Si Yeny Delgado condujo hábilmente el ripieno instrumental acompañando a Santiago Clemenz, brindando una envolvente estructura sonora al solista, la labor directriz en Sibelius no fue menor.
Salta, jueves 23 de marzo de 2017. Teatro Provincial. Solista: Santiago Clemenz (flauta). Orquesta Sinfónica de Salta. Directora Maestra Yeny Delgado. Concierto para flauta y orquesta en Re mayor op. 283 de Carl Reinecke (1824-1910). Sinfonía nº 3 (*) en Do mayor op.52 de Jean Sibelius (1865-1957). Aforo 75%. (*) Estreno en Salta.
En alguna época de la vida de la orquesta local, el repertorio anual contenía obras para mostrar el nivel del integrante principal de alguna cuerda o sección del organismo. Se trata de un momento en que el oyente tiene la oportunidad de apreciar la condición de ese instrumentista y porqué es el ejecutante principal de su instrumento. Exactamente eso sucedió esta noche con la presentación de Santiago Clemenz, primera flauta de la Orquesta Sinfónica que no solo justificó el motivo por el cual ocupa ese lugar, sino que además lo hizo con brillantez.
Clemenz es un flautista que enorgullece al organismo sinfónico con su habilidad técnica al servicio del arte musical. Agil, no solo se aprecia su “status” en los momentos de enorme velocidad, sino que la ternura sonora que surge de su instrumento, sus escalas y arpegios, me recordó -oh casualidad- a uno de sus profesores, el legendario Emmanuel Pahud solista de la Filarmónica de Berlín. El concierto de Reinecke, que Salta conoció en el 2002, tiene exigente fraseo, profundo lirismo y clara inspiración en su caleidoscopio figurativo. Es uno de los últimos productos del romanticismo lo cual no inhibe su característica elegante en su condición casi brahmsiana, sobre todo cuando llega al rondó final cerrado por una coda brevísima. El vigoroso aplauso permitió al solista un bis y llegó “Syrinx” bellísima página de Claude Debussy.
Si Yeny Delgado condujo hábilmente el ripieno instrumental acompañando a Santiago Clemenz, brindando una envolvente estructura sonora al solista, la labor directriz en Sibelius no fue menor.
La 3ª sinfonía del compositor finlandés, escrita por encargo de una sociedad musical londinense, seguramente por el inusitado éxito de la 2ª, triunfo que aún perdura y que en rigor significó el final de una época compositiva post romántica del compositor, es una obra donde el músico regresa a un enfoque constructivo conocido como “neoclasicismo”. Es de lenguaje austero salvo momentos excepcionales y hasta repetitivos. Su sonoridad económica en el sentido de dejar de lado lo que para esos tiempos era algo usual, los monumentales edificios musicales aprovechando la existencia y el desarrollo de organismos orquestales de elevadísimo nivel: Berlín, Nueva York, Viena, Milán, etc. se aproxima a los resabios de texturas cromáticas menos densas, de coloridos mas apagados. Quizás allí se encuentra la razón de que se trata de una sinfonía bella, es cierto pero poco transitada.
Ya su oscuro inicio es casi un anticipo de las intenciones de Sibelius en el sentido de llegar a un material mas expansivo pero de a poco. En una interpretación mas literaria es como si el autor dijera “no me importa tanto el pasado pues voy en busca de un futuro mas feliz”. De todos modos su combinación tímbrica es mucho mas avanzada que la de los compositores vieneses del siglo precedente.
La batuta de la maestra consideró estos aspectos y al lado de esos largos pasajes tranquilos, “moderatos” como llama Sibelius a sus movimientos, Yeny Delgado puso una especial vitalidad en los tramos espectaculares. No es sencillo poner en el oyente una sinfonía que carece de sorpresas y que no llama al desborde auditivo pero la labor preparatoria de la maestra lo logra con su detallada y atrapante conducción.