Hoy, los Medios hegemónicos, lideran este muro de prohibiciones.
Una oyente radial (curiosamente de Radio 10) sostenía que los reclamos anti-gobierno están dirigidos a acallar la alegría de la gente, manifestación muy repudiada por aquellos sectores que se resisten a los cambios sociales, pero sobre todo a permitir la exteriorización de júbilo de las mayorías, como si estas no tuvieran opción a estas expresiones. Quizá sea una herencia social muy emparentada con la idea de Pecado y, en estos prejuicios, mucho tiene que ver la influencia religiosa y su mandato de dominar a través del sometimiento. Hoy, los Medios hegemónicos, lideran este muro de prohibiciones, sustituyendo en esa función a la última dictadura que sacó el carnaval (“la fiesta popular por excelencia”) del “almanaque de los argentinos”.
El pueblo es una Fiesta
El regocijo popular tiene y es una dimensión antropológica (como todo acto festivo) que se hunde en la profundidad de los tiempos (o sea, es una necesidad humana). La palabra fiesta proviene del latín festa/festum, que significa alegría, regocijo, comunión. Mediante ella, el hombre (el único ser festivo y festejante, el único ser que ríe) se acerca a lo que lo sobrepasa, pero también a su dimensión animal, se entrega a lo extravagante, al desorden. Recupera el caos original (el yo colectivo), se mezcla y con-funde con los otros. Intensifica la vida y aplaza la rutina (esa forma triste de muerte a “largo plazo”). Enfrenta a la cultura represiva que proponen los Medios tiránicos, anula las jerarquías y las oposiciones sociales contrarias al festejo comunitario.
Este borramiento de lugares sociales es lo que descompensa y descompagina a las clases oligárgicas que anhelan lo festivo como único e intransferible. Al apropiarse del regocijo popular, queda vacío el lugar contrario, es decir el lugar propiamente del sacrificio y el padecimiento. Entonces, para el pueblo (más aún, el pueblo trabajador) le está reservado el lugar del sufrimiento. En este sentido la fiesta es ex-céntrica respecto a lo cotidiano de la vida, ya que a través de ella se interrumpe y suspende, como un paréntesis, como una moratoria alegre y fugaz, pero intensa, lo rutinario de la vida. Donde el hombre no solo se encuentra con los otros, conformando un nos-otros, sino consigo mismo, que es lo mismo que decir “con sus otros”.
Estos desbordes están muy emparentados con una conducta inconsciente de amortiguar el sentimiento de la muerte, pero ese análisis excede a esta modesta reflexión, pero sí remarcar la perversidad de la clase dominante de reprimir esta necesaria y natural elaboración, también reservado a unos pocos privilegiados. Para el filósofo Platón los dioses en su piedad por los hombres, instituyeron momentos de distensión para las fatigas laborales, durante las cuales la raza humana tenía trato con las divinidades. Este dato no deja de ser llamativo, pues el verdadero contacto y comunicación con lo que nos sobrepasa, no se daría a través del trabajo, sino de la fiesta.
Los Miedos del Poder
El poder le tiene miedo a la algarabía popular y a la gente en la calle expresando su conformidad y adhesión, por el contrario, pretende gente ocupada en la rutina del trabajo cotidiano, enmarcada en un sistema de prohibiciones donde se mantiene un determinado orden, se opone al ‘des-control’ y a la efervescencia de la fiesta, que para el poder implica siempre un pueblo ‘agitado y ruidoso’ (desbordado/descontrolado). Toda fiesta es un colorido sobre la monotonía de la vida ordinaria cotidiana. Toda fiesta demuestra la misma necesidad social. Y, no hay ninguna fiesta que no incluya al menos un principio de exceso.
Ayer y hoy, las fiestas se seguirán caracterizando siempre por lo mismo: el exceso y la distensión, por qué no, la prodigalidad y reparación popular. La alegría y la risa, el derroche y el placer, y el tópico más intrínsecamente humano, como es la naturaleza lúdica de la especie (origen de la creatividad). La fiesta es un himno a la vida y la muerte regeneradora: un principio y un final indisolublemente unidos. Como quería el Beatles John Lennon: Hagamos el amor y no la guerra; y mientras los pueblos rían, más lejos estarán las guerras.
Derecho a la alegría
Canal 7, Canal 9, ahora C5N, Radio Nacional, La Mega, Radio 10; las radios, diarios y revistas que controla el Grupo Spolski, las que controla Electroingeniería, las del grupo de Rudy Ulloa, todas las radios provinciales con gobiernos kirchneristas como las de la Provincia de Buenos Aires. Todos estos medios, pagados con jugosas pautas oficiales, son afines al Kirchnerismo y repiten a diario el relato armado desde el Gobierno. Son los medios que sostienen que la inflación no supera el 10% anual, que Cristina y Nestor hicieron sus millones trabajando, que en el gobierno no hay corrupción, que los trenes funcionan bien, que los jueces son imparciales, que este es un verdadero gobierno nacional y popular.
Cuando el periodista que escribe esta nota menciona a los «Medios hegemónicos» ¿se referirá a esos medios que detallé?. Porque, a esta altura, semejante aparato de prensa y propaganda al servicio de un proyecto o no-proyecto ya empieza a hacer palidecer a los otros grupos. Hasta el gran Antonio Gramsci, que fué quién definió el concepto de «hegemonía» se agarraría la cabeza.