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sábado, noviembre 23, 2024

Con Mariana Carrizo lloró la Copla

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Representante del arte milenario del noroeste argentino, entregada a la música desde los 8 años, la coplera vivió una cruel experiencia por parte de los organizadores de la Serenata a Cafayate en su 40º edición, cuando le dijeron que se baje o le cortaban el sonido. Un papelón dentro de un festival que se ha convertido en un negocio.

Reconocida como una figura del folclore nacional, Mariana representa la voz femenina con el canto andino. La pastora conoce muy bien las piedras del camino, pero no imaginó que a pocos km de su Angastaco natal sería maltratada como lo fue y tan poco valorada como artista y como mujer. Lloró y sus lágrimas se volvieron versos, coplas esas que ella misma dice que no hay que callar.

La bagualera de rima filosa la pasó mal en la Bodega ahora “desencantada”. Gracias al público pudo continuar en el escenario con su música, con esa hermosa forma de hacer arte. Los presentes reclamaron a gritos que volviera para continuar con su espectáculo luego que fuese bajada del escenario. Mariana Carrizo se sintió discriminada y el apoyo del público fue fundamental para recuperar sus ánimos.

No queda claro cuáles son los fines de la Serenata, pero sí resulta evidente que los valores de nuestra Cultura no son lo esencial, sino la venta y el comercio que resulte de la presentación de ciertos cantantes que participan del evento.

La coplera ahonda en temas referidos a la identidad y la femineidad, sus presentaciones ponen el acento en la hondura de sus sentimientos y está muy lejos del show y de lo estridente.

Con su caja y sus coplas va por el mundo, y eligió ser quien es desde muy temprana edad. A los 8 años de edad se subió por primera vez a un escenario en el Festival del Poncho, en Molino. Más tarde, a los 13, decidió recorrer distintas provincias para llevar su canto y su mensaje. “Libre y dueña” se ganó el lugar que tiene y desde su Consagración en Cosquín 2004, escaló rápidamente dentro de la escena folclórica nacional.

Por eso a Mariana, más que pedirle disculpas, hay que hacerle un reconocimiento. Esos desorganizadores no pueden estar al frente de un festival que representa la Cultura popular y folclórica de Salta, pero seguramente, detrás de su descuidada imagen de maltratadores de copleras, hay un interés mucho más grande en el dios dinero. Y eso es absolutamente inconcebible y repudiable. La Serenata va perdiendo poco a poco su esencia, y estos sujetos, colaboran bastante para su desprestigio.

Pero también hay que parar la pelota y pensar qué está pasando hoy en estos tipos de festivales donde lo cultural es secundario. Pensemos en lo que le pasó a Juan Falú en Cosquín este año, en la 54º edición, no lo dejaron terminar su espectáculo ni despedirse del público. Hubo denuncias por acomodo político de ciertos artistas y por maltrato de parte de la organización. Falú se enojó por lo sucedido y anunció que no volverá al lugar por haberse sentido «expulsado» y «censurado». Pero no fue el único artista que mostró su enojo, también otros consagrados, como Carlos «Peteco» Carabajal, Teresa Parodi, Paola Bernal y hasta las bandas de Los Tekis y Los Alonsitos.

Parafraseando los dichos de Teresa Parodi, podemos afirmar que “la Serenata es el reflejo de lo que está pasando en la Cultura”. Hay una degradación de los valores. Pasó en Cosquín y ahora pasa aquí.

¿Qué sucede con la Serenata a Cafayate, amigos? ¿Cultura o negocio?

– Foto de portada tomada de las redes sociales

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