A través de distintas tecnologías de vanguardia buscan modificar sus industrias y traspasar las fronteras de lo establecido. Son cinco argentinos que apuestan a la ciencia y tecnología más disruptivas para impactar en la vida de millones las personas
Son proyectos de base científico-tecnológica que se ubican en la frontera donde lo conocido cede ante lo nuevo. De campos tan diversos como la fabricación de baterías ultradelgadas hasta técnicas de nueva generación para secuenciamiento de genoma, desde un sistema de justicia para un mundo globalizado, o el desarrollo de un tratamiento para una enfermedad de alta incidencia en nuestro país, hasta la idea de que cada ciudadano pueda vender y comprar energía eléctrica cuando así lo desee. Distintos, pero con una búsqueda común que los impulsa: correr los límites de lo posible, desafiar lo establecido y ensanchar los bordes de las industrias en las que trabajan para impactar a través de sus investigaciones y proyectos en la calidad de vida de millones de personas. Para este especial de Diseño e Innovación, la nacion revista habló con cinco argentinos que trabajan con las tecnologías del futuro. Estos son ellos y sus proyectos:
Democratizar el acceso a la energía
David Trejo Pizzo (26)
Fundador de Nydro
Fuente: LA NACION – Crédito: Ignacio Coló
Hasta el año pasado, para conectarse a Internet en su pueblo, Pico Truncado, en el norte de la provincia de Santa Cruz, David lo hacía a través de dial up. Como si fuese una revancha a esa falta de conectividad, pero por el mérito de su trabajo, su proyecto Nydro, una plataforma online para comercializar energía eléctrica, acaba de resultar ganador de la sexta edición de Impactec, un concurso del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que premia a las startups con base tecnológica e impacto social más innovadoras. El premio: avanzar con su trabajo en Singularity University en el predio de la NASA en Silicon Valley, donde se encuentra trabajando hasta mayo.
Debajo de un jopo alto de pelo desordenado David Trejo Pizzo (26) tiene hoy de todo en su cabeza: que en cinco años el consumo eléctrico se duplicará, que la comercialización y almacenamiento de energía no debería ser centralizada, a los miles de millones dispositivos nuevos que se conectarán a la red y cómo hacer que cada avance de la tecnología sea equitativo e inclusivo. Estudió Ingeniería en Electrónica en la Universidad de Palermo y luego hizo una Maestría en Energía en Alemania. Por su cuenta, además, se anotó en decenas de cursos online sobre Inteligencia Artificial. Su otro interés está ligado con la democratización de oportunidades y conocer las tecnologías que pueden hacerla posible. Por eso, cuando hace años comenzó a estudiar sobre el funcionamiento de bases de datos distribuidas o blockchain, sus pasiones convergieron en una idea.
Nydro busca ser un mercado para comercializar energía eléctrica. «Que vos puedas vender la que generás o comprar en caso de que lo necesites. Es como un Airbnb de energía que tiene una base de plataforma blockchain, es decir, un sistema distribuido y descentralizado y que se apoya en la inteligencia artificial para hacer un uso más eficiente de la disponibilidad de la red», describe. Su propuesta permitirá que los nuevos nodos de red se utilicen como generadores pero también como almacenamiento, ya que cuando se conectan agregan carga a la red y permiten evitar la sobre demanda de la red eléctrica existente.
«Nuestro diferencial con respecto de otras soluciones que comienzan a asomar en el mundo, es que con Nydro se puede comercializar la energía eléctrica y también la capacidad de almacenamiento. Esto último es clave para asegurar el continuo flujo de electricidad en la red.» Al recompensar la eficiencia y la flexibilidad, el sistema tiene el potencial de activar el valor para los clientes y crear nuevas formas de administrar e invertir en la red descentralizada del futuro, lo cual es beneficioso en las economías desarrolladas y puede ser transformador en las recientemente electrizantes», describe el santacruceño, que cuenta con tres socios especializados en impacto ambiental, estudios sociales e ingeniería para completar el equipo.
«La era de las redes centralizadas llegó a su fin. Gracias al avance de la inteligencia artificial y el blockchain, la complejidad de las redes descentralizadas se redujo y la economía colaborativa llegó para quedarse.» Fue la tercera vez que se presentó en Impactec y el jurado resaltó su resiliencia y perseverancia. Sobre su gen emprendedor David recuerda una anécdota: «Cuando mi abuelo murió, mi abuela siguió trabajando junto con su hermana en su despensa que habían llamado El Adriático, en Santa Cruz. Ellas vinieron escapando de la guerra en Yugoslavia. Pasé toda mi infancia ahí y fue muy importante verlas trabajar. Desde chico fue natural verlas como empresarias con sus pequeños negocios. Eran emprendedoras, pero en esa época no conocíamos esa palabra».
Un tratamiento contra el Síndrome Urémico Hemolítico
Vanesa Zylberman (44)
Directora técnica de Inmunova
Fuente: LA NACION – Crédito: Ignacio Coló
La Argentina tiene la tasa más alta del mundo del Síndrome Urémico Hemolítico (SUH), enfermedad relacionada con la ingesta de alimentos contaminados. El SUH es producido por la bacteria Escherichia coli que produce a la toxina Shiga. Cada año se diagnostican 5000 infecciones por esta toxina por la que 500 niños desarrollan el SUH, una enfermedad que puede dejar secuelas graves y hasta causar la muerte.
Vanesa Zylberman es investigadora adjunta del Conicet y es la directora técnica de Inmunova, el laboratorio que trabaja en el tratamiento contra esta enfermedad de incidencia global desde hace 12 años. Su doctorado es una especialización en ingeniería de proteínas con uso inmunológico: casi una descripción exacta del trabajo que realiza en el desarrollo de este tratamiento. A fines de 2017, Inmunova resultó el ganador del primer premio del certamen Samsung Innova, un concurso de la compañía para fomentar la innovación con la concepción de que la tecnología es una herramienta fundamental para co-crear el futuro, que acompaña a los ganadores con mentoreo, difusión y apoyo económico.
El producto desarrollado es un antisuero, similar a los tratamientos que se utilizan contra las picaduras de serpientes y alacranes. Esta nueva antitoxina o medicamento actúa neutralizando la toxina Shiga. Hasta ahora, los investigadores en distintas partes del mundo buscaron desarrollar anticuerpos contra esta toxina, pero no se logró porque es altamente inestable. Este nuevo medicamento, ideado por científicos argentinos, estabiliza la toxina mediante el diseño de nuevas estructuras combinando dos proteínas diferentes. Esto permite generar sueros de alta potencia con capacidad de reconocer diferentes variantes de la toxina. El SUH es el causante del 20% de los trasplantes de riñón en niños y adolescentes.
Vanesa Zylberman, como una de sus creadoras del tratamiento, explica su trabajo de laboratorio: «Es una molécula a la que se le van pegando distintos componentes que nos van a permitir hacer un suero contra el SUH. Diseñamos y producimos con biotecnología de fusión genética una multiproteína para lograr una respuesta inmunológica y un antisuero contra la toxina Shiga, que está presente y se hace evidente en los primeros indicios de la enfermedad y es la causante de los síntomas. El tratamiento busca bloquear esta toxina evitando así el desarrollo del SUH». Esta misma proteína podría ser a futuro una vacuna, pero hoy desde Inmunova trabajan para ofrecerla en forma de tratamiento en los próximos años.
A Vanesa el interés por la biología le llegó cuando era una niña. «Me daba mucha curiosidad todo y en la biología siempre se podía descubrir algo nuevo sobre cómo funcionaban las cosas. Era la única materia donde prestaba plena atención.» Hoy ve cerca la culminación de un desarrollo de 12 años de trabajo. «Me inspira hallar la cura para ciertas enfermedades, especialmente si afecta a niños. Estamos muy entusiasmados de poder contribuir para tener en breve un tratamiento; me ilusiona verlo circular en los hospitales aliviando a los niños.»
Baterías ultra delgadas para nuevas necesidades
Sergio Baron (49)
Fundador de Dynami
Fuente: LA NACION – Crédito: Ignacio Coló
El que sabía de electricidad en su casa era su abuelo. Tenía un taller donde arreglaba automóviles en el sur de la provincia de Buenos Aires. Y es ahí, en la ciudad de Médanos, donde Sergio jugaba con las baterías y donde marca el inicio de su vocación.
Sergio Baron (49) es el fundador de Dynami, una startup argentina que desarrolla soluciones de ingeniería en baterías de litio ultradelgadas. Su carrera transcurrió en la Universidad Nacional de La Plata, donde trabajó con micro y nanotecnologías. Al egresar ganó la Beca Fulbright con la que realizó su especialización en la Universidad de Maryland en el desarrollo de baterías de litio.
Hoy, la Argentina, Bolivia y Chile tienen el 85% del litio de todo el mundo en sus salares. «El litio es un comodity de bajo valor, pero estratégico. Gran parte del valor de la batería está en la tecnología, que es lo que nosotros hacemos», explica Baron. El litio es la tecnología dominante en las baterías de todo el mundo. Todos los celulares y laptops en el mercado tienen baterías de litio, también los autos eléctricos. «La innovación de Dynami reside en que son baterías de litio ultradelgadas preparadas para una nueva ola de dispositivos médicos y vestibles que tienen nuevas necesidades», cuenta el fundador de Dynamy, que fue una de las seis startups finalistas en el certamen de innovación Samsung Innova.
El concepto de Internet of Things (IoT), aplicado para dispositivos médicos y wearables (vestibles) que requieren nuevos formatos, menos volumen y comodidad para que las personas los lleven encima casi sin percibirlos. Las baterías convencionales de gran volumen y rígidas no caben físicamente en algunos de ellos. Por ejemplo, un parche para que un paciente pueda monitorear constantemente su glucosa o un termómetro que se pueda aplicar en un niño para seguir la evolución de su temperatura por algunas horas. Estas baterías ultradelgadas son tan finas como una hoja. Algunas firmas ya pronostican un mercado de 1250 millones de dólares en 2022 para las baterías ultradelgadas.
«Existe un mercado de IoT que es de miles de millones de unidades para los próximos cinco años. Muchos de estos dispositivos ya tienen la electrónica resuelta, pero les hace falta una batería ultradelgada que se adapte a nuevos formatos físicos más cómodos de llevar en el cuerpo», explica Sergio, que también es consultor para el BID en proyectos de financiamiento de emprendedores tecnológicos y energía renovable. Además de su pasión por la tecnología, se dedica a la música. «Toco el piano, teclados y canto, dice. Además, es un «muy decente cocinero.» En Dynami ya trabajan con prototipos funcionales y tienen un primer cliente que requiere una batería ultradelgada para su producto, que tendrá una fabricación de unas 150.000 unidades.
Nuevos diagnósticos genéticos para tratamientos tempranos
Martina Radice (23)
Analista de diagnóstico genético molecular de Laboratorio Genda
Fuente: LA NACION – Crédito: Ignacio Coló
En quinto año del secundario, cuando estaba lista para decidirse por Arquitectura o Economía, hizo una pasantía en la Academia Nacional de Medicina que torció su pasión hacia las ciencias biológicas. Luego, en los primeros años de su carrera leyó el libro Gente nueva, historias de vida marcadas por la genética, de la bióloga molecular Viviana Bernath, y la buscó porque le interesaba su trabajo. Ahora, cursando el sexto de los siete años de carrera y con sólo 23 años Martina ya sueña con algún doctorado que le permita seguir haciendo ciencia en la Argentina mientras trabaja con la más avanzada tecnología de diagnóstico genético en Genda, laboratorio fundado por Bernath.
Martina trabaja con paneles de genes para diagnóstico genético, un modo de diagnóstico que en el mundo tiene unos 10 años, pero que en la Argentina es muy incipiente y que como herramienta permitió reducir drásticamente costos y tiempos. Los paneles de genes permiten, mediante distintas técnicas como secuenciación de ADN de nueva generación y análisis bioinformático, saber si una persona tiene mutaciones, deleciones o duplicaciones en genes relacionados con una enfermedad en particular.
Por ejemplo, se sabe qué genes están asociados a una enfermedad como la epilepsia y es posible estudiarlos para confirmar el diagnóstico de un paciente sin necesidad de estudiar todos los genes. «Son una herramienta muy importante porque hacen posible que personas que antes tendrían que haber esperado años para tener un diagnóstico definitivo puedan tenerlo desde edades tempranas o apenas comienzan a tener síntomas», describe. Trabajar con y para las personas es lo que más le entusiasma a Martina: «Una de mis tareas es hablar con médicos y pacientes para, a partir de un diagnóstico presuntivo, decidir cuál es el estudio adecuado. No me interesa la imagen del científico lejos de la gente», dice esta fanática de los viajes y de la lectura. Para esta joven, si cada vez más personas tuvieran información sobre sus genes y asesoramiento médico, se podrían evitar algunas situaciones, por ejemplo, la muerte súbita. Alguien que sabe que tiene una variante genética asociada a una patología cardiológica, puede alterar ciertos aspectos de su estilo de vida para que impacten positivamente en su salud y regularizar la realización de estudios de control. «La herramienta existe, hay un panel de 30 genes asociados a Cardiología que permite que las personas sepan si tienen alguna variante defectuosa de alguno de los genes y puedan tomar medidas al respecto», explica.
El año pasado, en el marco de un Congreso Internacional de Mastología, presentaron un trabajo a partir de los resultados de los Paneles de Cáncer de Mama y Ovario. «Sabiendo que entre el 10 y el 15% de los cánceres de mama y ovario son de tipo hereditario, queríamos analizar los resultados que nosotros habíamos obtenido y observamos que el 21% de las pacientes de cáncer de mama y/u ovario estudiadas presentó al menos una variante de alto riesgo», cuenta. Si bien su formación es casi completamente científica, le gusta repensar la ciencia desde otros lugares, como desde la filosofía, y también le interesa relación entre ciencia, educación y política. «Por eso siempre me imagino, dentro de la ciencia, con un rol social», cierra.
Un sistema de justicia para un futuro descentralizado
Federico Ast (37)
Fundador de Kleros
Fuente: LA NACION – Crédito: Ignacio Coló
A Federico le encantaba escribir, leer y era un amante de la historia, pero, allá por los años 90, pensó que estudiar Economía era la mejor manera de «tener una salida laboral», y sin pensarlo mucho se anotó en la facultad. Mientras cursaba la licenciatura en Economía, y con su curiosidad que no encontraba techo, empezó a cursar, también, la carrera de Filosofía. Se licenció en ambas y en el año 2012, cuando los términos blockchain y bitcoin comenzaban a asomar en la red, Federico Ast (37) hizo un doctorado en Negocios que cursó en el IAE, que centró en democracias deliberativas y toma de decisiones. Fue el conector para su hervidero de ideas que tenían a las personas, la tecnología y la justicia como pilares.
«Empecé a pensar en una posibilidad de justicia distribuida. Pensé en la Antigua Grecia, en su concepto de justicia. No tenían abogados ni jueces, los ciudadanos comunes tenían el derecho de juzgar una situación. Nuestro sistema de justicia es del siglo XVIII y es para resolver problemas de ese tiempo, ya no responde a los problemas del mundo globalizado. Partimos de una idea de crowfunding (financiación de multitudes) hacia uno de crowdjury (justicia de multitudes). Hoy tenemos Internet y blockchain para hacerlo», explica Ast.
Kleros (que significa Oportunidad) es un sistema de arbitraje descentralizado que busca dar una solución rápida, segura y accesible de justicia para distintos tipos de disputas, en principio técnicas y comerciales. Por ejemplo: «Imaginá que soy un comerciante argentino que contrata a un diseñador en Guatemala para desarrollar un sitio web, pero éste no cumple. No voy a ir a contratar un abogado allí. Pero si, previamente al trabajo, ambos acordamos hacerlo con este arbitraje como garantía, Kleros da la solución para resolver las disputas de bajos montos», ejemplifica.
Para Ast esto es democratizar el acceso a la justicia, hacerla más cercana y accesible. «Blockchain le saca poder a agentes centralizados, a una institución o una empresa monopólica y lo pone en manos de los usuarios. Por ejemplo, imaginate un Facebook que no tenga un dueño, sino que los usuarios sean los dueños. Al final del día Kleros y cada propuesta que se monte en blockchain es una cooperativa con una tecnología y construcción que la hace muy confiable y global.»
La conformación del equipo de Kleros es un ejemplo del modelo que pregona: los socios viven en la Argentina, Portugal y Francia. Un gerente de Comunicación en Perú, dos desarrolladores en distintas ciudades de Estados Unidos, un jefe de Relaciones Públicas en Alemania, un jefe de Diseño en Eslovenia y un community manager en Serbia. «Es la nueva manera de construir compañías; si estás motivado con lo que querés alcanzar, las cosas funcionan».
Federico es de River y tiene muchos hobbies que trata de disfrutar mientras viaja entre las ciudades a donde Kleros lo lleva. Vive en Belgrano, pero los últimos dos meses estuvo en Francia, Corea, Singapur, Hong Kong y San Francisco. Además, dicta el primer curso sobre blockchain en español a través de la plataforma online Coursera, producido por IAE, que se puede cursar de manera gratuita.
Los detractores de estas bases de datos descentralizadas alegan ilegalidad. Varios líderes globales como Richard Branson, Al Gore o Bill Gates creen que es una las tecnologías de mayor potencial de transformación de los últimos años. Ast sabe que el uso y entendimiento del alcance de blockchain aún está en una etapa temprana y que habrá quienes quedarán en el camino como pasó con la burbuja de Internet en el 2000. «Al final y como pasa siempre, los que sobrevivan serán aquellos que la usan para resolver problemas reales -concluye-. En el futuro creo que blockchain va a resolver muchas de las disputas de la vida real.»
– Por Martina Rua
– La Nación