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sábado, noviembre 23, 2024

Cibrián- Mahler nos trajeron su fantasma

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El jueves 22 y viernes 23 de mayo en el Teatro del Huerto, los representantes de la comedia argentina trajeron su musical “El Fantasma de Canterville”. Estrenado bajo este título, se generó una polémica y decidieron denominar su espectáculo como «El fantasma de Cibrián-Mahler», contra viento y marea.

Cuando una joven rubia logre hacer brotar

una oración de los labios del pecador,

cuando el almendro estéril dé fruto

y una niña deje correr su llanto,

entonces, toda la casa recobrará la tranquilidad

y volverá la paz a Canterville.

Un poco de historia sobre este musical

Tras el estreno de la obra- 17 de enero de 2008- en el teatro Lola Membrives donde se taparon las marquesinas con papeles de diario, Pepe Cibrián y Ángel Mahler apelaron a la justicia por intermedio de Argentores. El título de la obra El fantasma de Canterville escrita por Oscar Wilde en 1887 tuvo diferentes versiones teatrales y cinematográficas y ante la presentación por Cibrián-Mahler, se suscitó un escándalo.

Pese a todo Ángel y Pepe continuaron con la obra, aunque esa noche no pudieron entregar los programas de mano al público. Luego -el día 6 de febrero de 2008- presentaron esta versión nuevamente pero la denominaron El Fantasma de Cibrián- Mahler , por cuestiones de derechos de autor. Con esto considero que la obra tomó otro giro en su sentido: ellos se quedan con sus propios fantasmas y Canterville es una excusa para hablar de una tradición del género musical que le es propia. Así como el fantasma, en la obra de Wilde, representa la tradición inglesa y recupera la leyenda de Sir Simon de Canterville, del mismo modo Cibrián- Mahler, recuperan la tradición del género musical y su propia leyenda.

Esta es una lectura particular, pero quizá tenga mucho sentido teniendo en cuenta que esta obra desafió no sólo los derechos de autor sino la consagración de los autores y directores.

Durante el 2003, se presentó – con estreno en El Globo- una primera versión de El fantasma de Canterville , protagonizada por Damián Iglesias. Con el festejo de los 25 años de la unión creativa, deciden reponer la obra en el Lola pero con la versión 2008 y nuevo elenco. Invitados: Juan Rodó, Paola Krum, Cecilia Milone, Marcelo Trepat, Georgina Barbarosa, Claudia Lapacó, Ana Acosta, Sandra Mihanovich, Marcelo Iripino, Nicolás Sacarpino, Damián De Santo, Daniela Fernández, Ana Acosta, Karina K, Alejandro Radano, Elena Roger, Omar Calicchio, Graciela Pal Y Ana María Cores, entre muchos otros, Cecilia Bolocco, que ese día llega a Buenos Aaires.

Pepe Cibrián usó el camarín de su madre, Ana María Campoy, y se sintió feliz por este regreso con la imronta de Wilde, los recuerdos de la infancia y el placer de hacer nuevamente esta historia. Es totalmente consciente de que fue él quien sostuvo por años al género y se siente un representante de la comedia musical argentina.

La nueva superproducción -al mejor estilo Broadway pero con sello argentino y marca consagrada tras Drácula, el musical – estrenada y presentada en Buenos Aires, contó con cuarenta y tres artistas en escena y dieciocho músicos en vivo.

La mísitica espectral

Este elenco numeroso y esta superproducción artística, no llegó a Salta. Estuvieron en la obra 17 artistas- según el programa de mano-además de la presencia escénica de Pepe Cibrián Campoy en el papel de El Marqués.

El recorte de artistas y otros cambios escenográficos le jugaron en contra en varios sentidos tal vez, aunque esta podría ser la esencia de la obra “original” (para dar cuenta de ello tendría que verla en Buenos Aires con el elenco completo).

La obra que presentaron en Salta, tiene desniveles varios así como diversos logros.

jpg_fantasma_de_cibrian_mahler.jpgLos logros, a mi criterio, son los segmentos de aparición de los fantasmas y su vestuario. No así la encarnación del fantasma de Canterville (Federico Picone) que parecía más un mago. Si bien aparece en escena un fantasma casi derrotado por el ministro norteamericano Otis (Nicholás en la versión argentina), conserva un aspecto decadente y nostálgico lejos del tinte romántico que pretendieron darle. Pierde los aires de misterio y la actitud vengadora. En cambio se convierte en un fantasma triste. Pero su caracterización no cumple con las expectativas de un legendario fantasma. Le faltó acento en lo paródico- idea wildeana- para reforzar una actitud actoral- marcación y trabajo del director.

Su edén parecía más bien la oferta a un mundo apagado y sin magia-salvo por algunos hechizos- al que ninguna mujer estaría dispuesta a entregarse, salvo que quisiera aburrirse el resto de sus días.

Aunque Picone innegablemente, canta hermoso. Tiene una voz especial, melódica y fuerte.

El mundo espectral es visto idílicamente; se trata de un rescate de lo sobrenatural a partir de la existencia de un mundo desconocido y posible: el lugar donde viven los cuentos. Y esto es lo que conmueve de esta realización.

El criterio efectista de la puesta, logra salvar los vacíos de representación y la composición reiterada de los movimientos.

El vestuario de los fantasmas es un acierto y conserva una visión estética y armoniosa clara, que evidencia la acertada elección de una poética de la obra. Poética que se corta con la intervención de los Otis y su familia y también de Malica, Desmond, ex amante del prometido de Virginia y jefa de la mafia, a quien le reclama que le devuelva la fortuna que él le debe.

¿Por qué? Más que trabajar la parodia aparece el grotesco y se fisura la estética anteriormente nombrada. Es decir, la idea totalizadora que se une en un concepto de espectáculo se divide en dos poéticas diferentes (uso el término poética para diferenciarlo de estética, aquí planteado como “belleza en tono simétrico que aporta equilibrio dinámico). Es más. La aparición de la “banda” de Malica (Mara Cancelo) refuerza el planteo opositivo de los colores, el negro frente al blanco. El negro en clave de “lo malo” para los mafiosos y el blanco en clave de “lo etéreo” y moralmente opuesto- según el planteo del director- que también es diferente en Wilde, donde la visón del fantasma posee un tono más agresivo en relación al fantasma de Cibrián- Mahler.

Virginia (Giselle Dufour) sufre una performance al enamorarse del fantasma, una mujer virginal – juega, compositivamente, en forma acertada tanto en el planteo del director como en la interpretación. Cumple su misión y el rol asignado. No se cuestiona la elección amorosa: la obra permite que pueda concebirse el enamoramiento y la concreción del amor.

La música es bellísima. Al estilo Mahler, con ritmos que varían, presagian, refuerzan y sustancian el argumento, mueve dramatúrgica y sensitivamente.

Un hallazgo de Cibrián Campoy es el final espectacular de la obra. Un cierre pomposo, vistoso, potente. Una imagen cerrada, ajustada, poética.

Más de dos horas de obra, necesitaban una síntesis o un ritmo más corto. Con la agilización del ritmo, no en la participación (coreografías y canto) de la familia Otis sino en la elaboración de imágenes fantasmales, crecería mucho más.

La mancha- eliminada con aerosol- es un recurso que pierde intensidad dramática. Es una clave para jugar la parodia y un punto de anclaje. Aquí sí es necesario un criterio efectista que remarque la sangre versus el limpiador que usan lo Otis para desmitificar al fantasma.

Hacia el cierre y mejor ajustada, aparece la figura de Petunia Otis (Lorena García Pacheco) con mucha fuerza actoral; antes, suspendida en clave de grotesco. Esta vez, armoniza con la poética otra en la que lo bello también puede estar en lo frívolo e interesado de un personaje.

Los hermanos, Globy (Nahuel Picone) y Flopy (Ezequiel Salman), podrían ser personajes circenses que disparen hacia lo cómico trágico pero con el grotesco, caen en el torbellino de los Otis y se asocian a Malica, desde un punto de vista plano.

El mayordomo y el ama de llaves cantan precioso junto al marqués y recuperan- en conjunto- la “vieja” nostalgia del castillo fantasmal.

El encuentro entre Virginia y el fantasma de Canterville está muy bien jpg_fantasma_de_canterville.jpgelaborado. Quizá, hubiese sido necesario que aparezca cierta malicia en el fantasma, como dar joyas a Virginia, para tapar la faz lírica que le dio Cibrián-Mahler a su personaje.

El lirismo hay que encontrarlo en la música, que se da sin dudas. Y la crueldad y lo contradictorio son buenos espacios para lo lírico también. Este aspecto se potencia en las imágenes, por eso hacía falta una dosis de maldad en el fantasma y no sólo en los americanos.

También, en la obra surge un planteo ideológico en la caracterización de los americanos. Se opone lo anglicano a lo sajón, la fineza a lo vulgar, lo americano a lo europeo. Y las cuotas malas y las facturas, el imperialismo y el arribismo, pesan sobre los americanos y con ello, en los Otis. Lo fino, lo lírico, el gusto, lo estético, se vuelcan hacia lo europeo. Puede que el tono paródico haya sido buscado en lo satírico, en lo ideológico como planteo subtextual.

Nicholas Otis (Juan Carlos Ferraris), acentúa su interpretación del lado del humor (comediante); un Matías Alé (por su fisonomía) a lo Martín Palermo (por su color de pelo), que por simpático, termina siendo querible.

El más lírico fue Cibrián en su actuación. Compone un hombre maduro, de una seducción romántica, un Robert Redford marquesino, un Bruno Díaz pobre, con aires de solitario incurable. Cibrián retoma la idea simbólica del edén al que conducen a Virginia. Simboliza el edén porque nos quedamos con la imagen suya respaldano el ingreso de Virginia al mundo del fantasma.

Bienvenidos a nuestro edén es, significativamente, bienvenidos a los cuentos fantásticos.

El público aplaudió a rabiar, coreó varios “bravo” para Pepe Cibrián, aplaudieron su trayectoria y su apuesta; valoraron la entrega de los artistas, la música, el talento de 25 años, la obra toda. El aplauso fue un elogio a este cuento musical.

Dato: Ottelo se propone como nueva superproducción para el 2009 con la marca Cibrián- Mahler.

El argumento (Red Teatral)

Había una vez un castillo… el de Canterville, habitado por un marqués, sus sirvientes y… sus fantasmas.

Con gran pesar, el Marqués de Canterville se ve obligado a vender el castillo al trillonario americano Nicholas Otis Otison y su bulliciosa familia.

jpg_fantasma_de_cibrian_mahler_2.jpgArrepentido, ante tan escandalosa invasión, el marqués intenta recuperar su propiedad, pero el poder del dinero se impone y nada hará volver atrás la operación. Es el momento de actuar… asegura el Fantasma de Canterville presentándose ante Olga y Alexis, la gobernante y el mayordomo. Acompañado por los otros fantasmas se dispone a asustar a los nuevos inquilinos para obligarlos a abandonar la propiedad. Pero son ellos quienes terminan horrorizados ante la incrédula familia a la que nada espanta.

Desencantados, se cuestionan su propia identidad, siendo el fantasma quien rememora viejos tiempos donde la gente creía en ellos y revelando su desilusión al no poder encontrar a la Doncella que le brinde las lágrimas que le permitan descansar, como indica una antigua profecía.

Ya totalmente instalado en el castillo, el matrimonio Otis decide que es hora de educar a Virginia, su bella hija. Para eso contratan a Desmond, persona inescrupulosa que planea conquistar a la joven y casarse con ella para acceder a la fortuna familiar.

Ella, al principio deslumbrada por el ambicioso hombre, termina conociendo al Fantasma, de quien queda prendada. También el espectro se conmueve ante Virginia intuyendo que es la Doncella esperada. Juntos viajan al mundo de la irrealidad donde los fantasmas le abren un universo de maravillas y encantamientos viendo en ella a la Doncella que habrá de darles la paz profetizada.

Pero también saben que para que el conjuro se cumpla, la joven tiene que regresar a su mundo y allí decidir sobre su futuro. La familia, que ha estado buscándola, la recibe con alborozo y la determinación de casarla con Desmond.

Virginia, descorazonada, indecisa y confundida, es preparada para la inminente boda. Llegado el momento de dar ese paso trascendental, la muchacha interrumpe la ceremonia y huye en busca del Fantasma. El encuentro implica la aceptación a convertirse también ella en un fantasma.

Un año después, ante la certeza de la desaparición de Virginia, su madre -enfrentada a la opinión de los demás- decide regresar a América y devolver al Marqués el Castillo de Canterville. Hecho que al concretarse, conduce a la liberación definitiva de los fantasmas y al final del cuento más maravilloso jamás escrito sobre el tema.

2 COMENTARIOS

  1. Cibrián- Mahler nos trajeron su fantasma
    Muchas gracias por la critica, como artistas nos ayuda a crecer y a seguir adelante en nuestras carreras, aprender de nuestros errores y aciertos.
    Disfrute mucho leerla.

    Lorena Garcia Parcheco (Petunia Otis)

  2. Cibrián- Mahler nos trajeron su fantasma
    Hola colega querida! Creo que no se te escapó nada. Tal vez poner énfasis sobre la falta de expresión cuado Virginia llora por el fantasma y logra libreralo de su prisión en el castillo. Desde mi punto de vista, fue una linda comedia musical, parcida a la obra de Oscar Wilde «The Canterville Ghost».
    Disfruté muchísimo la lectura de tu crítica, tal vez más que la obra…
    Gracias
    Gustavo Z.

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