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martes, abril 23, 2024

Buena producción de la sinfónica

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El maestro Lhez, aún con el riesgo de ser repetitivo tiene una gestualidad elegante pero no carente de firmeza. Conduce, en esta obra sin batuta, pero también transmite al oyente y esto hace aún más comprensible los pentagramas mozartianos.

Teatro Provincial de Salta. Jueves 5 de junio de 2008. Orquesta Sinfónica de Salta. Director Maestro Jorge Lhez. Solista en clarinete Juan Eugenio Tiburcio. W.A.Mozart: Sinfonía nº 38 en Re mayor K. 505 “Praga”. C.M.von Weber: Concierto para clarinete y orquesta nº 1 en fa menor op. 73. E. Elgar: Variaciones Enigma.

Recuerdo aún lo beneficioso que fue el ciclo denominado “Los Solistas de la Orquesta” que el anterior director titular había puesto a consideración del numeroso público que sigue al conjunto salteño. Se trataba de la presentación en concierto de los respectivos jefes de fila de cada una de las secciones de la agrupación, ciclo que tuvo no sólo éxito sino que constituía el homenaje para quienes se habían ganado el sitial de conductor de cada una de los grupos de instrumentos. En este caso, la obra con solista estuvo destinada al lucimiento de unos de los mejores músicos con que cuenta la sinfónica local: el joven clarinetista cordobés Juan Eugenio Tiburcio no sólo dotado de una envidiable formación sino también de un talento musical más que interesante.

Este concierto de Weber, el primero de los dos escritos por él, ambos destinados a Heinrich Bärman, notable clarinetista de la época, muestra no solo su afición por la música popular alemana de donde toma distintos temas, sino la idea de brindar al solista la oportunidad de lucir su extremada técnica de ejecución. Se lució Tiburcio. Sus escalas, su fraseo casi irreprochable, su permanente roce con el virtuosismo, hicieron de la página una atractiva audición complementada por la musical contribución del maestro Lehz al frente de unos cuarenta músicos de la orquesta.

Antes de Weber escuché Mozart. Fue un Mozart delicioso. Orquesta reducida en lo que tal vez se parezca a lo que fue en época de su composición pero su sonoridad es excelente. El maestro Lhez, aún con el riesgo de ser repetitivo tiene un gestualidad elegante pero no carente de firmeza. Conduce, en esta obra sin batuta, pero también transmite al oyente y esto hace aún más comprensible los pentagramas mozartianos. La mayoria sabe que Mozart en general, no describía nada. Simplemente recurría a la belleza del sonido y a la combinación adecuada de los timbres orquestales. Sus sinfonías, sin ser las catedrales sonoras que vinieron después, tienen la típica galanura de la Viena de la gran cultura y Lhez, al modo de los mejores clásicos la entregó con finura y de acuerdo a las ideas de hoy.

Sir Edward Elgar fue un compositor inglés de fines del siglo XIX y de los primeros treinta años del siglo XX. Comenzó a escribir música alrededor de los veinte años, pero eran composiciones menores hasta que recién a los cuarenta y dos, produjo su primera obra de verdadera importancia. Justamente las Variaciones Enigma que no son otra cosa que la descripción, dramática, jocosa, dulce, impactante, de estructura por momentos liviana o por momentos sinfónicamente sólida de personas o situaciones de la vida diaria. Solía decir “la música es parte de la naturaleza, está en todos lados, solo hay que tomar de ella lo que se necesita”.

Y es lo que hizo con esta página que le da el reconocimiento de sus compatriotas. En esas Variaciones Enigmas se destaca su carácter programático en tanto responde a lo que el compositor quiere contar musicalmente. Hay amigos, está su esposa, él mismo, hay acontecimientos de hechos verdaderamente ocurridos pero que en conjunto no explican, tampoco el compositor dice nada, con lo cual todo queda al servicio de la imaginación de cada uno, del porque se llama “Enigma” y en todo caso dónde está ese enigma. La versión fue inobjetable. El carácter sardónico de algunas de sus catorce variaciones fue debidamente explotado por el maestro Jorge Lhez que se preocupó por mostrar todo el poderío musical de la obra y de su orquesta donde entre varios momentos brillantes es preciso destacar esos ataques de las trompas en pianísimo hechos a la perfección.

Finalmente el próximo viernes 13 conducirá la orquesta en calidad de director invitado la que tal vez sea la mejor batuta de nuestro país: la del maestro Pedro Ignacio Calderón que por esa cosas de los funcionarios, Salta tuvo que esperar ocho años para verlo en acción con nuestra orquesta.

También sugiero dos preguntas. Primera: ¿dónde estará el director titular? Y segunda: dicen que los palcos no se venden pues son para invitados. Evidentemente o invitan a pocos o los que son invitados simplemente no van. Es una pena verlos vacíos.

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