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domingo, noviembre 24, 2024

Un milagro coral

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Ese tomar de la mano, ese mirar a los ojos de los visitantes, esa sonrisa emocionada del receptor del canto, hizo aparecer lágrimas en muchos ojos de los artistas y en muchos ojos del público que colmaba la Iglesia de San Alfonso.

Organizador: Coro de Niños y Jóvenes “Ars Nova” directora Ana Beatriz Fernández de Briones. Invitado: “Estudio Coral de Buenos Aires” director Carlos López Puccio. Repertorio del primero: Obras de G. Podolsky, Dwight Okamura y Otmar Macha. Repertorio del segundo: Claude Debussy, Arnold Schönberg, György Ligeti, Aaron Coopland, Alberto Ginastera, Krzysztof Penderecki, Johann Sebastián Bach. Festejo de los primeros veinte años del Coro “Ars Nova”. Iglesia de San Alfonso. Miércoles 25 de junio de 2008.

“Dream a Dream” es un coral escrito por Ed Robertson en el cual su letra clama por la paz. Lo cantó el Coro de Niños y Jóvenes Ars Nova en alguna otra oportunidad. Su melodía y su letra son de enorme emotividad y cuando lo escuché por primera vez en un teatro, fue con los integrantes del Ars Nova, desparramados por toda la sala, tomando la mano de integrantes del público -en esa oportunidad fui uno de ellos- que colmaba el recinto. La página despierta emociones profundas y hasta el más duro corazón no deja de conmoverse.

En la noche del miércoles 25, otra vez el Ars Nova cantó “Dream a Dream” aunque esta vez sus cantantes tomaron las manos de los integrantes del Estudio Coral de Buenos Aires que dirige el inefable Carlos López Puccio, que está compuesto por directores de otros coros y cantantes profesionales con lo que resulta, sin desmedro para nadie, no sólo el mejor coro argentino de cámara sino que con seguridad está entre los mejores del mundo. Ese tomar de la mano, ese mirar a los ojos de los visitantes, esa sonrisa emocionada del receptor del canto, hizo aparecer lágrimas en muchos ojos de los artistas y en muchos ojos del público que colmaba la Iglesia de San Alfonso. Es que el Ars Nova, el coro fundado y dirigido hasta nuestros días por la notable Ana Beatriz Fernández de Briones, festejaba sus primeros veinte años de vida y estaba agradeciendo de esa forma la presencia de nada menos que el Estudio Coral de Buenos Aires que vino de la capital argentina sólo para acompañar con su fantástica calidad, ese cumpleaños número veinte.

Fue un concierto inolvidable. Por un lado, un coro vocacional de niños y jóvenes que canta todo de memoria, premiado por cuanto lugar anduvo en el mundo. Por otro lado la mejor agrupación coral argentina merecedora también de incontables premios en el país y en el exterior. Qué fácil es entonces escribir una crítica de ambos grupos y sus respectivas actuaciones. Qué difícil es tratar de transmitir con palabras las intensas emociones vividas. Hay hechos en la vida de los seres humanos que no son posibles describir sin correr el riesgo de quedarse corto con el adjetivo, con la frase, con el párrafo, con todo el texto.

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La iglesia estaba totalmente cubierta por el público, entre los que se encontraban directores y coreutas de otras agrupaciones de Salta y de otras provincias. A ellos se agregó un público de todas las edades mas sacerdotes de la congregación. Todos fueron a acompañar el festejo de los veinte años y el placer de escuchar al Ars Nova, pero también fueron para oir, muchos de ellos, por primera vez, al famoso Estudio Coral de Buenos Aires y a ver en acción ese fenomenal músico que es López Puccio. El frío quedó de lado, la dureza de las bancas también, las dos horas de duración, salvo excepciones, no generaron queja alguna. Estoy seguro que de haber sido una hora mas, nadie se hubiera percatado.

Primero fue Betty Briones y sus chicos. Fueron treinta minutos de canto coral de elevada jerarquía. A “Cheruviko”, un himno a la Virgen del ruso Podolsky le siguió “Sakura. Sakura” un coral basado en hechos mitológicos japoneses de Okamura que habla de la unión del espíritu con la naturaleza a través de la significación del árbol de cerezo para los nipones; luego un emotivo saludo checo con “Hoj, hura Hoj de Matcha». Allí debía haber terminado esa apertura pero la ovación trajo la “Canción del Arbol del Olvido” del argentino Ginastera.

Serenados los ánimos, por primera vez en sus casi veintiocho años de existencia, aparecía en Salta el reconocido Estudio Coral de Buenos Aires con su director. Como si supieran lo que vendría, el público aplaudió largamente antes de la primera nota. Y tenían razón. Nunca escuché en mi ciudad un coro de esta magnitud, de esta enorme estatura artística.

Salvo el más bello de los seis motetes escritos por el genial barroco alemán Johann Sebastián Bach, “Singet dem Herrn» sobre los Salmos 149 y 150 (BWV 225) a doble coro, con una polifonía que por momentos parecía hecha de fuegos de artificio por su espectacularidad, por sus impresionantes combinaciones armónicas, por sus figuras arquitectónicas de construcción sonora. El resto del repertorio, explicado desde un punto de vista técnico pero con una gran dosis de humor por parte de López Puccio, fue contemporáneo, con páginas que según el director -y así nomás debe haber sido- cuando fueron escritas casi no había agrupación coral capaz de cantarlas por sus altas exigencias conformando esta circunstancia dos aspectos que merecen ser mencionados. Por un lado, el asombro, el deslumbramiento que el Estudio Coral de Buenos Aires produjeron en el público, mucho del cual está preparado para apreciar la condición de único acerca de lo que estaba viviendo y por otro lado, el poder escuchar páginas corales de gran belleza que si bien, como dije, antes no había intérpretes para ellos, hoy si los hay -no muchos, es cierto- pero uno de lo cuales estaba en Salta con su inmensa sabiduría.

De inicio fue Debussy, una de las relevantes figuras del impresionismo musical, que compuso a sus 46 años, “Trois Chansons de Charles d’Orleans” (padre de la poesía lírica francesa durante el siglo XV) su única obra “a capella” como tributo a los polifonistas que el autor admiraba como Di Lasso o Janequin. Son de un lenguaje armónico original, transparente en sus esfumaturas, con hermosas secciones melódicas, con acordes de alto vuelo, con un impecable solo de Verónica Cánaves, soprano de amplio espesor vocal que resolvió con maestría las tensiones de su parte.

Luego llegó “Friede Auf Erden” (Paz en la Tierra), compuesta por Schönberg en sus últimas incursiones sobre la tonalidad o sea antes de ingresar en esa revolución sonora que fue el dodecafonismo. Se estrenó con acompañamiento instrumental para dar firmeza a la afinación aunque muchos años después pudo estrenarse “a capella” como había sido originalmente escrita y tiene como destinatario al hombre como responsable de la convivencia en paz.

A continuación una de las figuras cumbres de la creación musical de la segunda mitad del siglo XX, el húngaro György Ligeti con su coral “Abendphantasie” compuesto a 16 voces (si…a 16 voces) en el que el compositor usa microtonos creando una singular muestra cromática que impone su belleza ante la complejidad de su estructura armada mediante células breves y repetidas. Probablemente me deben sobrar los dedos de la mano para contar los coros capaces de hacer esta obra sin caer en el desconcierto.

Después uno de los tres grandes compositores norteamericanos del siglo XX: Aaron Copland con “In the begining”, un inmenso motete que relata con tranquila hermosura, los días de la Creación. Ese relato esta a cargo de la estupenda mezzosoprano Rosana Bravo a la que se agrega el coro “a capella”. Poco mas de una docena de minutos que van desde la frase íntima y recogida hasta las vigorosas síncopas finales.

Parecía que ya no habría más motivos de inesperada sorpresa cuando llegaron las “Lamentaciones de Jeremías Profeta” de Ginastera, que escribe esta única obra para coro sin acompañamiento instrumental. Son las lamentaciones que surgen luego de la caída de Jerusalén y contienen descripciones dramáticas de lo sucedido a través de cinco poemas de los cuales el autor compone tres corales, el primero de un vigor inusitado y los dos siguientes como verdaderos lamentos cargados de pena y dolor.

Ya dije que el Estudio Coral terminó con Bach. Pero antes llegó un “Veni Creator” del polaco Krzysztof Penderecki. Se trata de un himno al Espíritu Santo. El autor usa casi recitativos montados polifónicamente sobre melodías relacionadas con lo expresado por su texto. Son acordes basados en semitonos cromáticos conocidos como “clusters” que suenan disonantes aún cuando en el resultado final originen agrados auditivos. También hubo un bis: “Nunc dimitis” del inglés Gustav Holst.

Es verdad, el Ars Nova festejaba sus primeros veinte años. A este destacadísimo grupo de niños y jóvenes me referí largamente en anteriores comentarios. Entonces me pareció oportuno puntualizar en detalle la presencia del Estudio Coral por primera vez en nuestra ciudad. Su profesionalismo, sus trabajadas voces, sus sutiles expresiones, su homogeneidad, sus ataques, su imbatible afinación, la entrega de sus integrantes, la calidad de su conductor, en resumen, su deslumbrante técnica coral, ameritaban para dedicar estas líneas que intentan señalar que posiblemente, entre los festejos de su cumpleaños, el Ars Nova vivió uno de los momentos fundamentales de esos festejos.

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