El miércoles 23 de octubre el teatro europeo de la mano de Jiří Srnec, llegó al Teatro del Huerto (Salta) en una gira por Latinoamérica para presentar ocho clásicos elegidos y consagrados por el público.
Hace más de 50 años fue creada la Compañía Teatro Negro de Jiří Srnec, por Srnec padre. Por aquella época, 1959, nacieron los cuadros “La Lavandera” (con el que se abre el telón checo), “El fotógrafo”, pequeño homenaje al cine mudo de Charles Chaplin y de Buster Keaton , “La bicicleta voladora” (que no está incluido en este espectáculo) y “El caballo”, con el que se cierra el show ilusionista.
La puesta recorre varias historias mínimas que se construyen plásticamente para crear una metáfora mímica y dramática en la conjunción de danza, música y actuación ligadas a objetos que recrean imágenes visuales bellísimas. Además de los cuadros mencionados anteriormente, se presentan el de «Las maletas», «El violinista», «El mago», «Los faroles» y «El pescado».
Hay en ellos una suerte de realismo mágico – si se me permite el término para lo que no es latinoamericano- en lo narrativo (sin diálogos), línea trabajada desde la pantomima, narración implícita sumergida en una ambientación surrealista donde los objetos cobran vida propia, como las maletas que terminan por fagocitar a los contrincantes de una competencia que querían tener la de mayor tamaño. La oposición felicidad/infelicidad es presentada de manera excepcional puesto que de un estado se pasa al otro tal y como le ocurre al clown.
Las historias nacen de sueños o de hechos absurdos para reinventar una realidad fantástica cuyo ritmo pausado va a contramarcha del ritmo de la vida, puesto que nos obliga a detenernos en composiciones metafóricas de gran vuelo inspirador y a caer en pequeños detalles que terminan por hilar fino en las partituras dramáticas muy bien logradas por los protagonistas visibles (personajes) y por los invisibles (los que realizan los efectos). La sincronización entre artistas en escena y objetos que se desplazan es perfecta, de manera tal que nada queda librado al azar salvo por el uso de la técnica de improvisación en algunos sketches, señal que existe por detrás un trabajo técnico de concentración que requiere mucha preparación y gran dinamismo.
El espectáculo provoca asombro y trabaja con las emociones porque resalta la belleza compositiva de las plásticas y armónicas imágenes. El humor trasvasa cada historia, como así también la ingenuidad y frescura de los protagonistas y sus diversos infortunios o felices sucesos.
La parodia como género es un recurso muy bien empleado, sobre todo en el cuadro “El caballo” en el que se toma al western para abarcar la heroicidad del vaquero que rescata a su dama cual acto dulcineasco, típico también de las novelas de caballería españolas.
Hay mucho de Quijotesco en el armado de las escenas. ¿Acaso no son los faroles una especie de molinos de viento con los cuales juega y baila el protagonista?
El mito de las sirenas es trabajado desde el sueño y contemplamos la belleza del mar en una pequeña habitación a través de la fantástica ensoñación de un taxista que abre una canilla que inunda su cuarto por donde luego desaparece “el pescado”. Me recordó a una novela de Boris Vian, “La espuma de los días”, por el universo absurdo y extraño de un personaje llamado Colin.
El fascinante mundo del Teatro Negro realizado por siete artistas checos en escena finalmente logra su cometido: no estamos completamente seguros de haberlo visto o haberlo soñado. Realmente mágico.
– Fotos del espectáculo tomadas por Salta 21
– Nota relacionada:
Metáfora dramática y mímica con el Teatro Negro de Jiří Srnec
http://www.salta21.com/Metafora-dramatica-y-mimica-con-el.html