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jueves, diciembre 26, 2024

Carbono Azul océanos sanos: una nueva clave para combatir el cambio climático

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Los océanos y las áreas costeras cuentan con una excepcional capacidad para almacenar carbono, sin embargo las soluciones naturales que ofrece el mundo marino para hacer frente al cambio climático rara vez son contempladas en las políticas nacionales e internacionales.

El primer marco político que describe las actividades necesarias para incluir áreas marinas costeras, como los manglares, las marismas de marea y las praderas marinas, en el Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) figura en el informe presentado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y Conservation International (CI), dos de los principales miembros de la iniciativa Carbono Azul.

En el informe, “Marco político relativo al carbono azul”, se hace un llamamiento a la comunidad internacional en el marco de las conversaciones sobre cambio climático de las Naciones Unidas celebradas en Durban con el fin de que se tenga en cuenta la conservación de las áreas costeras en las políticas relativas al cambio climático y en la negociación de los procesos de financiación.

El estudio también pone de manifiesto la necesidad de que el Convenio sobre Diversidad Biológica, la Convención Ramsar sobre Humedades y el mercado voluntario de carbono tengan en cuentan los ecosistemas marinos costeros. “Los océanos y la biodiversidad marina son fundamentales a la hora de regular el clima mundial” afirma Carl Gustaf Lundin, Director del Programa Global Marino y Polar de la UICN.

Los océanos absorben el 93,4 % del calentamiento producido por el cambio climático, así como un tercio del dióxido de carbono inducido por el hombre

Ecosistemas marinos

Aunque los ecosistemas costeros sólo cubren entre el uno y el dos por ciento del territorio mundial ocupado por bosques, una mejora en su gestión puede contribuir a reducir las emisiones derivadas de la degradación de los bosques tropicales.

Un kilómetro cuadrado de un ecosistema costero puede almacenar hasta cinco veces más carbono que la misma superficie ocupada por bosques tropicales maduros. Con todo, actualmente la velocidad a la que se destruyen estas áreas es entre tres y cuatro veces superior que en el caso de los bosques, con lo cual se liberan importantes cantidades de dióxido de carbono en la atmosfera y los océanos y ello, en consecuencia, contribuye al cambio climático.

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El mar y las áreas costeras una oportunidad más para proteger nuestro planeta / foto LF

La vegetación de los mares representa sólo un 0.05% de la biomasa vegetal en tierra, pero almacenan anualmente una cantidad comparable de carbono, lo cual demuestra su intensidad y eficacia.
Lamentablemente, por el momento la humanidad no sólo no está cuidando los ecosistemas marinos, sino que los están dañando en forma acelerada. Desde la década del ’40 se perdieron más del 30% de los manglares, cerca del 25% de las marismas saladas y más del 30% de las praderas de hierbas marinas. Actualmente se pierde de 2 a 7% de estos ‘depósitos’ de carbono anualmente y si no se toman medidas, se podría perder la mayoría de ellos en dos décadas.
El carbono capturado y almacenado en tierra puede permanecer ‘encerrado’ por décadas o siglos, el almacenado en océanos perdura por milenios.

Opiniones

La Dra. Emily Pidgeon, Directora de Cambio Climático Marino de Conservación Internacional explica que “La elaboración de este plan tiene por objeto ayudar a detallar los procedimientos clave siguientes a adoptar por lo que se refiere a la completa integración del carbono azul en las iniciativas existentes.”

“Ahora contamos con pruebas suficientes que justifican que la conservación de manglares, marismas de marea, praderas marinas y otros hábitats donde se captura carbono azul constituye una herramienta extremadamente valiosa en nuestra lucha contra el cambio climático,” afirma Pierre-Yves Cousteau, Embajador de Buena Voluntad de la UICN y fundador de Cousteau Divers.

Las distintas áreas costeras ayudan a adaptarnos al cambio climático, protegen a las comunidades locales frente a tormentas y regulan la calidad de las aguas costeras.

Los científicos enfatizaron que la mejor gestión de los ecosistemas costeros marinos no tiene como finalidad convertirse en un obstáculo evidente para el desarrollo económico de las naciones o la producción de alimentos, sino en una estrategia específica que dé prioridad a la conservación de zonas costeras de alta concentración de carbono, específicas y únicas, que actúen como esponjas globales para el CO2 global. Ellos recomiendan que las naciones y gestores reconozcan mejor los servicios vitales que estos humedales proporcionan a la humanidad, y den prioridad a su protección.

Conclusión

La protección y restauración de zonas costeras, mediante la gestión integrada coordinada, también representaría significativos y múltiples beneficios para la salud, productividad laboral y seguridad alimentaria de las comunidades en estas áreas.

La comunidad política debe respetar la tesis del carbono azul ya que esta posee una sólida base científica y debe considerarla como una valiosa herramienta dentro del conjunto de esfuerzos mundiales que se está llevando a cabo para hacer frente y adaptarnos a las repercusiones del cambio climático.

– Fuente UICN / AAPN

– El autor es Presidente / Asociación Amigos de los Parques Nacionales – AAPN – Experto Comisión Mundial de Áreas Protegidas – WCPA – de la UICN – Red Latinoamericana de Áreas Protegidas – RELAP –

1 COMENTARIO

  1. Carbono Azul océanos sanos: una nueva clave para combatir el cambio climático
    Es muy cierto lo que dice el Sr. Ovando, un buén manejo de los sistemas costeros contribuiría a reducir los efectos de la acumulación de dióxido de carbono, el principal, pero no el único, de los gases de invernadero y de ése modo, amortiguar los efectos del cambio climático. En realidad, sólo contribuiría a atrasar los efectos del cambio climatico, no a detenerlos, es bueno saberlo.

    Infelizmente, los oceanos tambien constituyen el principal depositorio de todos los contaminantes que las actividades económicas producen. Efectivamente, debido a la conexión íntima que existe entre atmósfera y oceanos, las precipitaciones, hacen que, aun los contaminantes atmosféricos, acaben formando parte de la composición química del oceano mundial. Lo mismo ocurre con los contaminantes acarreados por ríos.

    Esos aportes antropogénicos a la extinción o rápida disminución de la riqueza biológica marina, limitará drásticamente la capacidad de las zonas costeras a hacer lo que el Sr.Ovando propone. Pero, eso no es todo, es necesario adicionar otras dos fuentes de destrucción marina, cuyo impacto será peor aún que las anteriores: los derrames de petroléo crudo y derivados provenientes de las plataformas de explotación fuera de costa (off shore) y los vertidos de material radiactivo provenientes de las centrales nucleares, las del Japón las más conocidas, pero, de modo alguno, las unicas.

    Como las fuentes terrestres de petroleo están disminuyendo, se localizan en regiones políticamente muy volátiles y de cada vez más difícil control (y como Dios en su infinita misericordia siempre favorece a los malos) el petroleo de origen marino es la última de las bendiciones que el neoliberalismo ha recibido . En consecuencia, se prenderán de ella y la aprovecharán al máximo. Es decir, hasta que no dejen ni un metro cuadrado de oceano sin contaminar y destruír.

    La contaminación radiactiva merece una atención especial. Hace unas semanas, el gobierno del Japón comunicó que se siguen vertiendo aguas radioactivas provenientes de sus reactores en lo que ellos, picaramente, llaman «El Mar del Japón» . Sin embargo, añaden los tipos, los niveles de radiactividad medidos «son inócuos».

    Yo pensaba que los mentirosos estaban concentrados por estos lares, pero, ahora veo que no es así. El gobierno del Japón también miente, y lo hace por partida doble. Miente cuando dice que se puede vertir sin riesgo alguno residuos radiactivos cuando sus niveles «son inócuos» y miente otra vez cuando dice que, cómo los vierte al Mar del Japón; es decir, a «su» mar, nosotros no debemos preocuparnos.

    En primer lugar, ya en 1963, Le Van y otros demostrarón que no existe «Nivel de Radiactividad Inócuo». O sea, la radiactividad es dañina a todo nivel. O, con más tecnicismos, la radiactividad no tiene lo que los toxicólogos llaman el «Nivel Umbral». Pero, no solo éso, paradójicamente la radioactividad, puede ser más dañina a niveles bajos que a altos.

    En cuanto a lo otro, al cuento del «Mar del Japón»; no existe el Mar del Japón, ésa es solo una etiqueta inventada por los geógrafos para denominar la parte del Oceano Mundial que baña las costas del Japón. Lo único que existe realmente, es el Oceano Mundial y ese no es del Japón, es de todos y es a ése oceano al cual están liquidando.

    En realidad en relación a la energía nuclear, la gran mentira es que ésta constituye una fuente inagotable y barata de, valga la redundancia, «energía». En la práctica, cuando se hacen bién las cuentas energéticas, los reactores ni producen tanta energía como se piensa, ni ésta es tan barata.

    Mas de ambos temas en otra ocasión, ahora solo quiero añair algunas cosas. Una, el dioxido de carbono no es el único gás de invernadero, otro es el metano, que es mucho mas efectivo y que, de avanzar el derretimiento de los hielos Articos, cosa segura, saldrá en cantidades masivas. Dos, al mismo tiempo que el incremento de la temperatura se esta produciendo una «toxificación » masiva del medio ambiente. Todos estos factores, a nivel global, producen efectos que no son aditivos, sino multiplicativos. Como consecuencia en 30 o 40 años, no más, se producirá un «Quiebre Ambiental» de magnitud bíblica. Nadie escapará a él.Tampoco la Sra. Kirshner, ni Urtubey, claro.

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