 millones de dólares para su realización y será la larga demora en su estreno, lo que aceleró las ansias por ver un film que si bien no es de los mejores, se deja ver. Entretenida y en algunos puntos pausada, la leyenda resurge y hacia el final, esos minutos que restan para el cierre, se lleva la trascendencia de estos leales ronin.

El espectador puede sentarse a ver la película sin esperar demasiado, pero seguro de una historia cautivante que al menos te pasea por lugares distintos a los cotidianos. Buena.

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