Según se venía presentando el proceso al Prof. Juan Carlos Tejerina, era evidente que en la justicia salteña nunca hubo la más mínima chance para este pobre ciudadano Argento-Boliviano.
Aún no hay noticias de la fundamentación de los jueces que lo condenaron a 10 años de prisión por considerarlo reo de abuso sexual en dos chicos del Cgio. Belgrano. Fue absuelto en otras tres denuncias formuladas por distintos pa´s de la cristiana institución educativa del medio salteño.
Por lo tanto del fallo en sí no se puede hablar…pero si se pueden analizar las conductas de facto que a simple vista cualquier neófito las comprueba.
¿Qué decir de los padres acusadores, ya que todo este merengazo comenzó por sus denuncias?
Llamativo es el anonimato con que se manejaron. Da a pensar que se protegieron con el escudo de la preservación de la identidad de los menores. En realidad es más confiable la denuncia de aquellas madres que gritan a los cuatro vientos la injusticia cometida a los hijos o el hipotético daño. Cuando no hay dudas no hay qué ocultar. Así por ejemplo es el caso de las madres de plaza de mayo ¡pero sí que estas son palabras mayores y no minimidades!
Otra cuestión dentro del ámbito de los padres acusadores es que no presentaron demanda de manera directa, pero sí lo hizo la vedet de esta cuestión, el Cgio. cuasi católico cristiano “Manuel Belgrano”. Cabe la pregunta: ¿si tan deseado fue reclamar por el daño que sufrieron los hijos entonces, por qué tomar distancia? Y en realidad se toma distancia para no quedar pegado. Como Pilato. También se puede pensar que es una manera de protegerse ante una posible inocencia del condenado: ¿quién pagaría tremenda indemnización? O, quizás y sencillamente, presión ejercida por los padres para que se haga cargo la institución de su posible hijo descarriado y los costos que esto conlleva. De lo contrario, los mismos padres demandarían al colegio por el supuesto daño en los chicos…
Siguiendo con las maniobras del colegio Belgrano se puede pensar que obraron conforme a que “primero siempre está la seguridad de los niños” como lo expresara la máxima autoridad de la iglesia católica salteña en su oportunidad. Pero hay que decir que la protección de los chico no se realiza bajo el costo de la condena de un inocente, pues la actitud de la iglesia siempre fue condenatoria hacia el profesor Juan Carlos. Así mismo lo expresó el Padre Mariano en sus primeras declaraciones ante el escándalo que suscitó la noticia en su principio, el silencio de la jerarquía fue estremecedor. Y el que calla otorga.
En definitiva, la actitud de estos cristianos deja entrever dosis elevadas de fariseísmo y materialismo pues el profesor Juan Carlos es un pobre, desde su origen, superó su altura social trabajando y estudiando honestamente, hijo de la diáspora boliviana y que con sumo sacrificio siempre trabajó por los valores evangélicos universales e intentó encarnar el espíritu franciscano en su vida y la de su familia.
En los nueve meses que duró el proceso de investigación y el rapidísimo juicio, nunca se le concedió ni un ápice de libertad a pesar de tener esposa, vale la aclaración que es su pareja de vida desde hace unos diecinueve años, y una hija con ella concebida en estas tierras hace nueve años y la familia de ambos residentes en el medio salteño hace décadas. Tuvo que ir a los peritajes de la fiscalía siempre esposado hasta el colmo de que una profesional del CIF expresó el rechazo de este trato y pidió más dignidad para con el detenido.
Así se lo vio siempre (cuando se pudo verlo), incluso en el día del nefasto fallo. Esposado, con el mínimo o casi nulo contacto con sus seres queridos. Así se fue de la sala de audiencias de la cámara quinta. Siempre ocultado, siempre incomunicado, siempre desarraigado, siempre condenado y ahora rumbo al penal de Villa Las Rosas…sin que se le otorgara ni una palabra ante la condena leída por el secretario del tribunal. Tribunal que ante la lectura del fallo y la indignación de los familiares y queridos solo apeló a amenazar desalojarlos de la sala por la fuerza según lo expresado por el presidente del mismo, el Dr. Rubio, dejando una sensación de desprecio por el ciudadano condenado y por sus allegados…quizás solo sensación.
Es llamativa la repuesta que da la justicia, ¿por qué? En el resonado caso Yapura Alderete, la Dra. M. Faber condenó al estado salteño sin titubeos deslumbrando a la opinión pública y asentando jurisprudencia de una manera histórica y sin precedentes en el área del derecho. En este fallo a-sombró su voto en la condena del prof. Juan Carlos. Demasiadas dudas, solo habría que ponerse en el lugar del acusado para darse cuenta la imposibilidad de las acusaciones. El dónde y el cuándo sucedió, es una posibilidad más bien imposible, por lo tanto, lo más factible es que los hechos acusatorios nunca hayan sucedido. Pero ahí está, condenado el condenao. Menos mal que existe la justicia divina para que las personas laceradas por las injusticias humanas puedan, al menos seguir creyendo que vale la pena vivir.
– Por Hugo Luis Daher